Revista Cine

Pagar para ir a la guerra, pagar para trabajar

Publicado el 19 noviembre 2012 por El Ninho Naranja @NinhoNaranja

Al encontrarnos este vídeo por la red, casi estuvimos tentados de rescatar nuestra vieja sección [No comment], que por cierto, hace tiempo que no actualizamos, encajando ahí el contenido y que vosotros mismos juzgaseis. Pero al final me he decidido a razonar un poco el asunto. Más que nada porque el tema se las trae, es durete, un poco indignante y altamente desesperanzador. Os recomendamos echarle un ojo al vídeo y luego seguir leyendo (o sólo ver el vídeo, que nosotros tampoco tenemos nada tan importante que decir).

¿Seguís aquí? ¿Cómo se os queda el cuerpo? Seguramente los más avezados en esto del debate troll se nos tirarán al cuello argumentando que “en todas partes cuecen habas” y que “tal y como está el patio, que se esperaba el juntaletras este” y supongo que volando raso, superficialmente para esquivar radares sería un planteamiento incluso correcto. Pero lo cierto es que es duro ver como la profesionalidad carece de futuro y de incentivo comprometido con la calidad del resultado más allá de que los números cuadren.

Si hace un tiempo, alentados por el subjetivismo propio de la enajenación quimérica dábamos difusión, incluso hacíamos nuestro su mensaje, al comentario de Enrique Meneses proponiendo a los profesionales jóvenes del sector del periodismo y la comunicación que buscasen por si mismos las salidas y los recursos que las grandes corporaciones en “crisis” les negaban, hoy nos llevamos las manos a la cabeza, porque como decía una canción que nunca llegó a triunfar: “entre la espada y el abismo, la realidad grita más fuerte”.

Antonio Plampiega es uno de esos aventureros, locos y vocacionales currantes de la imagen y la palabra, del fino y ladino arte de la transmisión de información. Digo locos, porque como arengaba el maestro Meneses, hizo suyo el utópico consejo de abrir a martillazos las puertas que tan impunemente cierra esta sociedad contrariada y siniestra para con sus profesionales.

Supongo que porque el sector me toca de cerca, más que por la gravedad social de unos profesionales frente a otros (que no es más precaria la situación de médicos y maestros que la de los periodistas y no es necesario entrar en valoraciones cualitativas de su necesidad para el conjunto de la sociedad), me sobrecoge especialmente el oscuro destino que se cierne sobre los redactores y corresponsales (como si hablamos de cámaras, fotógrafos…) que ya no en casa, tranquilamente, enviando currículums desde el pc familiar, sino que a pie de calle, a golpe de mortero, deciden buscarse un complemento curricular, un aliciente llamativo a su ya dilatada carrera formativa para que algún medio, tal vez de tercera y con bajo presupuesto, acierte a encargarle una crónica o mendigarle una colaboración.

Tal vez el mentor Meneses opinase que nunca hay que rendirse, en una especie de mantra revolucionario a lo Ernestro Guevara, que hay que luchar de pie para que como Robert Capa, la instantánea o la conexión vía satélite nos reporte un sustento y un reconocimiento.


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