Palermo y Riquelme: este es el show

No soy hincha de Boca. Nunca fui a su cancha, la Bombonera. Pero me gusta el fútbol. Me agrada verlo, la pasión mucha veces le gana a la racionalidad y, a partir de allí, no importa nada más. Los medios de Capital Federal no quieren hablar de fútbol. Mejor dicho, a algunos periodistas poco les interesa ya la táctica y la técnica y cómo se plantean y planean los partidos. Pocos son los que anhelan ver caños, gambetas y grandes goles. No. Eso, al parecer, no vende más. Lo redituable por estos momentos es generar conflicto. Para ello, un arsenal desmedido de palabras, dichos, frases y declaraciones se lanzan al aire con un solo propósito: generar conflicto.
La supuesta pelea entre Riquelme y Palermo, dos hitos del fútbol argentino, uno por su magia y otro por su contundencia goleadora, pone al descubierto dos cosas (que en realidad es una sola). Por un lado, la crisis futbolística que vive uno de los equipos más ganadores de la historia argentina. Por otro, y concatenado con lo anterior, una parte del periodismo recae o da a entender que la malaria bostera es culpa de la interna y de los problemas puertas adentro del vestuario.
Una de las pocas ideas rescatables que se dijo en Estudio Fútbol, es que los jugadores en el único lugar donde demuestran qué son es dentro del campo de juego. Partiendo de esta magnifica definición, se puede decir entonces que la sequía que sufre Boca no es culpa de la supuesta pelea Palermo con Riquelme. En el mejor de los casos, no sería el detonante principal, puede llegar a ser un condicionante de segundo o tercer grado. Hecho que genera remontarme al párrafo anterior para decir que si se habla de peleas internas y se arma todo un show de fuego cruzado es porque no se habla o se deja de hablar de las malas incorporaciones, de las malas decisiones dirigenciales y del pifio que resultó ser Hugo Alves como director técnico, entre otras cosas que ya vienen de tiempo atrás.
Nuevamente, no soy hincha de Boca pero me gustaría que si los grandes medios de Buenos Aires se pasan 20 de las 24 horas hablando de River y Boca por lo menos hablen de fútbol; del juego, de las incorporaciones, de táctica, de técnica. En esas 20 horas (no se si soy generoso y me quedo corto) lo único que se escucha son declaraciones, tanto de protagonistas como de periodistas, en relación a la interna de un plantel. Todos esperan el día que los jugadores salgan, rompan sus famosos códigos y hablen de las cosas que suceden en un vestuario, qué ilusos son.
Como se sabe, Martín Palermo es un delantero implacable que ha hecho goles para todos los gustos. De cabeza, de izquierda, de derecha, con las dos al mismo tiempo, de lejos, de cerca. Además, es un deportista que siempre lucho contra la adversidad de varias y muy complicadas lesiones. Por su parte, Juan Román Riquelme nació con el privelegio de ser un 10. Uno chapado a la antigua. Alguien que es amigo de la pelota y hace con ella lo que quiere, el pase de más de 50 metros en Japón para la definición de Palermo frente al Real Madrid es prueba de ello. Un tipo que en pocos metros define jugadas y partidos.
Finalmente, lo que debería hacer el periodismo deportivo (como le gusta decir a Alejandro Fabbri que también es periodismo) es, en primer lugar, informar sobre partidos, autoridades, curiosidades, sanciones, etc; y en segundo, opinar del juego. De este bendito juego que tanto nos gusta y nos apasiona ver. Pero sólo eso. Trasladarse a las internas tal como las vedettes ya es tarea de otro sector de los medios de comunicación.