Artículo escrito por Diego Arévalo
En la portada de la edición #14 de EnLima, vimos un montículo de polvo blanco frente al tribunal del hemiciclo del Congreso de la República. El polvo blanco es, por supuesto, cocaína y parece estar coronada por el escudo de nuestro querido país bañado en oro. Por esta imagen potente, crítica e irónica, nuestra curiosidad de peatones nos lleva a darnos una vuelta por el CCPUCP donde se presenta la muestra audiovisual Liminal mientras nos preguntamos, después de haber festejado un 28 de Julio más, qué tan narco-estado somos.
En la galería no hay cuadros, sino pantallas y proyecciones. Las imágenes en movimiento no dejan de sucederse a través de diferentes propuestas estéticas que recogen casi veinte años de la obra del video artista peruano Diego Lama. El creador nos da la bienvenida con dos pantallas yuxtapuestas de tal manera que forman dos lados de un triángulo equilátero. Una de ellas nos ofrece su propia versión de la famosísima Desnudo bajando las escaleras (Duchamp) y de golpe entramos al desconcierto. Mientras observamos a una mujer oriental desnuda bajando por unas escaleras mecánicas que ascienden en algún centro comercial, numerosas interrogantes aparecen en nuestra cabeza: ¿Cómo lo hizo? ¿La mujer desnuda de verdad está ahí o está montada por un efecto digital? ¿Por qué es oriental? ¿Se trata de un happening o de una puesta en escena? ¿Un homenaje a Duchamp? ¿Una celebración del absurdo y la trasgresión?
Particularmente, me gusta el granulado de la imagen ya que nos da la ilusión de enfrentarnos al formato de una videocámara casera, similar a las que arrojan las cámaras de vigilancia hoy en día y que son usadas por los noticieros para transmitir, en la mayoría de los casos, el horror cotidiano que alimenta el morbo de los telespectadores. El video es realmente extraño y fascinante, tiene esa mezcla de no-sé-qué-quiere-decir-pero-me-gusta y que más adelante regresa a nosotros como recuerdo por el hecho de no poder develar el misterio.
Omnipresente ambigüedad
El hecho de no poder determinar exactamente cuál es el significado de cada video y tener, por el contrario, todo un abanico de interpretaciones, hace de las propuestas de Lama una experiencia enriquecedora. Esta ambigüedad omnipresente en cada una de las obras es un punto a favor. El espectador no solo va a ver, sino va a pensar y a tratar de descifrar cada video como si se tratara de un caso. Porque para develar el (o los) significado(s) de cada uno es necesario volver a nuestro imaginario personal –aquellos símbolos, experiencias, conocimientos que hemos acumulado a través de los años–, y tratar de descubrir cuál es el sentido que mejor se acomoda –y que nos puede incomodar– para nosotros. Por ello, los videos de Lama funcionan como pantallas/espejos interiores porque, sí o sí, para tener una mirada o, mejor dicho, múltiples miradas de un mismo objeto, es necesario manejar ciertos referentes culturales que muy bien pueden ser conocidos por todos, como también solo pueden estar al alcance de un público más especializado.
Por ejemplo, ¿cuántas personas se encontrarán, inevitablemente, en la tradicional melodía que acompaña a las procesiones religiosas? A mí me recuerda la procesión de Señor de los Milagros y a una que otra película del cine italiano. La orquesta, en una de las proyecciones de mayor dimensión, está plantada al lado de un risco y su música funciona como una especie de soundtrack de la muestra pues el sonido de sus trompetas y tambores se esparcen a través de toda la galería. El hecho de que estén tocando al lado del abismo, ¿subraya lo irracional que puede ser la fe en algunos casos o, por el contrario, se trata de creer a pesar de todo? En las circunstancias más adversas que nos ha tocado –o nos tocará– vivir, debemos, ¿tener o no tener fe? He ahí el dilema.
Lama también tiene reservado guiños para el público cinéfilo. En una de las pantallas podemos ver la imagen congelada de un cine vacío y, sobre la pantalla de este cine, se está proyectando la resurrección más famosa de toda la historia del séptimo arte: se trata del milagroso final de Ordet (1955), considerada por muchos, como la película más hermosa de Carl Dreyer. ¿Será que el cine, al igual que la mujer en la película, resucita cada vez que es proyectado? Paradójicamente –o quizás con justa razón– esta obra lleva como título Goodbye Cinema. Un cine sin espectadores es, quizás, con lo que fantasea Lama en tiempos de Netflix.
Hablando de fantasías: el recuerdo del cuerpo desnudo de una mujer semitransparente que baila y vuela entre el humo y los escombros del Teatro Municipal provocados por el incendio en agosto de 1998. Esta sutileza –la fuerte oposición entre una atmósfera hostil y caótica y lo volátil de aquel ser mágico– forma parte de los primeros trabajos del artista y tienen un acercamiento mucho más cinematográfico, a nivel de producción y estilo, ya que, a diferencia de las demás obras, aquí se cuenta una historia.
Cambio de canal y acompañada por el Réquiem de Mozart –otro de los puntos fuertes de Lama es el implemento de los más diversos estilos musicales que van desde el jazz hasta el bolero y que complementan o nos ofrecen un contexto radicalmente distinto– me llega el recuerdo de una imagen en mala calidad de una oveja negra sobre un fondo blanco. De pronto, un líquido color rojo intenso y en HD se expande debajo del animal y pareciera que va a formar unos pétalos, pero no. La animación forma una estrella roja.
Estos son algunos de los videos que se proyectan en la galería. No cuento más para no pecar de spoiler. ¿Qué fue de la imagen del polvo blanco en el Congreso? Creo que este video fue mi favorito. Con la misma delicadeza del Claro de Luna de Debussy –y al igual que el polvillo que se trasluce por la ventana en un día de sol– la coca comienza a caer de a pocos, con gracia celestial, y comienza a acumularse sobre la alfombra roja del hemiciclo. Luego, comienza a caer en bloques hasta formar el montículo en las narices de los congresistas ausentes. Porque, por más que queramos, no podemos tapar el sol con un solo dedo (ni acabar con el narcotráfico a punta de tiros).
Liminal, de Diego Lama, se puede visitar hasta el 20 de agosto 2017, en la Galería del CCPUCP, todos los días de 10 am a 10 pm. Ingreso libre.