«La libretita se llamaba La LiBrEeeTa De LasSsS KaNcIoOoNeS porque cuando la robamos de debajo del mostrador de la venta, tenía escrito en la portada, dura, marrón y forrada de tela, la palabra CUENTAS y a Isora se le ocurrió que le pegásemos encima un trozo de papel blanco con cintasiva y le pusiésemos un nombre bonito con letras parriba y pabajo como cuando escribíamos en mésinye.» (cap. “Voy a aserte caricias ke no san inventao”)
Una primera novela que tiene una solidez que sorprende. La autora, Andrea Abreu (1995, Icod de los Vinos, Tenerife, Canarias), es una joven que, partícipe en una escuela de escritura, la madrileña de Fuentetaja, como parte de los ejercicios allí propuestos fue construyendo, al tiempo que trabajaba como dependienta en una tienda de ropa interior y completaba estudios de posgrado en diversos medios periodísticos, una novela que debe mucho a sus orígenes canarios.Sabina UrracaLa novela es también la primera experiencia como editora de Sabina Urraca quien además se encarga de la presentación del libro. Cuenta en ella que conoció a Andrea Abreu en esos talleres de la Librería Fuentetaja donde ella era profesora. Allí -prosigue- fue donde nació el personaje de Isora que llena con su figura, voluminosa en todos los sentidos, la novela. Sabina, vasco-canaria ella, se enamoró de la manera de escribir que tenía esa joven alumna que vivía atosigada por unas prácticas de máster en un periódico que la exprimía y por su trabajo en una tienda de lencería en la que conseguía lo imprescindible para sobrevivir en Madrid. Ella, la profesora, la animó a proseguir esa historia de las dos niñas tinerfeñas y se comprometió a editarla debidamente. Y así, capítulo a capítulo, golpe a golpe que diría el poeta, Abreu fue enviando a la editora en ciernes los capítulos que poco a poco pero sin pausa iban saliendo de su mano durante el verano de 2019. La novela en una bella edición de la editorial Barrett vio la luz por vez primera en junio de 2020. El ejemplar que tengo entre mis manos, adquirido en la reciente Feria del Libro de Madrid, pertenece a la décimocuarta edición (abril de 2021), lo que demuestra el enorme éxito que esta obra primera de una escritora novel está teniendo.
La iniciática experiencia editora de Sabina Urraca se debe a la propuesta que la editorial Barrett realiza anualmente de que un escritor que admiran les recomiende una obra aún no publicada. Antes de que Sabina Urraca les propusiese la novela de Andrea Abreu la editorial Barrett había atendido ya las sugerencias de Patricio Pron y de Sara Mesa.
Sabina Urraca es una periodista gonzo o inmersiva, esto es, especializada en contar experiencias en las que se sumerge de manera personal. De hecho su labor como editora de Panza de burro cabe incluirla dentro de este tipo de experiencias. Además de otras colaboraciones habituales en medios periodísticos diversos (Vice, Tentaciones, Tribus Ocultas, El Comidista, Eldiario.es, El Estado Mental, Bostezo o Ajoblanco), Urraca es autora de Las niñas prodigio, novela aparecida en 2017.
Andrea AbreuSobre la autora dice la propia editorial lo siguiente:
Andrea Abreu nació en 1995 en lo alto de un pueblo, siempre nublado, del norte de Tenerife. Creció entre gatos y flores de bruja y, al cumplir los dieciocho, comenzó sus estudios de periodismo en la Universidad de La Laguna (ULL). Después de incontables cambios de residencia, se mudó a Madrid en el verano de 2017, para cursar el Máster en Periodismo Cultural y Nuevas Tendencias de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC). Desde entonces, ha sido becaria, camarera y dependienta de una famosa marca de lencería.
