10 La colmena -Sabían que veníamos.Ocho serafines contemplaban la aldea vacía. Por todas partes había evidencias de una partida apresurada: puertas abiertas, humo en las chimeneas, un saco olvidado en el lugar en el que había caído desde la parte trasera de algún carro y el grano que contenía derramado. El ángel Bethena regresó de nuevo hacia la cuna que había junto a unos peldaños para atravesar la cerca. Estaba tallada y pulida, mucho, y pudo ver en los lados huecos desgastados con forma de dedos de mecerla incontables generaciones. Y de cantar, pensó, como si también pudiera imaginar aquello: durante un brevísimo instante sintió la angustiada decisión de la madre bestia al admitir, en aquel preciso lugar, que la cuna era demasiado pesada para cargarla mientras huían del hogar.
-Por supuesto que lo sabían -dijo otro soldado-. Venimos a por todos ellos -pronunció aquella frase como si fuera ley, como si los extremos de sus palabras pudieran alcanzar la luz del sol y brillar.
Bethen le lanzó una mirada cansada, muy cansada. ¿Cómo podía mostrarse vehemente con aquello? La guerra era una cosa, pero esto... Estas quimeras eran criaturas que simplemente cultivaban alimentos y los consumían, mecían a sus hijos en cunas desgastadas, y probablemente nunca hubieran derramado una sola gota de sangre.
¿Qué os parece? Fantástico ¿eh?