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Panegírico. Tomos primero y segundo, de Guy Debord

Publicado el 01 febrero 2010 por José Angel Barrueco

Cada vez me gustan más los libros raros. Pero, ojo, sólo aquellos en los que el autor no se haga pajas mentales, en que todo (a pesar de las rarezas y la huida de los géneros) se entienda con un lenguaje claro. Hasta ahora no había leído a Guy Debord. Los tomos primero y segundo son los únicos que existen del Panegírico, aquella obra en marcha e inacabada. Él mismo se encargó de que quemaran los restantes manuscritos en el día de su muerte; se disparó al corazón.


El tomo primero es una especie de confesión o memoria en la que el autor habla, sin revelar fechas ni datos concretos, de su juventud, de su barrio, de su pasión por las estrategias de la guerra, de sus andanzas etílicas, de sus viajes, de la criminalidad o la economía, todo ello aderezado de citas suyas y de otros autores cuya procedencia, en la mayoría de los casos, no sabremos hasta el final. Siete capítulos muy breves y plenos de hallazgos. Debord se explica a sí mismo.


El tomo segundo es fundamentalmente visual. Para apoyar la veracidad de cuanto nos ha contado, esta parte sólo incluye fotografías, mapas, páginas manuscritas, viñetas de cómic y referencias cronológicas. En las últimas páginas nos desvela la dificultad de traducir el libro a otros idiomas. Y explica cada uno de los capítulos del primer tomo, en los que ha desplazado el sentido; ej: Así, la cuestión del lenguaje se trata por medio de la estrategia (capítulo I); las pasiones del amor, a través de la criminalidad (capítulo II) (…) Es, pues, uno de los retratos más extraños y embrujadores que he leído. El prólogo, además, es de Greil Marcus. Cuelgo uno de mis fragmentos favoritos:"Después de las circunstancias que acabo de evocar, lo que sin duda alguna marcó mi vida entera fue el hábito de beber, que adquirí rápidamente. Los vinos, los licores y las cervezas; los momentos en que unos se imponían a otros o los momentos en que se repetían, fueron trazando el curso principal y los meandros de los días, de las semanas, de los años. Otras dos o tres pasiones, de las que hablaré, han ocupado casi continuamente un amplio espacio en esta vida. Pero beber ha sido la más constante y la más presente. Del escaso número de cosas que me han gustado y he sabido hacer bien, lo que seguramente he sabido hacer mejor es beber. Aunque he leído mucho, he bebido más. He escrito mucho menos que la mayoría de la gente que escribe, pero he bebido mucho más que la mayoría de la gente que bebe. Me puedo contar entre aquellos de los que Baltasar Gracián, pensando en un grupo de escogidos que identificaba sólo con los alemanes –siendo aquí muy injusto, en detrimento de los franceses, como creo haber demostrado–, podía decir: 'Hay algunos que no se han emborrachado más que una sola vez, pero les ha durado toda la vida'”.


[Traducción de Mireya Hernández Pozuelo, Tomás González López, Amador Fernández-Savater y Álvaro García-Ormaechea]


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