Como periodista, ha escrito para la sección de Cultura del diario 20 Minutos y para diferentes medios, como Tentaciones (El País), Oculta Lit, LOLA (BuzzFeed), Quimera o Vice. Sus textos literarios han sido incluidos en varias revistas digitales y en papel. También en antologías como Macaronesia, de La Galla Ciencia; Los muchachos ebrios, antología de poesía jovencísima transoceánica, de La Tribu, o Piel fina. Poesía joven española (Maremágnum, 2019). Es autora del poemario Mujer sin párpados (Versátiles Editorial, 2017) y del fanzine Primavera que sangra (2017), un breve análisis poético sobre su relación con el dolor menstrual, que aparecerá este mismo año en la editorial Demipage. Ha participado en varios eventos literarios, como el festival cordobés de poesía Cosmopoética 2018 y es codirectora del Festival de Poesía Joven de Alcalá de Henares. El pasado 2019 fue ganadora del accésit del XXXI Premio Ana María Matute de narrativa de mujeres. Panza de burro es su primera novela.
Sinopsis (proporcionada por la propia editorial)Es verano, principios de los 2000. Con la protagonista, una niña a la que su amiga Isora se dirige como Shit, caminaremos por un pequeño pueblo rural tinerfeño. Recorremos sus calles empinadas y siempre oscurecidas por el cielo nublado mientras Shit, poco a poco, va dejando atrás la adolescencia. La protagonista irá descubriéndose a sí misma a través de su mejor amiga, Isora.
Mi comentario Muchísimas cosas me han gustado de esta Panza de burro. Lo primero que llamó mi atención, habiendo vivido cuatro felices años de mi vida en las Islas Canarias, fue el título del libro. La panza de burro es el nombre que los canarios dan a ese entoldado de nubes que los vientos alisios colocan sobre las localidades del norte de las islas principalmente durante el verano. Un cielo encapotado y sin lluvia que sirve a los canarios para mejor soportar la canícula. Luego, ya entrando en el propio texto, la Presentación de Sabina Urraca no hizo más que abismarme sin remisión en el texto que anunciaba. A este abismamiento contribuyó sin duda alguna la alusión a un autor grancanario, José Luis Morales, cuya novela Sima Jinámar conocí y leí con pasión durante los años en que residí por la zona. Que Sabina Urraca comparase el estilo del novelista y periodista canario con el de la joven autora me animó todavía más a adentrarme en la espesura del relato.
En "Panza de burro" se presentan las historias infantiles, ingenuas y no tanto, de una pareja de niñas: Isora y la narradora, que menor que la otra la admira profundamente y está, podría decirse en palabras propias del mundo adulto que no infantil, enamorada de ella a su manera.
Llama muchísimo la atención de esta novela el registro empleado. Es un registro coloquial, claramente de nivel vulgar, lleno de incorrecciones lingüísticas, modismos, canarismos, localismos, errores ortográficos en ocasiones, etc., con los que la autora pretende transmitir de la mejor manera la realidad del habla popular en Canarias. Pero hay que avisar que Andrea Abreu no pretende dar testimonio del habla real de Canarias. No, para nada. He visto en algunas reseñas cómo sus autores criticaban con cierta saña a la Abreu argumentando que así no se habla en Canarias, que jamás han escuchado ni utilizado tal cantidad de canarismos en su día a día. Naturalmente que no, claro. Es que lo que estamos leyendo es una novela, una obra de ficción y su autora se permite la licencia de construirla de esta manera hiperbólica, exagerada, desmesurada. En el fondo lo que ella hace es una escritura novedosa, experimental y esta profusión léxica es parte esencial del experimento.
A mí personalmente me ha interesado y gustado mucho este carácter experimental de la novela. Y digo experimental porque además de lo ya señalado respecto al léxico, la novelista introduce dos capítulos escritos haciendo caso omiso de cualquier normativa ortográfica (signos de puntuación, sistema de mayúsculas y minúsculas, división en unidades oracionales y paragráficas...). Es el propio lector quien con su experiencia de hablante y de lector quien ha de ir añadiendo en su cabeza los elementos omitidos a fin de dar al texto el debido sentido. Vamos, que Andrea Abreu hace realidad en su obra lo de la lectura activa.
