Revista Opinión
El asunto viene de lejos. La Logse no inventó los planes institucionales para convertir a imberbes mocosos en ciudadanos de spot publicitario. Ya el régimen franquista intentó fabricar súbditos de moral intachable, a imagen y semejanza del ideal católico, apostólico y romano. Aunque el tiro le salió por la culata al general y, en vez de conseguir ejemplos intachables de santidad y profilaxis, hoy queda de todo aquel folletín de las buenas maneras ciudadanos a secas, que no es poco, y preferimos discutir antes de fútbol que de política y un buen polvo a un rapapolvo -son palabras del Nano, mías no-. La diferencia con aquellos tiempos, no tan lejanos, está en que entonces, si no cumplías como un jabato con los mandamientos, se te caía algo más que el pelo. Hoy, para ser bueno tiene que salir de ti o de lo que veas en casa. Y si te obligan, pues peor. La letra con sangre no entra. Axioma constitucional difícilmente refutable. Ahora bien, la moral con letra, enlatada en libros de texto, campañas con moraleja o charlas bajo palio, tampoco. O se vive, o se mama. Lo demás son monsergas.
Todo esto viene a cuento de una noticia que leí hace poco y que me sonó a ganas de seguir achicando el Adriático con cucharillas de café. Al parecer, a la Consejera de Educación de Extremadura, Eva María Pérez, se le ocurrió hace ya tiempo, no sabemos si por inspiración de alguno de sus técnicos, afiliado a algún club de autoayuda a lo Coelho, o quizá por seguir adornando la carne del famélico pavo de la educación con plumas de colores que lucen ante el respetable pero en nada alimentan, la idea de crear una Red de Escuelas de Inteligencia Emocional que enseñe a alumnos, padres y profesores a mejorar la convivencia en los centros educativos y que a causa de esto - son inferencias de la consejera, cuya lógica espapa a la mente de este mortal ciudadano- mejoren considerablemente los resultados académicos de nuestros alumnos. Ahí es nada.
Eva María nos asegura que hay estudios que dejan claro que "el éxito en el trabajo depende en un 80% de la inteligencia emocional, y en un 20% del coeficiente intelectual." Vamos, que si un fontanero te deja el piso hecho un diluvio, basta con que te ponga ojos de cordero degollado o se enfunde las gafas de Pierce Brosnan para que se te vayan las penas y se abran de un soplo las aguas. Y es que "educar en emociones", reafirma Eva María, "es casi más importante que haber adquirido determinadas competencias cognitivas." Dí que sí, el alumno podrá salir de la Eso sin saber entender lo que lee, pero por lo menos se irá con buen rollo. Padres, profesores y alumnos haremos un happening memorable, cantaremos "El himno de la alegría" y nos abrazaremos como hermanos. Sin acritud, muchachos. Ahí fuera os espera la jungla laboral, competitividad, hipotecas insufribles, salarios liliputienses, pero don't worry, sonreid y la vida os sonreirá. Si tenéis inteligencia emocional, lo demás os vendrá de gorra. Palabra de consejera.Ramón Besonías Román