No logré saber más nada de él, hasta que la noche anterior al terremoto, oí pasos deteniéndose frente a la puerta de Chalmers, eran los mismos de aquella noche que obtuvo el Liao; también percibí una conversación, uno de los presentes era Chalmers, pero la otra voz resultaba profunda y cavernaria, el visitante lo felicitaba por su éxito, ignorando las súplicas de ayuda que le propinaba mi amigo, luego el desconocido partió.
Los informes policiales, por su parte, contaban con unos escritos, realizados por Halpin Chalmers, describiendo unos seres famélicos, quienes habitan más allá del tiempo y el espacio, los sabuesos de tíndalos, los llamaba, quienes llegaban a nuestro mundo a través de los ángulos, atraídos por la sed de sangre de quienes incursionan en los confines del Liao.
Pero primero enviaban a sus ayudantes, quienes lo interrogaban acerca de los secretos albergados en las leyes físicas; eran seres pacíficos que charlaban de forma amistosa revelando tanta información como la que llegaban a obtener, esos traspiés no les preocupaban, ya que sus amos jamás dejaban sobrevivientes.
Fue a través de esas supuestas charlas, que Chalmers supo sobre los perros de tíndalos, quienes solamente eran capaces de sentir un hambre voraz que hubiera arrasado con la humanidad, es por ello que únicamente son liberados por un escaso tiempo. Estos seres habían surgido por accidente, pues eran remanentes del Caos Nuclear, existente en el Vacío Final.