Jugábamos a las palabras encadenadas en clase. Tocaba la N. Elegí: numismática. El profesor me dijo que eso era un invento mío. Me eliminó del juego. Rechisté, pero la ronda continuó. Yo sabía que no mentía. Lo sabía puesto que, de camino al mayor supermercado de la ciudad, cuando paseábamos con mi madre, siempre me fijaba en un balcón con ese título. Allí había un centro de ávidos numismáticos. ¡Claro que existían! Supe ahí que me costaría constantemente defender mi voz ante el que cree que lo sabe todo, que debería imponerme todo el tiempo con la máxima luz posible. Ya lo escribió Annie Ernaux en Perderse, " la pasión colma la existencia, a punto de explotar ". Todo exigiría la explosión. Sin pasión no conseguiría nunca nada.
La importancia de la palabra. Las sílabas concretas que el receptor capturará para no olvidar. Aquellas consonantes que sonarán en nuestra cabeza con el tiempo, que nos traerán de nuevo a las personas, los sentimientos, las angustias. Tan solo un vocablo será capaz de activar nuestra memoria. Lola Mascarell, en Nosotras ya no estaremos, dice que " escribir es una forma de conjurar los miedos. [...] que es en la fertilidad del tiempo vacío donde surgen las grandes ideas. " Cuando creemos que no puede pasar nada, cuando pensamos que corre la normalidad, cuando no imaginamos que aquello sea tan estremecedor en un futuro. Es entonces cuando podemos, y debemos, escribir para conjurar ese miedo. Escribir para confabularnos con el remedio.
Todo esto viene por Luis. Viene por Luis, por Almudena. Porque, aunque a veces parezca que no se tiene qué decir, surge. Porque la enfermedad avisa, sí, pero duele inmensamente igual que la sorpresa. Porque nunca se está preparada para la muerte. Escribí a Luis porque el duelo de verdad era el suyo. Y la amistad es dejar a un lado la cobardía y sacar del cajón el abrigo, el amparo, el abrazo más ancho que una tiene. Almudena ya no está, no estará más y entre todas las palabras de la respuesta de Luis anoté "abismo". Entre todas ellas, bonitas y cariñosas, anoté "abismo". Cada expresión tiene su momento. Él lo sabe mejor que nadie.
" ... cuando la piel se apague, / cuando el amor se abrace con la muerte / y se pongan más serias nuestras fotografías, / sobre el acantilado del recuerdo, / después que mi memoria se convierta en arena, / por detrás de la última mentira, / yo seguiré esperando. "
Ante el abismo recuperé su espera, el acantilado del recuerdo. Aquellos días en los que solo pensaba en cuándo llegaría la muerte. Solo era un pensamiento. Y me reafirmaba en los versos de María Sotomayor en Fiera, " Debe ser que al final / todas la palabras significan lo que una quiera vivirlas. " El abismo será solo una palabra y se llenará, Luis.