Revista Educación

Palabras, palabrejas y palabros

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Palabras, palabrejas y palabros

El otro día comentaba una amiga lo difícil que resulta decir podcast. A lo que yo le respondí que lo mismo ocurre con Decathlon o Huawei, para lo que se requiere una dicción que solo está al alcance de unos cuantos privilegiados.

De hecho, estoy plenamente convencido de que algunas palabras, correspondan a marcas comerciales o no, están diseñadas con el único objetivo de ridiculizar al que las pronuncia.

No sé a ustedes, pero a mí me saca de quicio la dichosa manía de buscar un anglicismo para cualquier cosa que esté de moda, como si eso le fuera a otorgar más relevancia.

Eso pasa mucho en el ámbito empresarial, donde las palabrejas en inglés se han colado como una plaga imposible de purgar y que, lejos de conferir autoridad y prestigio al que se atreva a utilizarlas, acaban por convertirse en un auténtico arma de doble filo.

Tanto es así que en las reuniones de los consejos de administración de esta España nuestra, o todos tienen el C2 de la Escuela Oficial de Idiomas y un máster en Logopedia o mucho me temo que las conversaciones entre sus miembros se terminan pareciendo más a una convención de tartamudos recitando trabalenguas. (Y si no me cree, trate de elaborar un discurso incluyendo palabras o expresiones como engagement, benchmarking, outsourcing, known how, inbound marketing, briefing, brainstorming o networking sin que el resultado sea susceptible de provocar al menos una sonrisilla malévola entre los presentes).

No obstante, este fenómeno no es exclusivo del sector del (¿ve lo que le digo? hasta yo que voy justito de inglés caigo en la tentación😉) sino que se ha propagado de tal modo que se ha hecho omnipresente. Así, lo podemos encontrar desde en la prolija jerga científica hasta en el gremio del espectáculo (sirva de ejemplo el generalizado uso de backstage en lugar de emplear una palabra tan hermosa como bambalinas).

Por otro lado, tampoco es necesario recurrir a los vocablos en inglés o en otras lenguas, ya que nuestro idioma, que con más de 93.000 palabras es uno de los más ricos del mundo, cuenta con suficientes palabras-trampa para complicar la vida a cualquier orador castellanoparlante.

Ni siquiera hace falta disertar sobre medicina (pongamos por caso electrocardiograma, arteriosclerosis, ácido desoxirribonucleico, etcétera) ni ponerse finolis o utilizar palabros intelectualoides para trastabillarse hablando ­(diga usted idiosincrasia, inexorable o trampantojo) ya que en cualquier charla cotidiana pueden surgir palabras aparentemente sencillas, pero que, al mencionarlas, nos pueden dejar en mal lugar ( metacrilato, ventrílocuo, murciélago, despotricar ...)

Igualmente, se da la paradoja de que existen palabras casi impronunciables, pero que definen conceptos o acciones tremendamente bellos como solidaridad, sororidad, resiliencia, serendipia, flirtear, melifluo o petricor que, aunque la Real Academia de la Lengua aún no la ha incluido en su diccionario, sirve para denominar al olor que produce la lluvia al caer sobre los suelos secos.

Sin embargo, no sé a cuento de qué, la fonética simple de muchos insultos o de palabras que representan la mezquindad o la adversidad y que uno jamás quiere escuchar, como odio, rencor, mentira, guerra, hambre, muerte o enfermedad, son tan fáciles de vocalizar.

Palabras, palabrejas y palabros

Volver a la Portada de Logo Paperblog