Me gusta el Porsche Panamera, berlina elegante a la vez que potente y entretenida, como suele suceder con todos los vehículos marca de la casa; eso mismo debe pensar el Sr. Kahn, pues se trata del vehículo que suele utilizar para pasearse por París, la ciudad de la luz, y de muchas más cosas. A D. Strauss lo acusaron de violación en Estados Unidos orquestándose una actuación teatral que dio de pensar a más de uno, y con aspecto de montaje publicitario, porque Francia es mucha Francia, y el líder socialista une, a su personalidad, el defecto de un excesivo entusiasmo ante el sexo opuesto. Una camarera termina con la carrera política de quien podría haberse costeado la mejor “escort” neoyorquina, pero la carne es débil, y el mundo sigue girando, como si tal cosa. El Sr. Hahn es de izquierdas y se solidariza mientras circula en el asiento trasero de su Panamera, que es mucho más cómodo que las favelas brasileñas o las chabolas en las que los niños pierden la vida por falta de comida y de agua. Mientras tanto, D. Strauss pide disculpas a su esposa, por la falta de respeto que supuso tirarse a la empleada del hotel que además, no era ni guapa. Aprovechando el tirón, la periodista, una tal Tristane Baron, acusó al exdirector del FMI de violación, describiendo los acontecimientos de un modo tan sutil que parece no distinguirse la línea entre la iniciativa y el delito; en todo caso, no le hubiese sucedido nada a este pobre hombre de no haber sido rico. El morbo no lo tiene un beso robado si el garboso cuerpo del enamorado varón, se colgase a las siete de la mañana de un andamio, la cuestión está en el asiento trasero del Porsche Panamera, que es accesible para muy pocos, mientras el político socialista se solidariza con los desfavorecidos que atraviesan Europa hacinados en una furgoneta. A éstos no los denuncian por robar besos, sino comida, pero eso, es otra historia.