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Si alguien intentara venderte un edificio virtual, ¿lo comprarías? Sí, un edificio virtual. No algo construido en el mundo físico, ni algo que puedas habitar, sino más bien una imagen que puedes contemplar o un vídeo que puedes reproducir. Esto es exactamente lo que propone la arquitectura que se ha adentrado en el reino de los NFT (Non Fungible Token), un reino que atraviesa intereses artísticos, tecnológicos y económicos y ha tomado el mundo por asalto. En las profesiones vinculadas al diseño y el arte, donde continuamente se está buscando redefinir los campos de trabajo, parecería que los NFT han dado inicio a un proceso que nos llevará hacia una futura digitalización y mercantilización del entorno no construido.
Obra “Hortensia Chair” © Andrés Reisinger
Aunque los NFT llevan existiendo desde 2013, recientemente su popularidad ha aumentado notablemente, captando la atención de los principales medios de comunicación que no paran de hablar sobre criptomonedas y criptoarte. Cada vez más seguido aparecen artistas que están logrando vender su obra digital a valores a los que no estamos acostumbrados. La emoción, la novedad y la disrupción en torno a la compra de algo digital ha hecho que los postores se interesen por poseer una pieza que puede determinarse como “virtualmente original” (gracias a la plataforma blockchain, que inicialmente fue creada para realizar transacciones con criptomonedas, ahora los artistas pueden autentificar la originalidad de su obra de arte digital, es decir sellar y certificar de manera virtual que determinada imagen o video es el original). Los NFT (alojados dentro del blockchain) están diseñados para ofrecer algo único: la propiedad original y certificada de una obra que no se encuentra en el mundo físico. Se cree que es el siguiente paso en el coleccionismo de obras y una nueva frontera para lo que consideramos arte, cómo lo valoramos y cómo lo exponemos (Aunque de hecho, la parte visual del criptoarte muchas veces poco tiene que ver con la representación de su valor monetario, que más bien está atado a la especulación y al contexto). Si bien los archivos digitales se pueden copiar tantas veces como uno quiera, siempre habrá un solo original. Es similar a La Gioconda: aunque la imagen ha sido reproducida miles de millones de veces a lo largo de todo el mundo, todos sabemos que la original es la que cuelga en el Louvre. Podemos ir a una tienda y comprar una copia, pero sólo una institución posee la auténtica.
Los avances en tecnología están popularizando cada vez más la compra de los NFT. Esto, a su vez, esta impulsando la creación de mundos virtuales en los que es posible coleccionar cosas que no existen físicamente. Recientemente, por ejemplo, el artista 3D Alexis Christodoulou subastó renders online con certificación NFT. Su obra, un conjunto de nueve vídeos animados que desdibujan la frontera entre el entorno construido y el natural, se vendió por casi 340.000 dólares. También, el mes pasado, otro artista vendió una colección de “muebles virtuales” por casi medio millón de dólares a través de Nifty Gateway, una de las muchas plataformas en línea que permiten la compra-venta de bienes digitales. Diseñados por Andres Reisinger, un artista de 29 años radicado en Barcelona, los diversos muebles subastados (entre los que se encontraban sofás, cajones y una silla de oficina) podrían ser utilizados por los pujadores para crear ambientes en entornos de juego virtuales. Uno de los muebles esta ahora alojado en el mundo personal de Minecraft de uno de los compradores. Aunque algunos sostienen que los NFT no son más que una burbuja que acabará por “reventar”, el impulso que está generando que ciertas imágenes digitales puedan tener un valor incalculable seguramente generará repercusiones a largo plazo en el mundo del arte y en las profesiones vinculadas al diseño.
Casa en Marte. Image Cortesía de Krista Kim
En primer lugar, los NFT plantean una cuestión nueva respecto a la propiedad. En el mundo de la arquitectura, los renders y las imágenes digitales no suelen ser propiedad de una sola persona, sino que suelen pertenecer a una empresa de diseño. Aunque el problema inicial puede estar vinculado a quién se quedará con los beneficios de los NFT, la mercantilización de los renders también pueden significar una gran oportunidad para que las oficinas más pequeñas que se centran en un trabajo más bien teórico puedan tener una nueva fuente de ingresos. Esto también nos permitirá replantearnos el valor de las obras de arquitectura en general. A menudo, la arquitectura se siente más como una mercancía y se reduce a una transacción básica de servicios. En lugar de trabajar con las típicas presiones de los clientes y lidiar con las limitaciones de los honorarios de un proyecto, en el mundo virtual la creatividad tendrá un valor preponderante y los paradigmas se ampliarán, transformando la profesión y haciendo que la arquitectura se democratice aún más.
Obra “Weekly Wash”, vendida por un precio de 500 dólares. Imagen © Alexis Christodoulou
¿Significa esto que todas las oficinas se lanzarán a vender sus renders y especularán con la arquitectura digitalizada? Probablemente no. Todavía es demasiado pronto para saber a qué ritmo se venderán las obras digitales y quiénes serán los compradores. Pero se trata de un mercado con un gran potencial, por lo que es posible que quieras repasar tus conocimientos de renderizado por si acaso.
Fuente: ArchDaily
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