11
A medida que pasaba el tiempo en aquel pueblecito del Sur, Tim Jamieson entró en una rutina tranquilizadora. No tenía intención de quedarse en DuPray el resto de su vida, pero se veía aún allí en Navidad (tal vez colocando un diminuto árbol artificial en su diminuto apartamento de encima del garaje), quizá hasta el verano siguiente, incluso. No era un oasis cultural, y entendía por qué casi todos los jóvenes no veían la hora de escapar de ese aburrimiento monocromo, pero Tim se deleitaba en él. Aunque estaba seguro de que con el tiempo eso cambiaría, por el momento se sentía a gusto.
Se levantaba a las seis de la tarde; cenaba en Bev's, a veces solo, a veces con algún ayudante del sheriff; hacía sus rondas durante las siete horas siguientes; desayunaba en Bev's; manejaba una carretilla elevadora en Storage & Warehousing de DuPray hasta las once; tomaba un bocadillo y una CocaCola o un té muy dulce a la sombra de la estación; volvía a casa de la señora Burkett; dormía hasta las seis. Los días libres, a veces dormía doce horas de un tirón. Leía novelas de abogados de John Grishman, y devoró la saga Canción de hielo y fuego entera. Era un gran admirador de Tyrion Lannister. Tim sabía que había una seria de televisión basada en los libros de Martin, pero no tenía el menos interés por verla; la imaginación le proporcionaba todos los dragones que necesitaba.