Revista Opinión

‘Panem et circenses’: cómo gobierna China

Publicado el 18 enero 2018 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

‘Panem et circenses’: cómo gobierna China

Cuando en 2012 Xi Jinping era nombrado secretario general del Partido Comunista chino (PCCh), el mundo aún no sabía el cambio que el nuevo líder del gran país asiático traería consigo. Poco después, Barack Obama renovaría su mandato en Washington y en los cuatro años siguientes el cambio de peso en la política mundial se haría más evidente. Cuatro años después, Donald J. Trump ganaría las elecciones y volvería la espalda al legado de la Administración anterior. En todo este tiempo, en China todo ha permanecido políticamente estable.

Un proverbio chino reza que sin viento no puede haber olas y que sin un poco de impulso no se puede conseguir movimiento. La cultura es una pieza fundamental del poder blando de cualquier país, una manera controlada de expandir los intereses de una nación y de representar una imagen positiva de su acción exterior. Diplomacia cultural y publicidad van de la mano, se relacionan de manera axiomática y son el complemento perfecto del aumento de presencia y poder en la esfera mundial de un país.

Para ampliar: "Diplomacia cultural china, poder suave de alcance global", Esther Miranda en El Orden Mundial, 2016

A pesar de que el poder blando fue concebido como una herramienta de política exterior y no como un mecanismo de política nacional, China ha sentido la necesidad de lanzar una campaña de promoción de sus valores dentro de sus propias fronteras, de reavivar el patriotismo y el apego a la ética comunista, sobre todo de cara a unos jóvenes que cada vez viajan más, consumen más y se encuentran sumergidos en la creación de una cultura mundial. "Divulgar la gloriosa Historia y la excelente cultura de la nación china y de su gente [...] con la ayuda de todos los medios posibles" es la fórmula para la trascendencia del modelo chino para su presidente actual.

"Esto no es otro artículo sobre el poder blando"

El aparato central del PCCh -y, en consecuencia, del Gobierno chino- tiene su manera propia de comunicarse con sus ciudadanos y con el exterior: los medios de comunicación estatales, de carácter público, en los cuales se divulga la interpretación oficial de las informaciones. La agencia de noticias Xinhua, el Diario del pueblo o CCTV y sus quince canales ponen voz al régimen. No obstante, China es el mercado más grande del mundo y sus ciudadanos, unos consumidores natos a los que les gusta seguir las últimas tendencias. El gigante asiático es el país para el que el New York Times "el dinero de bolsillo se está quedando rápidamente obsoleto", en beneficio de las plataformas de pago de los teléfonos inteligentes.

La creación del poder blando, tal y como lo definió Joseph Nye en Soft power: the Means to Success in World Politics, puede descomponerse en tres elementos: cultura, valores políticos y política exterior. China -discutía Nye- pone demasiado énfasis en lo primero y se olvida de potenciar los otros dos. Esta falla en la promoción de la imagen se ha vuelto una prioridad en el reformismo de Xi. Bajo su mandato se ha dado el boom de estudiantes chinos en universidades del extranjero; además, los estudiantes de otros países en China superan ya los 450.000, muy cerca de la meta impuesta para el año 2020. Al fin y al cabo, son sus propios ciudadanos los mejores promotores de la cultura y la tradición china, de la Historia y del éxito del país, a resultas de una socialización agresiva en los valores del partido y los beneficios que el régimen socialista ha traído para la sociedad.

Para ampliar: "China's Big Bet on Soft Power", Eleanor Albert en CFR, 2017

A finales de los años noventa, la industria televisiva china provincial se encontraba en expansión con gigantes de las comunicaciones como Hunan TV, Phoenix Satellite TV o Jiangsu. Estas grandes corporaciones televisivas provinciales son las que ahora gozan de más popularidad entre el público chino y se encuentran en una competición constante por ver quién ofrece los mejores programas, con los presentadores más famosos o los participantes más conocidos.

