Escrito por Hans Alejandro Herrera
Tan antigua como las pinturas rupestres es la narración oral. Desde nuestra más tierna infancia, a los seres humanos nos ha atraído contar y escuchar historias. No importa dónde: entre luces apagadas antes de irnos a dormir o en la barra de un bar junto a una cerveza. Y, como un buen contador hace la historia, a partir desde este 12 de octubre se celebra el VII Encuentro Internacional de Narradores Orales. Bendita sea la palabra.
“Este es un espacio para mostrar el arte de la narración oral y así potenciar nuestra cultura a través de los mitos y leyendas, pero también para evidenciar propuestas de narración oral de la literatura peruana o internacional”, comenta Doris Agurto, Gerente de la Red de Bibliotecas del ICPNA, institución que viene organizando este encuentro desde el 2009 de manera alternada cada dos años. “Muchas veces –continúa– ocurre que narran la historia de algún autor y la gente se pregunta y busca dicho libro. Y eso es lo que nos gusta: que se conecte la narración con la promoción de la lectura. Esto influye ya no solo a leer el texto en ese sentido, sino que te recreas en la adaptación del narrador y eso es lo que apasiona. Precisamente, eso lo que te desarrolla en lo más íntimo a apreciar un texto”.
El presente encuentro está dirigido a un público amplio, niños, familia, adolescentes y adultos. Los narradores recurren a múltiples formas de llegar al público, ya sea a través de acompañamientos musicales, retablos u otros instrumentos. Para la narradora y coach Claudia Curiel, “se busca que la gente escuche y le llegue una emoción, y con esa emoción se vaya. Tú estás contando con el público. No hay una cuarta pared como en el teatro. Tú cuentas con el público a ver qué está saliendo y qué cosas están comentando. A mí me gusta que los niños intervengan, que se metan. Es mucho mejor. Lo hace más vivo”.
Sorprende saber que este género, a diferencias de otras disciplinas y campos del quehacer cultural, no está dominado numéricamente por hombres desde un comienzo. “Aquí somos más narradoras mujeres, pero con el tiempo han estado aumentando el número de narradores masculinos y así cumplen la cuota de género”, comenta Claudia entre risas. “Una posible respuesta a esto –añade– se debe a que en un principio la gente cree que es para niños. Entonces, muchos prefieren a las mujeres que a los hombres contando historias a los niños. Ven el lado maternal para contar cuentos. Cuando, en realidad, no hay mucho de maternal cuando cuentas relatos de terror a los niños, por ejemplo”.
Sobre la situación del narrador en el Perú es bueno saber que ha venido creciendo y ha empezado a ser reconocido y valorado. Especialmente en instituciones educativas donde sirven de gran apoyo de manera eventual para el desarrollo pedagógico de los más jóvenes. Pero no solo ahí, también son frecuentes sus apariciones en ferias internacionales del libro y otros eventos.
“Hace 15 años era muy raro ser narrador oral. Te preguntaban cosas como: ¿y eso cómo es?”, recuerda Doris. Hoy en día los narradores orales en el Perú son una generación joven entre los 18 y 40 años lo que alienta a que se siga “creando y formando público y es ese el propósito del instituto –añade– porque este arte es transversal a muchas otras disciplinas como la pedagogía, la administración o la sociología. Yo vislumbro que en el futuro podamos tener una escuela de narradores. Eso es lo que quisiera”.
Como parte del público que ha ido creciendo con la narración oral, he de reconocer que mucho de este camino trazado se debe en buena parte a personas como François Vallaeys. Personas como él, apostaron por sembrar historias en nuestros corazones y que ahora una nueva generación va arando la tierra de nuestra imaginación. Bendita sea la palabra.