Revista Cultura y Ocio
Mientras que alguno, yo diría más bien alguna , se va de la lengua antes de cuenta y ha saltado el rumor de que cesan a Helga Schmidt la temporada del Palau de les Arts sigue su curso, así que no vamos a hablar del rumor lanzado por el molusco de turno sin que sea oficial. Esta vez se trataba de una reposición, La Vida Breve de Manuel de Falla, que cuenta con una sencilla, brillante, expresionista y rojiza puesta en escena de Giancarlo del Monaco consistente en escasos elementos escénicos (dos paneles verticales, un ventilador, una pequeña plataforma con una cruz -símbolo del vía crucis vivido por la protagonista, tópico pero efectivo, no provocador a estas alturas- y un conjunto de sillas de eneas) y un muy inteligente uso de la iluminación que realza el ambiente de opresión en el que sobrevive ese animal acorralado que es Salud, la protagonista, mejora notablemente un libreto que es ciertamente endeble pero que, a su vez, ofrece muchísimas posibilidades escénicas como demuestra Del Monaco, quizás la puesta resulte demasiado asfixiante y monótona durante el primer acto, claro que lo primero es lo que se propone el director, lo segundo no tanto. Yo soy de los que gozaron de la dirección de Maazel cuando se estrenó la producción, me impactó esa forma de desguazar la partitura, de resaltar determinados contrastes, de ofrecerla no como un todo sino en planos como si uno pudiera detenerse y "contemplar"(no se me ocurre otra forma de expresarlo) la música, algo que es por definición dinámico. Wellber, por el contrario, ofrece una dirección más fluida, menos genial (afortunadamente para él, no sé si muchos se lo permitirían) pero que musicalmente también funciona. Me había gustado mucho Gallardo-Domâs en el estreno, esta vez no tanto, la voz se destemplaba completamente al pasar de la media voz (hizo un uso brillante de ella) al forte, en todo caso es un papel que se adapta bien a sus condiciones actuales resultando escénicamente muy creíble, el resto del elenco estuvo correcto, tampoco la obra les ofrece muchas posibilidades para sobresalir a excepción del personaje del "cantaor" o "cantaora" que estuvo bien servido por Esperanza Fernández. Si en el estreno del a producción la ópera de Falla se emparejaba, muy oportunamente, con Cavalleria Rusticana de Mascagni, esta vez lo hacía con El amor brujo, una "gitanería en un acto y dos cuadros" que uno no sabe muy bien cómo calificar, participa tanto del drama, como de la ópera o el ballet, yo creo que es en el género ballet en lo que mejor se puede encuadrar y debo confesar que, además de ser un ignorante en el género, a uno no es lo que más me gusta. El amor brujo suele interpretarse por una mezzo o por una cantaora o folcórica, en esta ocasión se ha optado por la cantaora, Esperanza Fernández, su voz no se proyectó bien por la sala y su interpretación perdió mucha efectividad. Por muy hermosa que sea la música que compuso Falla no pudo evitar que me aburriera como una ostra, que se me fuera la cabeza a otros asuntos y que deseara que el espectáculo terminara de una vez, no conseguí entrar, a veces la culpa es nuestra o tras veces falta de imaginación del artista de turno -director de escena, coreógrafo...-, nunca se sabe.