Los medios de comunicación chinos se encuentran sujetos a las instrucciones de la Administración Estatal de Prensa, Publicaciones, Radio, Cine y Televisión (SAPPRFT por sus siglas en inglés), que coordina, supervisa y orienta la divulgación de la información y del entretenimiento ante las directivas del PCCh y examina el contenido de todas las producciones. La SAPPRFT está supeditada al Consejo de Estado chino, órgano ejecutivo central presidido por el primer ministro -en la actualidad, Li Keqiang-, al que se suman en un primer nivel cuatro vice primeros ministros y cinco consejeros. De los diez miembros de esta primera capa, solo una es una mujer: la vice primera ministra Liu Yandong. El secretario general y los ministros componen el segundo nivel de este apartado gubernamental chino, que suma 35 miembros en la actualidad.

De esta manera, la relación entre lo que el ciudadano consume y lo que el partido aprueba es increíblemente estrecha. La televisión constituye una magnífica plataforma para la exhibición del patriotismo y de los valores chinos con el objetivo de esa atracción renovada de la población hacia las especificidades políticas chinas y la justificación en ellas del éxito -económico y tecnológico- logrado en los últimos años. La clave para la estabilidad del régimen chino en el futuro podría haber sido adivinada por los romanos siglos atrás: pan y circo.

La pequeña pantalla como reflejo de una sociedad armoniosa

En 2005 la economía china consolidaba su tendencia al alza cerrando el año con un crecimiento en el PIB del 11,4%. La propiedad pública de la tierra había hecho que muchas de las parcelas de los campesinos hubieran sido tomadas por el Gobierno en pos del crecimiento económico. Así, a finales de 2005 y a principios de 2006 tuvieron lugar en el campo protestas violentas contra la autoridad.

La creciente brecha entre ricos y pobres, la incapacidad del sistema para dar respuesta a las necesidades sociales de sus ciudadanos, las altas cifras de criminalidad o la tasa de divorcio en una sociedad muy tradicional hicieron que a finales de 2006, por primera vez en 25 años, Hu Jintao y otros miembros de la élite del partido se reunieran a puerta cerrada para dar una solución. Esta sería la acuñación de una nueva prioridad política para el PCCh: la "sociedad armoniosa", el reequilibrio social por inversión estatal y conservación de la moral tradicional. Un año más tarde comenzaba la revolución de la promoción de los valores chinos y del ideal social por medio de la cultura.

La pequeña pantalla ha sido reflejo de esas ambiciones. En ella se perfilan los modelos que seguir de las generaciones más jóvenes: músicos, atletas, actores..., todos ellos pertenecen a la categoría de quienes han conseguido tener éxito bajo el paraguas del régimen. La SAPPRFT deposita en ellos la misión de convencer al público de que "aunque no vivamos en un mundo en paz, vivimos en un país que sí que lo está. Hay que valorar el momento", como declaraba el director y actor Wu Jing, protagonista de la película más taquillera de la Historia de China, Wolf Warrior II.

En 2015 la regional Hunan TV comenzó a emitir un programa que pronto se convirtió en un fenómeno de masas: Un hombre de verdad - Takes a Real Man en inglés-. En cada una de las dos temporadas emitidas, ocho celebridades comparten base con los soldados de las fuerzas de élite chinas como parte del pelotón de novatos. Tintado de un aire emocional y épico, los concursantes pasan por todas las fases del alistamiento, desde la jura de bandera hasta entrenamientos en los que se ponen de manifiesto la precisión y la preparación del Ejército chino. Prácticas confucianas como el respeto al superior y la autoperfección por medio de la práctica continuada aparecen repetidamente. Los concursantes siempre destacan la misma lección aprendida: cómo un Ejército nutrido es una pieza elemental del bienestar social. En 2016 el nadador olímpico Sun Yang, participante de la segunda temporada del programa, se quejaba a la prensa de que no se sentía cómodo con tener que "actuar" de acuerdo a un guion en un reality show.

