[Pantalla Líquida] Broadchurch y por qué no me importa quién mató a Danny Latimer
Jesús Benabat 22 octubre, 2013 0
No, no es que sea insensible a un acto tan atroz como el asesinato de un adolescente, ni al sufrimiento de una familia devastada por una tragedia sobrevenida de forma súbita e irreparable. Mi indiferencia respecto a los hechos que narra la serie británica Broadchurch se debe más bien a la incapacidad de sus responsables para crear una atmósfera de incertidumbre medianamente creíble en torno a una investigación policial que va dando tumbos hasta el ineludible y sorpresivo final.
Partiendo de la premisa de que las historias de asesinatos cometidos en circunstancias sospechosas, más aún si se trata de jóvenes indefensos, no es material novedoso en el mundo del cine o la televisión (a The Killing se ha sumado este año Mayday y Top of the Lake), el mínimo exigible a un nuevo producto es que aporte un enfoque diferente, una particularidad que lo distinga del resto o personajes que se alejen de los estereotipos más manidos. Algo, al fin y al cabo, que justifique dedicar nuestro tiempo a una historia mil veces contadas de forma similar simplemente por el morbo de conocer quién es el asesino que nunca hubiésemos imaginado.
Y lo cierto es que Broadchurch tenía un campo enorme para haber construido una trama turbia y atractiva con la que tenernos en ascuas: un idílico pueblo de la costa británica donde jamás se había producido un asesinato, una familia acomodada sin aparentes secretos y con una agitada vida social, un nuevo detective exiliado de la gran ciudad tras el fiasco de su último caso, y un periódico de provincias mediante el que dar rienda suelta al gusto anglosajón por el sensacionalismo más descarnado (después de la polémica de las escuchas ilegales del News of the World la subtrama estaba en bandeja).
Ingredientes todos ellos más que suficientes para que la serie no hubiese sido tan sólo una historia de suspense e investigaciones criminales al uso, sino un drama coral orquestado por el nexo de unión del asesinato de Danny Latimer. El resultado, no obstante, se aleja demasiado de las expectativas suscitadas: Broadchurch no deja de ser un producto televisivo mediocre que se vale de la intriga por conocer quien es el asesino para mantener la atención del espectador a lo largo de sus ocho episodios, y ello a pesar de que el desfile de sospechosos carece del meno atisbo de verosimilitud. Y es que, si bien es cierto que en este tipo de género se recurre demasiado al despiste para alargar el suspense (si no que se lo digan a los seguidores de The Killing), esas estrategias de distracción, es decir, las pistas que parecen indicar sin duda alguna quien es el culpable (aunque en realidad sepamos que no lo es) deben estar sustentadas en argumentos sólidos y no en premisas vagas o definitivamente increíbles, como las que se utilizan en Broadchurch para sembrar las sospechas en algunos de sus personajes. Un claro ejemplo de ello (Atención, Spoiler) es la actitud ambigua del padre de la víctima, que prefiere ser detenido como supuesto asesinato de su hijo antes que reconocer ante la policía que en realidad esa noche había estado con su amante (por no hablar del limitado registro dramático del actor que le da vida)
De hecho, este no es el único personaje desdibujado de la serie: la presencia de la madre de Danny carece de relieve en el desarrollo de la trama, los sospechosos pecan de ingenuidad en su relación con la policía, el joven periodista del diario local se limita a publicar en Twitter la identidad de la víctima cuando probablemente ya medio pueblo la conocía para después plegarse al código de buenas conductas de la profesión (algo poco habitual en este tipo de casos), la otra periodista recién llegada de Londres (tan sólo una, ¿donde está el resto de la comitiva?) se pasa los días vagabundeando por el lugar sin averiguar absolutamente nada, incluso el detective principal del caso, llamado a ser una de las grandes referencias de la serie, se ve eclipsado por el magnetismo natural de su subordinada, en parte debido a la interpretación un poco pasada de rosca de David Tennant.
Tanto es así que, cuando llegamos a un final tan sorprendente como inconcebible, la sensación que me domina es la de indiferencia. La serie no consigue atraparme, no logra crear una atmósfera cerrada, es incapaz de construir unos personajes creíbles con los que identificarme. Broadchurch se desliza, de este modo, en el incierto terreno del telefilm de sobremesa, pero con muchos más minutos para rizar el rizo de la investigación. A pesar de ello, la serie, un éxito de audiencia en Reino Unido, ya ha sido renovada por la ITV para una segunda temporada que nos traerá un nuevo caso en un escenario diferente y con un plantel de protagonistas renovado.
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