Revista Cultura y Ocio

Pallantia

Por Jesús Marcial Grande Gutiérrez
Pallantia
Te contaré un secreto: a falta de santo, que ningún San Jesús hubo que llegara a ello hasta hace bien poco pues ese nombre era considerado blasfemia, yo cumplo años dos veces: una por lo civil y otra por lo natural.
Todo ocurrió  por ser mis padres muy  pobres, y despistados. Tras el parto en el Hospital Provincial olvidaron inscribirme en el registro en su momento y ello les obligó luego a mentir sobre mi fecha de nacimiento. Tuvieron que declarar que fue dos días después de la fecha real, para no pagar la pequeña multa que les hubieran impuesto (pequeña para la mayoría, pero grande para ellos). Así, ante la doble gloria del 12 de octubre, fiesta nacional y de la Virgen del Pilar, tengo la íntima (y secreta) satisfacción de mi aniversario real el 10 de octubre donde mi cuerpo sabe que me alineo de nuevo con el sol y los planetas de mi nacimiento.
Nací en Palencia, con P. Lo aclaro porque el cincuenta por ciento de las veces que lo digo, lo confunden con Valencia, ciudad de más renombre por múltiples motivos. Palencia, sí, la humilde ciudad castellana de apenas 82.000 habitantes, antiguo poblado ocupado por las tribus celtíberas de los vacceos, y cuyo topónimo corresponde seguramente a ser un "cerro amesetado".  Palencia posee una bandera morada participando así de el clásico error de atribuir el color morado a las banderas carmesí de los antiguos pendones de Castilla. Hoy se sabe que el morado resulta de una degradación natural de los tintes que se empleaban entonces para conseguir el encarnado o gules de los pendones. Su escudo, cuarteado, tiene en cuarteles opuestos sendas torres (representando al condado de Castilla del que formaba arte) y dos cruces merecidas por la actuación de los palentinos en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212.
De su historia antigua guarda algún recuerdo romano como su Puentecilla (puente sobre el rio Carrión). Pero su mayor esplendor legó en la época visigótica, en la que llegó a ser doble sede (de la corte y episcopal). La cripta de San Antolín y la cercana iglesia visigótica de San Juan de Baños atestiguan su importancia en esta época. El la turbulenta Edad Media tuvo mucha proyección en los acontecimientos de León y de Castilla. Entre 1208 y 1212, y a instancias del Obispo Tello Téllez de Meneses, el rey Alfonso VIII de Castilla, estableció una institución educativa que fue la primera Universidad de España denominada Universidad de Palencia o Estudio General de Palencia, recibiendo la aprobación pontificia de Honorio III en 1221 y desapareciendo unas décadas más tarde.
Sus mujeres fueron de armas tomar, literalmente. Ocurrió en 1388, cuando los hombres de la ciudad estaban fuera luchando a las órdenes de Juan I de Castilla que intentaba detener el avance de ingleses y portugueses tras la debacle castellana en Aljubarrota.  En aquel año las tropas del Duque de Lancaster llegaron con intención de saquear la ciudad apretados por los fiascos al aprovisionarse en Benavente y Valderas. Pero las mujeres palentinas se armaron con lo que pudieron y la defendieron valerosamente evitando la sometiera. Es más, en vez de esperar el  previsible ataque de los ingleses se armaron con lo que pudieron y les sorprendieron en el remanso del río Carrión donde estaban acampados a la espera de la segura victoria del día siguiente. Con los pañuelos anudados, los zuecos y los mandiles, blandiendo rastrillos y guadañas, las palentinas forman un ejército insólito, tan extraño que parece algo sobrenatural, incluso tenebroso. Pese a las numerosas muertes entre las mujeres palentinas las tropas del Duque terminaron replegándose. Palencia fue salvada por el arrojo y empeño de sus valerosas mujeres. La campaña del Duque resultó finalmente un desastre y Juan I (siempre prudente y dispuesto a pactar) firmó con él el tratado de Bayona en 1388 donde acordaron el matrimonio de don Enrique, heredero del trono de Castilla, con Catalina, hija del duque inglés y nieta de Pedro I el Cruel por línea materna. Impresionados por la resistencia de las mujeres de Palencia, el duque y el monarca castellano escogieron esta ciudad para la celebración de la boda, que tendría lugar el 17 de septiembre en la catedral de San Antolín. Como premio a su gran valor, Juan I concedió a las mujeres palentinas el "derecho de tocas", permitiéndoles llevar en sus tocados una banda de color rojo y oro, símbolo de la ciudad y que hasta entonces era derecho exclusivo de los caballeros. Hoy en día queda recuerdo patente de ello en la banda amarilla que luce su traje regional.
Su catedral, la bella desconocida, está inconclusa: nunca se han llegado a construir las dos torres que acostumbraban a presentar las catedrales castellanas. El templo actual se asienta sobre una primera catedral visigótica y otra posterior románica.
Durante el s. XVI formó parte, junto a otras ciudades de Castilla, del corazón económico y demográfico del Imperio Español, que "esta es Castilla, que face a los omes e los gasta" como muy bien dijo Alfonso Fernández Coronel antes de morir ejecutado siglos antes. En el s. XVIII llega hasta la villa el Canal de Castilla, impulsado por Fernando VII y Carlos III, una de las mayores obras de ingeniería de Europa en la época. En la primera mitad del s. XX la ciudad adquiere importancia en la I Guerra Mundial y la Guerra Civil Española al hacerse importante el abastecimiento de materias primas muy necesarias como harina, lanas y armas. En la actualidad la demografía está en declive. Muchos palentinos emigran al carecer de tejido industrial (si bien es notable la industria agroalimentaria y automovilística, pero nunca respondiendo a las posibilidades que ofrece la provincia; no hace muchos años desde que la harina de Tierra de Campos era embarcada en el ferrocarril para fabricar galletas en Cataluña o el País Vasco, por ejemplo). 
Y este es un breve recorrido panorámico histórico por la ciudad que me vio nacer. Tenía necesidad de realizar una entrada sobre ella, se lo debía. Agradezco a Wikipedia y otras fuentes  parte de los datos documentales que aquí he vertido. 
En esta ciudad pasé la primera semana de mi vida, en la cuna del hospital que, según cuenta mi madre, estaba muy cerca de la fábrica de armas. Luego me llevaron envuelto en pañales a Ayuela donde pasé el primer año de mi vida. Es sorprendente que, pese a ser mi lugar de nacimiento y haber pasado gran parte de los veranos de mi vida en uno de los pueblos de la provincia, la haya visitado tan poco. Apenas recorrí sus calles en alguna ocasión, de paso. La he visitado de nuevo la realizar la ruta del Canal de Castilla. Pernocté en ella a la ida y a la vuelta de esa ruta. Hace un par de días visité el hotel "El Jardinillo", donde estuve hospedado y dejé mi bici en un estrecho pasillo de la plana baja. Aquel hotel fue la opción después de que, preguntando por un lugar económico para pasar la noche, me enviaran al albergue de transeuntes. No, la necesidad no era tanta.  En la actualidad viven en ellas mis tres  primas así que no faltan casas que visitar. Poco a poco la voy conociendo. Su casco histórico, casi completamente peatonal, sus numerosos y coquetos jardines y sus múltiples monumentos son un regalo de cumpleaños, antiguo pero desconocido, que voy abriendo poco.

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