Hace unas décadas, los médicos recomendaban la operación de anginas a la mínima. A mí me las extirparon a los seis años y recuerdo mi estancia en el hospital como si fuera hoy: el helado del postoperatorio, mi compañera de habitación que recibía todos los regalos del mundo o mi hermana adolescente que me reprochaba que estuviese siempre dormida cuando venía el doctor 'macizo'. También guardo en la retina el poncho de lana granate -con bolsillo delantero y capucha- con el que salí del hospital. Me lo había calcetado mi madre, que por aquella época nos hacía a mí y a mis hermanos jerséis, bufandas y demás complementos lanares: economía doméstica.
Unos años después, mi madre dejó de calcetar. Sus ojos y su espalda se habían resentido de tanto punto inglés, del derecho y del revés. A eso lo llamaríamos ahora enfermedad profesional. Por aquel entonces, eran gajes del oficio.
Os estaréis preguntando por qué os cuento esta anécdota. Pues porque hoy os voy a hablar de las consecuencias que a veces tiene la confección de la ropa que llevamos. En 1966, Europa prohibió el sandblasting. Para los que no estéis familiarizados con este término, se trata de una técnica que confiere a los vaqueros ese aspecto desgastado tan de moda. ¿Cómo se consigue? Pues a través de un chorro de arena a presión. Seguro que más de uno se ha encontrado algunos granitos en los bolsillos de sus tejanos nuevos.
Pues bien, el sandblasting provoca silicosis en un tiempo récord (concretamente, en unos seis meses, cuando un minero enferma al cabo de unos veinte años). En Turquía, este sistema se prohibió en 2009 al constatarse la muerte de medio centenar de trabajadores. Otros cinco mil son ya enfermos crónicos. La producción se trasladó entonces a otros países como Bangladesh, China, India, Pakistán o Siria. De ahí provienen en la actualidad la mayor parte de los vaqueros desgastados que nos ponemos en Europa donde, como he dicho, hace 45 años que no se puede utilizar esta técnica.
El caso es que existen otros sistemas de tratar el denim para que parezca desgastado, pero, claro, el chorro de arena es el más barato. La ONG Setem ha iniciado una campaña para acabar en todo el mundo con el sandblasting; ya se ha puesto en contacto con más de cien firmas para pedirles que no lo utilicen. Algunas, como Armani, Versace o Dolce&Gabbana –que no venden sus tejanos precisamente por cuatro perras- han hecho oídos sordos. Otras marcas, como Inditex, H&M o C&A se han comprometido a erradicarlo, pero todavía no han informado de cómo lo harán.
Si queréis poner vuestro granito de arena –ésta, de la buena- para que se prohíba el sandblasting en todo el mundo, podéis uniros a las acciones de Setem en la web http://www.nosandblasting.org./ Allí encontraréis un exhaustivo informe titulado 'Fashion victims' que aborda las consecuencias que muchas veces tiene nuestro consumo irresponsable. Os recomiendo que le echéis un vistazo y firméis las demandas de Setem. Os sentiréis mucho mejor la próxima vez que os enfundéis vuestros vaqueros.
Imágenes: http://allisonjoyce.blogspot.com/Allison Joyce es reconocida fotoperidista que ha realizado varios documentales en Bangladesh y la India. Su trabajo ha aparecido en publicaciones de todo el mundo, incluyendo el New York Times, Wall Street Journal, Boston Globe, Washington Post, Virginia Quarterly Review y la revista Newsweek.