La semana pasada tuve la enorme suerte de vivir unos días muy inspiradores en Madrid, lugar que he visitado asiduamente durante años pero no necesariamente para pajarear. Sin duda en esta ocasión la naturaleza fue la protagonista, ya que mi visita se debió a mi participación en el XXII Congreso Nacional de Ornitología de SEO, y porque más allá del congreso dediqué buena parte del viaje a conocer la naturaleza madrileña en compañía de un autóctono de la zona, lo que siempre es garantía de acertar con los sitios.
Puedo empezar a hablar por el congreso. Yo no soy muy bueno juzgándome a mí mismo, ya que cuando expongo no me doy cuenta de cómo lo estoy haciendo o de si tengo fallos, pero según dijeron algunos de los allí presentes se ve que lo hice bien. Lo que sí puedo decir es que me lo pasé muy bien, fue una nueva experiencia a tachar de la lista de cosas a hacer antes de morir y me sentí realmente cómodo hablando ante el público, es más, quiero más, quiero seguir participando en este tipo de eventos.
Presenté un póster sobre percepción social de cotorras de Kramer en Sevilla, y también hice una comunicación oral sobre la fenología de dicha especie en diferentes poblaciones de su área no nativa. Ambos temas conformaron mi proyecto de máster y por lo que percibí al menos mi trabajo no causó indiferencia.
Por supuesto también he podido comprobar cómo trabajan y exponen otras personas, lo que suele ser interesante para mejorar. Yo creo en base a lo visto, aunque puede que me equivoque, que el ambiente suele ser poco espontáneo y muchos ponentes exponen casi de memoria, tras haber ensayado hasta el infinito, pero les falta dar con el vocabulario adecuado o la energía adecuada para atrapar y captar la atención, e incluso para que la gente en esos breves minutos se lleve una idea sintetizada de lo que has hecho, cómo y para qué. Puede que el equivocado sea yo, pero si el lenguaje fuese más divulgativo y se seleccionaran bien los contenidos que quieres transmitir, en vez de querer contar todo tu trabajo con pelos y señales, se haría más entretenido.
Aparte me dieron infinidad de detalles, y que queréis que os diga, a mí me encanta cuando voy a un evento y vuelvo cargado de pósteres, camisetas, marcapáginas, revistas, etc. Hay gente a la que le aburre o le abruma cargar con peso, pero yo los agradezco y me hacen ilusión, más teniendo en cuenta que no esperaba nada. Recuerdo que cuando a veces iba a reunirme con profesores en sus despachos tenían colgadas sus credenciales de todos los congresos a los que habían asistido, yo ya he podido añadir la primera a la colección, a ver si es la primera de muchas.
Buena parte del tiempo se nos fue yendo y viniendo al congreso, pero aún así sacamos tiempo para disfrutar de la naturaleza. He de reconocer que del Parque Nacional de Guadarrama sí tenía referencias e incluso había estado en mi infancia y adolescencia – de pasada-, pero no ubicaba del todo el tipo de paisaje que iba a encontrarme en el resto de lugares que íbamos a visitar durante la estancia madrileña. Puedo decir además que en la propia Madrid disfruté de naturaleza, porque en el popular parque del Retiro vimos y escuchamos pico picapinos y pito verde, además de pequeños paseriformes. También me sorprendieron los inmensos nidos coloniales de cotorra argentina.
Ya respecto a naturaleza fuera de la ciudad pude disfrutar del sureste de Madrid, con las atocheras que tanto me sorprendieron, ya que no estoy acostumbrado a ver un sustrato formado de yeso y con predominancia del esparto, y también conocí la vega del Tajuña con sus zorros y corzos, y la laguna de Meco y sus campos de cebada con avutardas. En esos llanos dedicados a agricultura disfrutamos además de águila imperial, corzos y milano real. Ya me gustaría tener avutardas tan cerca de casa, no será por campos de cereal, pero por ahora tocará seguir esperando. En la misma zona disfrutamos durante minutos de dos águilas reales realmente cerca.
Otra sorpresa nos esperaba al final, porque fuimos a la sierra de Madrid, a Navacerrada, y para un onubense la oportunidad de ver nieve siempre es un disfrute, de hecho era la tercera vez que estaba en la nieve en mi vida. En esta ocasión aparcamos las aves por un rato y optamos por disfrutar de la nieve en sí misma. Menudo frío pasamos, pero con tanto tirarnos en trineo y caminar por los senderos nevados al final hasta entramos en calor.
Posteriormente abandonamos las cumbres y bajamos a Rascafría, donde en un bosque de robles sin hojas disfrutamos de las pequeñas aves forestales como el mito, el carbonero o el herrerillo, y del esquivo mirlo acuático, acompañado en el frío curso de agua serrano por lavanderas blanca y cascadeña.