Decir que Daniel Blanchard jugó un papel fundamental de vínculo entre el grupo de acción y pensamiento Socialismo o Barbarie (S o B) y la Internacional Situacionista (IS), o lo que es lo mismo, entre Cornelius Castoriadis y Guy Debord, en un momento clave para ambos grupos de pensamiento y acción, contribuyendo sin duda al viraje decidido de la IS desde el ámbito de la vanguardia artística hacia el abiertamente revolucionario, debería bastar para situar su nombre en un lugar prominente en la historia de la contestación al sistema. Pero es que, además, Blanchard es autor de uno de los textos más lúcidos y oportunos que se han escrito sobre Debord, Guy Debord, en el ruido de la catarata del tiempo, en un momento en que proliferan los textos inanes sobre este pensador y activista francés convertido en exquisito material de moda culta, así como de otros textos igualmente brillantes por su claridad sobre aquella asombrosa experiencia de pensamiento en libertad y a contracorriente que fue el grupo Socialismo o Barbarie, impulsado por Cornelius Castoriadis y Claude Lefort y del que formaron parte el propio Blanchard y su compañera Hélène Arnold.
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Un grupo que, partiendo del marxismo para acabar superándolo como herramienta de análisis, supo articular todo su pensamiento en torno a la constatación de que los regímenes burocráticos del este no constituían sino la otra cara de la moneda del capitalismo en su etapa posfordista, situando el foco sobre la dicotomía entre dirigentes y ejecutantes y sobre la autonomía como base de cualquier estrategia organizativa. Si a esto se añade que Blanchard y Arnold, emigrados a Estados Unidos en los años 70, actuaron a su vez como vínculo entre el pensamiento crítico europeo y la contracultura norteamericana del momento, se puede entender el interés que revisten sus ideas y experiencias para cualquiera interesado en seguir el hilo argumental que cose las corrientes de crítica y acción anticapitalista más avanzadas y fructíferas del siglo que acaba de terminar hace poco más de un lustro.
Por ello, no resulta aventurado ni exagerado calificar de imprescindible la lectura de este librito que no llega a las doscientas páginas en el que los textos citados vienen acompañados de otros materiales que contribuyen a construir una imagen apasionante de un momento especialmente significativo para la historia de las ideas: una entrevista a Blanchard y Arnold realizada por Amador Fernández-Savater y Fernando Golvano con ocasión de una reciente visita de la pareja a nuestro país; el texto histórico redactado conjuntamente por Debord y Blanchard como esbozo de programa común para los grupos de los que formaban parte, que sirve de algún modo como eje de referencia (o tal vez simplemente de ) para todo el volumen; y un par de textos actuales de Blanchard, uno de ellos el que da título a todo el volumen, que acaban de perfilar algo que aparece muy claro en todo el conjunto: que es dueño de un pensamiento original y propio y que, sin renunciar a sus brillantes orígenes intelectuales ni a su deseo de transformación de una realidad global insatisfactoria, ha sabido identificar y superar algunos de los aspectos más estériles de aquella herencia deslumbrante, permitiéndole aplicar su mirada crítica a conceptos excesivamente sacralizados como el propio concepto de "espectáculo" acuñado por Debord o la idea de "privatización" del proletariado, tan cara a Castoriadis. Un magnífico prólogo de Fernández-Savater contribuye a situar y enmarcar todo este material aparentemente heterogéneo, poniendo de manifiesto su importancia de cara al pensamiento y la acción transformadores actuales. Y así, el conjunto se ofrece como un cuerpo perfectamente articulado, cuya apuesta deliberada por lo fragmentario, que se oculta tras el calificativo poco pretencioso de "notas", es perfectamente coherente con el pensamiento y las propuestas de reflexión y acción que sugiere.
