Revista Cultura y Ocio
Cuando vas a asistir a una representación de Medea de Cherubini, a poco que te hayas informado sobre la trayectoria histórica de esta ópera, es fácil que te plantees qué sentido tiene hoy ofrecerla en italiano cuando fue compuesta en francés, y con unos recitativos cantados cuando fue estrenada en París con diálogos hablados. Si uno va al Palau de les Arts y sabe que dirigirá Mehta con la orquesta titular del teatro es fácil que presuponga que la versión que se ofrecerá será la segunda, la impura. Hay varias razones para decantarse por esta versión, la principal es que fue con ella con la que Maria Callas exhumó y popularizó, de alguna manera, la obra; pero también el hecho de que las obras de arte pueden estar en contínua evolución y son susceptibles de incorporar añadidos a lo largo de la historia para convertirse en algo distinto a lo que fueron en origen; la música, el teatro o la literatura, a diferencia de la pintura, arquitectura y otras artes, tienen la ventaja de que, aunque se altere la obra inicial, ésta siempre perdura, permaneciendo inmutable; por eso siempre he defendido que hay que ser flexible con todas las propuestas que nos puedan ofrecer por descabelladas que parezcan, criticarlas si es necesario pero sin rasgarse las vestiduras por pretendidos atentados al autor, éste suele estar muy cómodo en su tumba y su obra a buen recaudo en bibliotecas, museos, archivos de audio, vídeo, etc., ni que decir tiene que hay también razones, muchísimas, para justificar acudir a la versión original de Medea (Medée), la principal es que la original se corresponde con lo que el compositor quiso que fuese su ópera.
Por lo tanto, ambas soluciones, acudir a la original o a la revisada, son válidas y los cuerpos estables de Les Arts están más capacitados para ejecutar la versión retocada que la primigenia porque ni tienen los instrumentos adecuados, ni están acostumbrados a trabajar con criterios historicistas; además, Zubin Mehta tampoco se caracteriza por su carácter "innovador" en este sentido, recordemos sus manifestaciones sobre la forma de interpretar Mozart realizadas con ocasión de Don Giovanni en esta misma temporada. Por no decir que Medea (Medée) con diálogos hablados puede perder muchos enteros para lo que los espectadores actuales estamos acostumbrados, quizás en un futuro la idea de ofrecerla tal y como la estrenó, Cherubini sea vista con mejores ojos por el espectador medio.
Representar Medea hoy en día se convierte en todo un acontecimiento, es una rareza, pocas sopranos se atreven con un rol tan complicado vocal y dramáticamente sobre el que planea la sombra de Callas (lo que le añade una pequeña dosis de morbo), una de las que se ha atrevido es la lituana Violeta Urmana, que, como todos los cantantes del reparto, debutaba el papel, Urmana tiene la voz apropiada para el rol. Además de tener un bonito timbre su voz se corresponde con el de una soprano dramática o falcón, he hecho a triunfado en Les Arts con dos papeles que corresponden a esa fronteriza tipología vocal y que también interpretó Callas: Kundry e Iphigenia, aunque Urmana, a diferencia de Callas, lo hizo en los idiomas originales, alemán y francés respectivamente. Las dudas venían de la parte dramática y es que hay muchos que consideran a la ucraniana como una soprano fría e inexpresiva. Medea es un animal acorralado, un ser solitario, sólo cuenta con el fiel apoyo de Neris y sufre una evolución psicológica a lo largo de la ópera que hay que transmitir, en el primer acto se muestra como una mujer protectora del hogar familiar dispuesta a todo para recuperar a marido e hijos, poco a poco el odio y la sed de venganza harán que su situación se vaya deteriorando llevándola a cometer varios asesinatos, entre ellos el de sus propios hijos. Esta trayectoría psicológica hay que saber plasmarla. Me ha gustado Urmana en los momentos de abandono, en los que aparece la madre, el ser que duda, menos conseguidos bajo mi punto de vista han sido los momentos en los que se exige una expresión trágica, de arrebato y fiereza. Vocalmente ha estado impecable en la zona media y grave, mientras que se ha mostrado muy tirante en los agudos, al borde del grito, pero también Callas tuvo este problema, incluso me atrevería a decir que en sus últimas Medeas superaba a Urmana en gritos, y es que Urmana me ha parecido que intentaba controlar que no se le fuera la voz, por eso al dar a los agudos antes los notaba muy tirantes que puramente gritados, en este aspecto ha mejorado muchísimo cuando a lo largo de la representación ha calentado la voz.
Pero las dificultades no se circunscriben sólo a la protagonista, también es muy exigente, aunque sus intervenciones no sean muy numerosas, el personaje de Glauce, que ha sido interpretado por la soprano valenciana Ofelia Sala, hay que tener una excelente técnica vocal para desarrollar las ornamentaciones en su gluckiana-mozartiana aria de entrada "O Amore, viene a me...", el rol de Glauce se adapta perfectamente a sus cualidades vocales, aunque tiene una voz bien timbrada había momentos en los que afloraban opacidades, faltaba algo de metal. No ha sido una Glauce que me haya convencido totalmente.