En cuanto al vocabulario que estas dos niñas utilizan al comunicarse entre sí y con los demás es probable que quizás el exceso de localismos lleguen en algún momento a ahogar el interés del lector. Esta cuestión, según confiesa la editora en la Presentación de la novela, fue asunto debatido entre ella y la autora. Pensaron -dice Sabina Urraca- añadir un glosario al final pero desecharon la idea. Tras leer la novela no es de extrañar esta duda dado que toda ella deambula dentro del idiolecto típico canario. Un ejemplo de ello sería esta cita:
«estaba doña Carmen con una sombrera sentada en una piedra por fuera de la casa, viendo como el perro le meaba y le cagaba las matas de por fuera de la entrada y las magarzas que crecían salvajes en los poyos descuidados y los chupos de las esquinas de las paredes, que por eso mi madre me decía que no comiera chupos de la carretera que estaban meados de los perros.»Al léxico propio de las islas [anularse, aquellas, matalahúva, upar / uparse, estampurrarse, gofu, piche, burgados (moluscos que se dan en la zona de Fuerteventura), quícaras y quíquere (gallinas y gallos camperos canarios), fisquito de…, sus, tegasastes, camarotes (cohetes de mayor envergadura que los voladores), perro sato (raza de perro de pequeño tamaño, pelo corto y muy ladrador.) y muchos otros más] vendría a añadirse la reproducción fonética de vulgarismos, anglicismos, barbarismos y agramaticalidades propias del lenguaje infantil que aparecen en el texto: embrasada, güennboi, dientes pafuera, advans, voy a aserte caricias ke no san inventao, mésinye, citansiva, sisá (zig zag), por fa, güevo, produtos, costrusión, nadien, etc., etc.Ha llamado mucho mi atención la abundancia de contenido escatológico contenido en la novela. Ya el propio inicio de la misma, con una Isora volcada sobre la taza del váter provocándose el vómito por eso de ver si así su gordura se detenía, es escatológico por demás. Pero hay mucho más esparcido a lo largo y ancho de la narración:
«al acabarme el plato potaje me entraron unas ganas de cagar horribles, el potaje coles me pesaba como 5 bolsas de cemento dentro del intestino, pero a mí siempre me encantaba aguantarme las ganas de cagar, sobre todo cuando estábamos jugando a las barbies.»Lindante con lo escatológico e incluso formando parte intrínseca del mismo estaría el componente sexual que llena las cabezas y actividades de estas dos niñas que exploran el mundo que habitan en el que, naturalmente, está contenido su propio cuerpo. Son unas niñas que se acercan a la edad núbil, en especial Isora. El sexo, estregarse sobre todo, es algo que ocupa su cabeza en especial según que pasa el tiempo y ellas van evolucionando, haciéndose mayores. Este comportamiento quizás sea, al tratarse de dos niñas de apenas diez años, lo que me haya parecido más inverosímil dado que es una conducta, en mi opinión, más propia de adolescentes. Y no me refiero sólo a la sexualidad sino también a la astucia, en especial la de Isora, que en algún momento más parece una muchacha, e incluso de mayor edad, que no una inocente niña.
Para finalizarConcluyo mi comentario reafirmándome en la enorme satisfacción que me ha producido la lectura de la novela. Aunque se trata de la primera novela publicada por Andrea Abreu parece ya la de una autora consumada. Sí que es verdad que los capítulos que conforman la narración en mi opinión siguen aún muy atados al formato propio del relato, es decir, que cabe leer cada unidad cual si de relatos independientes se tratara. Pero con todo y con eso es tal la potencia que desprenden y la enorme soltura que la novelista demuestra en ellos que es imposible desasirse de la mucha literatura y poesía que el libro segrega. Un descubrimiento, sin duda alguna.
Título: Panza de burro
Autora: Andrea Abreu
Editorial: Barrett
Fecha de publicación: junio de 2020
Páginas: 176
ISBN: 978-84-121353-3-6