Herencia laminera
Palabra diseñada por @lcuni.
Cuando Ángeles entró en la cocina, su hijo observaba la tarta a través de la puerta del horno, embelesado. —Anda, laminero, quita de ahí, que no es para ti —le dijo. Lo estaba viendo venir: en cuanto viera la oportunidad, le metería mano, cosa que no podía permitir, pues era el regalo para su amiga Mariló, que cumplía años ese mismo día.Así pues, sacó la tarta del horno y se llevó a su hijo a otra habitación, sin perderle de vista ni un segundo porque sabía que, al menor despiste, correría a la cocina a robar un poco. Por desgracia, no tuvo en cuenta que el padre, de quien el niño había heredado esa obsesión por las tartas, tampoco podría resistirse a la tentación de probarla. Tardó apenas unos segundos en reaccionar cuando le vio pasar en dirección a la cocina, pero fue suficiente: para cuando quiso avisarle, él ya tenía un pedazo en la mano y le había pegado un buen bocado.Resignada, cortó otro trozo para su impaciente hijo, que miraba a su papá como si fuera un héroe por haber conseguido el acceso al suculento manjar. Luego, les prohibió a los dos volver a entrar en la cocina y sacó los ingredientes para repetir la receta. Cuando iba a meter la tarta estropeada en la nevera, no obstante, no pudo evitar que la gula se apoderara de ella. «De perdidos al río», pensó, y también se cortó un buen pedazo para ella.---------------------------------------------------------------------------------
Todas las historias y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.Follow @DeborahFMu