La mezzosoprano madrileña María José Montiel interpretó el papel de la fiel y abnegada Neris, ha realizado una excelente interpretación, cuidando siembre la intención y siendo muy expresiva, su aria "Solo un pianto", magníficamente acompañada por el fagot, ha sido uno de los grandes momentos de esta función.
En los papeles masculinos, participaban dos cantantes eslavos: el ucraniano Dmitri Beloselski, que interpretaba a Creonte, rey de Corinto, que tiene una voz de auténtico bajo, de esas que hoy no es fácil encontrar, nada más por esta razón ya ha valido la pena escucharlo aunque su línea de canto no haya sido todo lo pulida que a uno le hubiera gustado; el segundo cantante ucraniano era el tenor petersburgués Serguéi Skorojodov que asumía el papel de Jasón, tiene un timbre interesante pero extraño, me ha recordado en muchos aspectos al de Gregory Kunde, ha cumplido su cometido con suficiencia, me gustaría escucharlo en otro tipo de repertorio.
Los cantantes del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo Leonard Bernad (Jefe de la guardia), Brigitta Simon (Primera sierva) y Hagar Sharvit (Segunda sierva) completaban el reparto de esta Medea, son papeles pequeños que no permiten hacerse una idea fiable de como es cada cantante, los tres han estado muy bien en sus respectivos papeles.
Y si hablamos de dificultades también hay que mencionar las exigencias de esta partitura para con los miembros de la orquesta y el director, Medea tiene un marcado carácter sinfónico, de hecho algunos han llegado a considerarla casi un oratorio. La Orquesta de la Comunitat Valenciana y Coro de la Generalitat han estado al nivel al que nos tienen acostumbrados, con momentos espléndidos como el concertante del primer acto (magnífico el oboe solista) y la obertura e introducción orquestal de los actos segundo y tercero, Zubin Mehta también ha estado al nivel acostumbrado, su dirección me ha recordado mucho a su Fidelio, ofrecido en Les Arts en dos ocasiones, sólo ha tapado a los cantantes en momentos muy puntuales, quizás en la introducción orquestal ha abusado de elementos percusivos pero ha obtenido un resultado espectacular.
Muchas dificultades ¿no? Pues aún hay más, la que se deriva de querer aprovechar una misma escenografía para dos óperas tan distintas como Il trovatore y la que nos ocupa. Hay que aplaudir el trabajo de Gerardo Vera, con los mismos elementos ha sido capaz de realizar dos escenografías totalmente distintas, si con Il trovatore acentuaba la presencia del fuego y el ambiente nocturo con Medea ha utlizado la fuerza del rojo para ir mostrando como la sanguinaria sed de venganza se iba apoderando poco a poco de la protagonista. La escenografía aprovechaba una escalinata sobre la que parecía que acababa de caer un bomba causando un boquete para situar a los protagonistas del drama en diferentes planos y dar movilidad escénica. Una Medea en la que el mar ho el agua ha estado siempre presente. Esta vez no ha habido ni un solo abucheo.
Al igual que ocurriera con Il trovatore Alejandro Andújar, adjunto a la dirección de escena, se ha encargado de un vestuario inclasificable dentro de una época concreta, mezclando diseños clásicos con otros más actuales, la iluminación corrió a cargo de Juan Gómez Cornejo ha producido efectos muy plásticos y las videocreaciones de Álvaro Luna han contribuido eficazmente a explicar la acción dramática y musical, como la cabeza del carnero dando vueltas representando la maldición del vellocino de oro o la ilustración de la tempestad en el mar).
En definitiva, una tarde-noche de ópera de lo más placentera. La nota negativa se la lleva la poca asistencia de público, es una lástima, yo creo que entre anunciarse en todas las paradas de autobús de la ciudad y área metropolitana, y no anunciarse en ningún lado tiene que haber un término medio.
Y para finalizar una anécdota: El primer conocimiento que tuve de Medea de Cherubini no vino a través de Callas sino de Caballé, fue a finales de los noventa en unas representaciones en Mérida que quedaron grabadas en mi memoria sobre todo por unos cinco hechos no estrictamente musicales: porque en aquel verano hizo muchísimo calor, alcanzándose en la ciudad extremeña temperaturas que rondaron los cincuenta grados; porque los aficionados estábamos intrigados sobre si la salud vocal de Carreras seguía deteriorándose tras superar su complicada enfermedad o había motivos para pensar en una recuperación; porque la responsable del vestuario comentó para RTVE que había diseñado el collar de Medea para que fuera muy largo, llegando más abajo de la cintura de la hechicera, y que comprobó asombrada que con el volumen de Caballé el collar quedaba excesivamente corto; también recuerdo estas representaciones porque Caballé se mantuvo durante gran parte de la representación apoyada en las columnas del teatro romano atenidendo al apuntador, y finalmente las recuerdo porque me gustó muchísimo la ópera.