Revista Cultura y Ocio
El primer leñazo fue en la reseña dedicada a Cuerpo plural, antología de la poesía hispanoamericana contemporánea, donde se consignan poemas de 58 autores reunidos por Gustavo Guerrero y al hablar del representante nacional el juicio era lapidario:“Tiene Cuerpo plural algunos nombres que son casi obligados para entender la poesía en español de los últimos años (Antonio José Ponte, Fabián Casas, Damaris Calderón, Germán Carrasco, Luis Felipe Fabre) y otros que por la escasa difusión de su obra era casi imposible haber leído antes; entre estos últimos, hay lo mismo decepciones (el hondureño Fabricio Estrada) que hallazgos importantes (el dominicano Frank Báez). No sorprende encontrar más poetas (y con más textos cada uno) de Chile, Perú y Argentina, países cuya lírica se adelantó, en cierto modo, al cambio de paradigma.”Pero hasta ahora nos enteramos de la existencia de otra "llamada de atención" al leer la reseña “Nadie es Darío pero Rubén no es todo” -en la que Benjamín Prado (en la página 11 del número 936 del suplemento cultural Babelia, del diario El País) comenta la antología Pájaro relojero, Poetas centroamericanos (Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, Barcelona, 2009, 880 páginas)- y percatarnos de que los autores en su mayoría son nicaragüenses (7) acompañados por cuatro guatemaltecos y dos salvadoreños, mientras que “del resto de países no hay ningún autor seleccionado, aunque sí se citen en el prólogo a algunas primeras espadas de Honduras, Costa Rica, donde hubo un interesante movimiento de vanguardia, y Panamá”.Esta antología fue preparada por el poeta ecuatoriano Mario Campaña, quien reside en Barcelona desde 1992, y preocupa que no se haya incluido a ninguno de los poetas hondureños más representativos de la vanguardia. Esta lamentable omisión se ve magnificada porque aunque Campaña apuesta casi siempre por algunos nombres incuestionables, en algún momento su selección es francamente decepcionante, como es el caso de la guatemalteca Isabel de los Ángeles Ruano, una poeta más bien mediocre. Sin embargo, más allá de las veleidades del antólogo, no debemos dejar de leer entre líneas al reseñista Prado cuando enumera entre las características comunes de los poetas escogidos: “Y aún hay un tercer puente que une a gran parte de los poetas que forman Pájaro relojero, que es el lenguaje, que casi siempre es directo, y hasta utilitario en los peores casos, pero casi nunca es vulgar: hay una fineza de fondo que, en muchos casos, salva los versos del papel cambiante de las octavillas propagandísticas para meterlos en el territorio seguro de la literatura”. O sea que en nuestro tiempo, los poetas centroamericanos aun vacilan ante el abismo insondable del panfleto; este parece ser un lugar común visitado por representantes de distintas generaciones y, quizás aquí, debiera buscarse la respuesta a la pregunta planteada al inicio.