Otro de los grandes programas que se ha ganado a la audiencia china es En nombre del pueblo - In the Name of the People en inglés-. Que el régimen de Xi ha puesto mucho énfasis por librarse de la corrupción es un secreto a voces, y lógicamente esta iniciativa es alabada por la nación china. Como primer paso, las escuchas que llevaron a la purga de varios miembros de la élite china fueron puestas a disposición del público. Hoy esto se ha convertido en un popular drama televisivo de 55 capítulos que cuenta la Historia del investigador Hou Liangping en su misión de investigar a tigres y moscas -oficiales del partido de alto y bajo nivel-. El programa comenzó a emitirse apenas unos meses antes del 19.º Congreso del PCCh en octubre de 2017, en el que Xi consolidó su poder y renovó la confianza depositada en él.

Realidad en la ficción

Se apagan las luces del teatro y comienza la película. En ella el oficial de las fuerzas especiales Leng Feng sale de prisión y se marcha a un país de África donde una gran batalla está teniendo lugar. El bando rebelde es apoyado por Dylan Corps, una compañía occidental ficticia de mercenarios capitaneada por el estadounidense Big Daddy. El protagonista de Wolf Warrior 2 -apodo cariñoso de los integrantes de este grupo de élite militar- es el de llevar a los civiles fuera del campo de batalla en dirección a la embajada china. "No te rindas si te encuentras en peligro mientras estás en el extranjero. ¡Recuerda que la patria te respalda!", dice el último fotograma junto con la imagen de un pasaporte chino. La película recaudó casi 506 millones de dólares en taquilla en los primeros doce días y ha sido nombrada como la película que representará al país del centro en los Oscar.

Los paralelismos entre la película con la realidad no dejan indiferente a nadie. En primer lugar, el hecho de que la ficción se desarrolle en África con frases como "China y África son amigos" no parece un hecho fortuito. La relación entre Pekín y el continente africano se basa en la posibilidad, en última estancia, de la extracción de materias primas para sostener su industria. 54 naciones africanas forman parte del gran círculo de amigos de gigante asiático, desde Marruecos a Egipto, a quienes presta un sexto de todo el dinero que va a parar a África, sobre todo para financiar la creación de infraestructura y la extracción de recursos naturales de la tierra.

El día del 90.º cumpleaños del Ejército de Liberación chino el país inauguraba su primera base militar fuera del continente asiático. Esta, localizada en Yibuti, era la prueba del giro en la política exterior china de actuar como el país del medio a estar más activamente involucrada en la esfera mundial. Un año antes, la marina china llevaba a cabo el primer rescate de civiles en zonas de conflicto en Yemen -algo similar sucede en Wolf Warrior 2 -.

Mientras que la acción de China está cada vez más presente en el mundo, Estados Unidos apuesta por medidas aislacionistas y se aleja de su papel de potencia siempre presente en el mundo poco a poco. El relevo es indudable y está presente en la película. Mientras que China se encuentra siempre atenta, EE. UU. no lo está. "Estamos cerrados", responde el contestador automático del consulado estadounidense en una escena en la que el protagonista se encuentra en el coche con la doctora Smith, que trabaja en África. Leng se burla preguntándole si de verdad está segura de que los marines de su nación son los mejores del mundo.

Un consumo responsable

El caso de China no es el único que tinta sus programas y películas de un patriotismo exagerado con el fin de agitar la afinidad que sienten los espectadores por el país; el caso de Hollywood es muy notorio. No obstante, en un país donde existe un control estatal muy intenso sobre los medios audiovisuales por medio de una Administración parte del Gobierno, la exposición a ello es constante. El traspaso de valores y creencias por medio del entretenimiento es una herramienta muy efectiva para todos los regímenes de uno y otro lado del planeta. Sin duda, los éxitos cinematográficos y de la pequeña pantalla china prueban dos cosas: que China está aquí para quedarse y que sus ciudadanos deben sentirse orgullosos de ello.


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