
ISBN: 9788499980232
Páginas: 736
Precio: 22,50 €
Cuando me ponen delante una cubierta tan bonita como la de Palmeras en la nieve, no puedo evitar volverme superficial y sentir unas ganas enormes de descubrir lo que se esconde en su interior. Su título también es de lo más evocador, una bella metáfora que refleja la esencia de los protagonistas, hombres del norte que viajaron a Guinea Ecuatorial y se llevaron un pedacito de ella en su corazón. Aunque no siento ningún interés particular por África, pienso que cualquier tema resulta atractivo si quien te lo cuenta consigue contagiarte su entusiasmo. Y Luz Gabás lo logra.
Luz Gabás

Sinopsis
En 1953, el joven Kilian de Rabaltué abandona el norte de España para viajar junto a su hermano Jacobo a la isla de Fernando Poo (actualmente Bioko), en Guinea Ecuatorial, que en aquellos tiempos era una colonia española. En su estancia en la finca de Sampaka, los españoles trabajan en el cultivo de uno de los mejores cacaos del mundo y supervisan la labor de los nativos africanos. Kilian enseguida muestra un fuerte interés por la cultura local, procura tratar a la gente con respeto y no tiene reparos al visitar un poblado; por ello, consigue entenderlos cuando estos se rebelan contra la autoridad y reclaman la independencia. Sin embargo, Jacobo no comparte su opinión: para él, los negros son solo negros y sus tradiciones no le merecen el menor respeto, aunque disfruta con sus mujeres. Las diferencias entre ambos se acentúan cuando Kilian se enamora de una nativa y todos se ven obligados a ocultar un secreto que arrastra sus consecuencias hasta el presente.
Comentario personal
La literatura tiene el gran poder de trasladarnos a otros lugares sin necesidad de movernos del sofá. En esta ocasión, el destino es África, con su color y sus palmeras, tan alejada de la España gris. Aunque la historia de los hermanos y ese amor prohibido sea pura ficción, se inspira en los españoles que durante la primera mitad del siglo XX viajaron a Guinea Ecuatorial con el deseo de conseguir una vida mejor para ellos y sus familias, entre los que se encontraban el padre y otros parientes de Luz Gabás. Ha habido un largo proceso de documentación para recrear con la máxima fidelidad aquel periodo, por lo que Palmeras en la nieve se puede definir como una novela que aúna aprendizaje y entretenimiento.

Pero no todo es África en los años cincuenta y sucesivos: en 2003, Clarence (que se llama así por una razón, no es un capricho de la autora) regresa a Bioko para descubrir ese secreto. La hija-sobrina que desea investigar a raíz de una carta me parece un buen planteamiento, me enganchó. Cuando se salta de los años cincuenta al presente sentí pereza porque estaba absorbida por la trama de Kilian y Jacobo; sin embargo, enseguida empecé a sentir interés por la historia de Clarence porque también tiene muchos elementos atrayentes, como la nueva situación de la isla. De los personajes en presente, ninguno me ha cautivado tanto como los del pasado: Clarence e Iniko me han convencido, pero se podría haber profundizado más en Laha y Daniela, que me transmitieron una sensación de perfección artificial similar a la de Bisila.

Voy a extenderme más con las cuestiones sentimentales, que tienen una gran presencia en la obra. En el capítulo introductorio conocemos la relación de Kilian y Bisila; ahora bien, ese no es el único amor que surge, en realidad hay dos más: uno pasional y fugaz, y otro sereno y encantador (quienes lo hayan leído sabrán a cuáles me refiero). El primero me gustó por su intensidad y por salirse de lo políticamente correcto, por decirlo de alguna manera; el segundo, en cambio, me pareció cargante porque comienza inmediatamente después del anterior y está marcado por esos tintes de culebrón que os comentaba. Además, la historia principal, la de Kilian y Bisila, no me pareció creíble; no porque provengan de culturas distintas, sino por el modo en el que se enamoran, a primera vista y sin conocerse. Y en cuanto empiezan, todo va rápido. No he conseguido vibrar con su «amor prohibido», he añorado el realismo. De todos modos, soy consciente de que esto no será un inconveniente para los lectores más románticos.

Cambiando de tercio, quiero hacer una mención especial a su maravillosa y cuidada estructura: se empieza con un capítulo bellísimo, lleno de ímpetu y sentimientos que arrastran al lector (¡así debe comenzar una novela!); después se hace un salto al pasado, luego se vuelve al presente, de nuevo atrás y un último cambio para narrar el final. Los títulos de los capítulos de estos cuatro tramos están escritos en lenguas distintas: pitinglish (una mezcla de inglés y castellano con la que los españoles se dirigían a los nativos), español, pasolobinés (aragonés), bubi (el idioma de los nativos de Fernando Poo) y finalmente español. Esto está directamente relacionado con el contenido de cada parte, lo que me pareció un detalle original y bien encontrado. Además, he apreciado que todos los capítulos tienen un cierre magnífico, se nota que se ha prestado atención a todo.

Conclusión
A pesar de las críticas negativas, no olvidemos que se trata de una obra de más de setecientas páginas y que, como es natural, da para muchos comentarios. Lo cierto es que he disfrutado mucho de esta novela, los temas históricos me han parecido interesantísimos y la recreación me ha cautivado hasta tal punto que al cerrar el libro seguía pensando en África. Tal vez no se convertirá en un clásico de la literatura (ni tampoco lo pretende), pero tiene cualidades para gustar al gran público y podría llegar a ser un éxito de ventas. Si os llama la atención, podéis empezar a leer algunas páginas (no las primeras). Por mi parte, solo me queda añadir que a mí también se me ha quedado África en el alma.Las fotografías pertenecen al archivo familiar de la autora y están sacadas de aquí.
Mi valoración: 8/10