Revista En Femenino

Palabras que duelen, silencios que sanan.

Por Almapau @princesas_os

No soy de recrearme en tristezas, si una gran virtud creo que tengo es la de mirar hacia delante y sacar el lado positivo a todo lo que me rodea.
No suelo revolcarme en las heridas, las cierro y cuento las cicatrices con el regocijo de saberlas superadas.

Hace unos días un encuentro casual con una persona a la que apenas conozco por una relación laboral escasa, la última vez que nos vimos me sabía embarazada.
La pregunta es obvia casi 4 meses después.
La respuesta triste.
Su reacción en cambio un alegre: Qué bien no? Si total tu ya tienes dos y con la que esta cayendo te han hecho un favor.
Sin mas.
Un comentario aunque seguro sin maldad, dicho por una persona con la que ni siquiera tienes confianza. Devastador. Simplemente.
Simplemente ESO NO SE DICE. NUNCA!
Y a sabiendas de su bondad y de su buena intención, la de dar un consuelo no solicitado.
Una perdida es algo muy serio, doliente y triste. Jamás una alegría. Se que su propósito no ha sido dañar, simplemente una falta abismal de tacto.

En el hospital, una matrona, recién recibida la noticia también me hizo un comentario parecido para consolar mis lagrimas:
Al menos tienes dos. Podía ser peor. Lo has buscado mucho tiempo? No? Pues anda fíjate, a por otro y ya esta!
Una matrona… Una persona que a diario brega y lucha con nacimientos, con madres, con mujeres, y sabe de la alegría de las llegadas, no ha de saber o intuir por tanto la tristeza de un no nacimiento?

Amistades, conocidos, compañeros… Que con toda la buena voluntad intentan endulzarlo, como si fuese un resfriado común, con un seguro que era lo mejor, ya vendrán otros, estabas de poco…
Terrones de azúcar que amargan como hiel, que atragantan, se encementan en el estómago y pesan y arden como rocas al rojo…

Podría dilatarme explicando la profundidad del dolor de una mujer con su perdida.
Podría afanarme en intentar mediante palabras hermosas explicar tanto sentimiento.
Pero hoy no quiero.
No voy a embellecer el hecho para explicarlo, voy a ser cruda y concisa.

Un aborto no es un resfriado. Un aborto es una perdida. Descarnada y fría.
Un aborto es la muerte de un ser querido, el mas querido de todos, el amor mas duradero y fiel, el amor de una madre.
Es la muerte de un hijo, de tu propia sangre, de tu propia carne.
Es la muerte de un hijo dentro de ti.
Es el desahucio de una vida por tu propio cuerpo.
Es la repulsa y expulsión del fruto de tu vientre por tu naturaleza. Un infanticidio congénito.
Tu vientre, tu cuerpo, tu, eres el causante de su comienzo y su final.

En ese momento el dolor es tal que te haces muchas preguntas: ¿Por qué a mi? ¿Cómo? ¿No tenía futuro o ha sido mi naturaleza renegando de él? ¿ Se ha ido porque me sabía incompetente?
Son preguntas incongruentes en muchos casos, pero están ahí, una forma de castigar inconscientemente tu alma.

Así que no, no es una alegría, no es algo que superar sin mas como quien supera un resfriado.
No quiero que te sientas obligado a buscar el lado positivo, ni a consolarme con palabras sin sentido y absurdas.
No sabes lo que es, y ojalá nunca lo sepas. Que nunca tengas que llorar a un hijo no nacido.
No te pido que empatices conmigo, ni con las miles de mujeres que lo han pasado antes que yo, ni con las miles que lo pasaran después.
No te pido que me acompañes ni que lo comprendas.
No he solicitado tu lástima, ni quiero que te sientas conmovido.
Entiendo que no lo entiendas y lo respeto.
Tan sólo te pido una cosa.
Silencio.

Porque a veces no hay consuelo mas cálido que la falta de palabras.
Porque hoy sólo necesito un abrazo.

Palabras que duelen, silencios que sanan.


Palabras que duelen, silencios que sanan.

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