Hace unos días estaba sentada en la iglesia junto a mi hermana, y al abrir mi Biblia (en castellano y en inglés, con las tapas lilas, super chula), encontré entre las páginas una foto mía de cuando cumplí seis años. Se la acerqué a mi hermana y nos reímos entre dientes. En unos pocos segundo pensé en aquella niña pequeña y en todo lo que se le vendría encima en el futuro. Viéndola tan sonriente a punto de apagar las velas del pastel, susurré: "Pobrecita..."
A raíz de eso, mi hermana empezó a echarme bronca (con cariño) y a recordarme que muchas veces hablamos de nosotros mismos de forma que nuestros mini yo no se merecen. "Piensa como si tuvieras que cuidar de esa niña pequeña". Y por lo tanto, hay que dejar de decirnos "qué tonta soy, es que menudo desastre estoy hecha, no valgo para esto" etc. Si lleváramos a nuestros mini yo con nosotros todo el día a nuestro lado, ¿le hablaríamos como nos hablamos normalmente?
Puede que con el paso del tiempo, la edad nos haya hecho algo más maduros, pero no hemos dejado de ser aquellos mini yo, sensibles a las palabras negativas y de menosprecio. Si nos habláramos a nosotros mismos y nos cuidáramos como cuidaríamos a nuestro yo de seis años, otro gallo cantaría.
Y esto también es importante a la hora de cuidarnos físicamente. La manera de alimentarnos importa, el descanso importa, el someternos a estrés excesivo importa, cargar con demasiadas presiones importa. ¿Qué no harías por el bien de tu versión de seis añitos?
Se lo debo a mi mini yo (que por cierto es super mona xD), se lo debo a mi chico y a mi familia, que son a quienes tengo cerca, y se lo debo al Creador que me diseñó con aquella sonrisa de oreja a oreja y aquella ilusión por vivir.