Llegan las fechas más esperadas, conflictivas, deseadas, peleonas, consumistas del año, las Navidades. Porque no nos engañemos, que no todo es tan bonito como lo pintan. Los niños perciben dos cosas claras: las vacaciones escolares y los regalos. A esto de los regalos yo lo llamo consumismo. Los nenes, desde temprana edad, aprenden a coger un catálogo de juguetes e ir escogiendo con el dedo. Se programan los juguetes elegidos: "este para Papá Noel, este otro para Navidad, y si acaso el otro por mi cumpleaños". Nunca tienen suficiente.
Mi hijo ya está metido de lleno en esto del consumismo navideño. No me quito yo parte de la culpa desde luego. El otro día nos sorprendió con la siguiente conversación:
Peque: - Y quiero que Papá Noel me traiga el Hot wheels de Cars, y a Rayo McQueen de ruedas blancas, y este cuento que no tengo, y ........, y ........ Y si no lo tiene Papá Noel, me lo compras tu, y esto, y lo otro..... y lo de más allá.....
Mamá: - Bueno peque, para el carro, no podemos comprar tantas cosas, que no hay dinero para todo.
El peque se queda pensativo unos segundos, su vertiginosa mente da una vuelta de rosca a lo que acaba de escuchar.
Peque: - Mamá, ¡pues entonces tendremos que comprar dinero!.
Ahí queda eso.
Quiero aprovechar este post para que todos reflexionemos un poco. Yo lo hago cada día y me consta que a veces es difícil parar. Los niños aprenden muy rápido cómo y a quienes pedir. Los abuelos, pobres, en su ansia por hacerles felices y darles cualquier cosa que deseen, no se dan cuenta del mal que pueden hacerles. Familia, no hace falta comprarles muchas cosas, no son necesarios los últimos modelos de juguetes, no hace falta gastarse una fortuna en estas fiestas. Probad una cosa, coged una caja de cartón del tamaño de los nenes, decoradla, haced una casita, pintarla ventanas, recortad una puerta, ¿me creeríais si os digo que seguramente fuese el mejor regalo para ellos?.