Son muchas y muy ricas estas propuestas de reflexión, y el ejercicio de señalarlas escapa a las posibilidades de estas líneas, pero merece la pena al menos referirse a algunos de aquellos aspectos que parecen especialmente relevantes. El primero de ellos tiene que ver con el propio título del libro y con la interesante deriva en el pensamiento de su autor: la necesidad de "hacerse con la palabra", de renombrar la experiencia propia para hacerla más propia y extraer de ella lo que de útil puede tener para todos los demás está de algún modo íntimamente ligado al énfasis que en la vida cotidiana como eje central de todas las propuestas de transformación y como revelador o indicador sobre las condiciones reales de la existencia pusieron tanto los situacionistas, siguiendo en ello la línea marcada por Henri Lefevbre, como los "socialbárbaros", que buscaron en su revista dar cuenta directa de la experiencia cotidiana de los obreros, a través de sus propias voces, sin aparente intermediación. En ese sentido, el relato de la propia experiencia, en la forma de entrevistas y remembranzas, generalmente confinado a los anexos de los trabajos sociológicos a modo de material "en bruto" sobre el que el experto, una vez convenientemente depurado e interpretado, elabora luego sus teorías, adquiere una especial relevancia en sí mismo como material de reflexión, pues permite completar o contrastar de forma muy significativa los relatos cuidadosamente construidos desde la historiografía ideológica convencional. Y así, en el caso que nos ocupa, la descripción de una reunión de S o B o de la forma en que Debord y Michèle Bernstein decidieron dar por finalizada su amistad con el propio Blanchard trascienden lo meramente anecdótico para ofrecer un valiosísimo material de contraste con los relatos meramente "ideológicos" y poner en primer plano aspectos que suelen quedar vergonzantemente ocultos, como es la importancia del carácter y la personalidad de quienes generan y defienden las ideas. A este respecto, resulta ejemplar la naturalidad con que Blanchard consigue entrelazar su visión sobre las personalidades de Debord y Castoriadis, exponiendo sus aspectos más deslumbrantes y mezquinos, con el análisis lúcido de sus ideas, sin emborronar innecesariamente estas últimas.
El núcleo duro de la IS. De izquierda a derecha: Guy DeborD, Michele Berstein y Asger Jorn
Lejos del afán de trivial desmitificación interesada que ha guiado a algunos de los supuestos sesentayochistas arrepentidos, este ejercicio permite desentrañar de forma muy directa muchas de las aparentes contradicciones entre pensamiento y acción, sobre teoría y práctica, sobre organización y reflexión, un debate que ha obsesionado a la izquierda durante la segunda mitad del siglo pasado, y a la vez cumplir con la función ineludible de tender puentes generacionales. Las experiencias italianas de historia oral en torno al movimiento del 77 publicadas en forma de entrevistas, o las conversaciones con personas del entorno situacionista publicadas por la revista "Archives & Documents Situationnistes", o los dos documentales sobre la experiencia de Numax realizados por Joaquin Jordá son ejemplos de lo fructífera que puede ser esta línea de indagación. Ocioso es recordar lo especialmente oportuna que puede ser para el caso español, donde el relato oficial de la transición ha acabado sustituyendo todos los demás relatos y donde el concepto de memoria histórica esta adquiriendo tintes paródicos o donde el salto sin red desde el maoísmo radical hasta Lyotard ha servido para alimentar el de la extrema derecha. Aplicado al ámbito del que se ocupa el libro, también sería especialmente interesante profundizar sobre cómo las ideas de la IS y de S o B, al contrario que en otros lugares, tuvieron en España un especial calado dentro del ámbito anarquista, generando una versión autóctona del consejismo.
Otra propuesta de reflexión que se infiere de los textos de este libro sería la relacionada con la importancia de lo simbólico como herramienta de transformación, algo en lo que los situacionistas, provenientes del campo del arte, demostraron un talento magistral y una capacidad de seducción muy superior a la que reflejaban los textos austeros y más bien áridos de los socialbárbaros, aunque estos últimos fueran en muchos casos más comprensibles y, desde luego, menos elitistas.
Son muchas otras, como decimos, las líneas de reflexión e indagación que sugiere este volumen de aspecto inofensivo: la insuficiencia e incluso ceguera situacionista y, en menor medida, también de S o B, frente al paradigma ecológico y frente al feminismo (como sugiere la propia Hélène Arnold), en un momento en que tanto uno como otro habían ya generado textos y experiencias fundamentales, para lo cual habría que indagar, entre otras experiencias, en las interrelaciones con la "escena" alemana y con los Grüne y en desarrollos ulteriores del discurso situacionista como el de L'Encyclopedie des Nuisances o Los Amigos de Ludd; o la utilidad del concepto de autonomía y de democracia directa tal como lo formula Castoriadis en un momento como el actual en que el discurso sobre la participación ciudadana empieza a permear todos los ámbitos, desde los institucionales hasta los antagonistas...
Confiemos en que este libro y otras iniciativas posteriores del mismo cariz puedan ayudar a profundizar en todas estas líneas de indagación, aportando material para poner obstáculos a lo que, por momentos, parece el avance ineludible de la barbarie.
CRISIS DE PALABRAS. Notas a partir de Cornelius Castoriadis y Guy DebordEdición y prólogo de Amador Fernández-Savater