Hice que arreglasen los preparativos para el bautizo rápidamente, que llamasen al sacerdote y todo eso. El sacerdote, en una primera impresión, me pareció muy afable.
El personal médico puso un biombo para dar cierta intimidad, e hicimos el bautizo enfrente de Julia, en la propia unidad de cuidados intensivos. Aluciné con el hecho de que el sacerdote noruego propusiese hacer la ceremonia en español. Lo hablaba perfecto.
Antes de iniciarla, María le pidió brevedad, y durante la ceremonia, le lanzó una mirada fulminante, cuando este requirió que levantases la cúpula de la incubadora para echar una pizca de agua bendita sobre la frente de Julia. Siv secó el agua de su frente inmediatamente. Y para terminar rezamos juntos una oración. Y básicamente eso fue todo. Fueron tres minutos y la niña ya estaba bautizada. Luego el sacerdote nos instó a hacer la ceremonia completa en la iglesia de St. Olav, una vez que la niña estuviese recuperada y fuera de la unidad. Le di mi palabra de que lo haría. Y nos despedimos de él. Aún guardo un frasco con lo que sobró del agua bendita.