Revista Cultura y Ocio
21 de mayo de 822.
Tras la muerte de Al Hakam I, inicia su reinado Abderramán II, cuarto emir omeya de Córdoba.
Los cordobeses adoptarán la moda de Bagdad. El músico Ziryab, traído desde allí, será el introductor.
El nuevo emir, que pasará a la historia por el lujo y por el derroche de su corte, era un enamorado de la cultura y de la ciencia y supo dar un esplendor a Córdoba como nadie lo había hecho antes.
Ziryab, de origen iraquí, pero residente hasta entonces en Bagdad, era poeta, músico y experto en gastronomía. Enamorado del fasto oriental, llegó a conocer al Califa Harún al- Raschid, el de “Las mil y una noches”. Trajo a Córdoba el estilo refinado, grandioso y sensual de oriente.
Bien pagado por el emir (palacio, renta mensual y numerosas prebendas), se dedicó a trasladar el lujo, el boato y las costumbres de su antigua ciudad a Córdoba influyendo decisivamente en los cambios en la decoración, el mobiliario, la música (introdujo la quinta cuerda del laúd), la gastronomía, la moda… de la sociedad de su nuevo lugar de residencia, como por ejemplo, la generalización del uso de las copas de cristal, sustituyendo a las de metal, que no permitían contemplar el contenido, nuevas recetas orientales, uso de mantelería fina, etc.
Introdujo la manicura, la combinación de colores adecuados en el vestir, dependiendo de las estaciones del año (los tonos claros para la primavera y el verano; los tonos oscuros para el resto del año), los peinados de moda, el gusto por el cuidado de la piel, la depilación y el aseo personal…
Impensable en una Europa bárbara, donde la gente se lavaba poco, introdujo en Córdoba la moda de los baños públicos. En la ciudad llegó a haber cerca de seiscientos establecimientos de este tipo.
Fomentó la lectura, con la construcción de una biblioteca que llegó a contar con casi medio millón de volúmenes.
Fue el creador de la música andalusí. Creó una escuela de canto, algo así como el primer conservatorio de música de aquellos tiempos.
Introdujo nuevos platos que se quedaron para siempre en la gastronomía local, como esa especie de “pisto” con aceite de oliva, berenjenas, calabacín, cebolla y membrillo aromatizado; el escabeche con vinagre y especias, los espárragos o las albóndigas. En este terreno también estableció el protocolo para comer con cierto orden. Primero las sopas, luego los pescados y las carnes, por último los postres y los dulces.
Era en suma un “todo terreno”, un innovador.
Su verdadero nombre era el de Abul- Hasan Alí ibn Nafí. El otro, el de “Ziryab”, era un apodo que significaba “pájaro negro”, una alusión a su tez morena y a sus dotes musicales, como otro pájaro negro cantor: el mirlo.
El poeta y gastrómomo abrió Córdoba al refinamiento oriental y a la sensualidad, convirtiendo una época medieval y oscura en el reino de los placeres.