Revista Sociedad

Papá, ¿Cómo acabará esto?

Publicado el 01 marzo 2022 por Salva Colecha @salcofa

   Ayer me encontré por uno de esos cajones donde acaba todo y que ya ni cierra ese cajón donde va a parar el  ticket del supermercado, una pila gastada, el calendario del año pasado o  hasta la vergüenza esa que hemos perdido y que no sabemos ya por donde buscar para encontrarla. Seguro que tu también tienes uno de esos. Decía que me encontré una pegatina con dos nubes y un arcoíris muy colorido. En una de las nubes ponía #TodoSaldráBien y en la otra #SaldremosMejores. Estoy seguro que te acuerdas de ellas, tampoco hace tanto como mucho un año y pico. Era de la época en la que todos estábamos asustados, aplaudíamos desde los balcones y aprendíamos a andar con “el bicho”. Me dibujó una sonrisa un tanto amarga porque si por aquella época nos llegan a decir que un año escaso después esa misma humanidad que parecía poseída por el espíritu de MrWonderful acabaría inmersa en una locura de consecuencias imprevisibles que nos ha devuelto a los tiempos en los que nos íbamos a dormir sin siquiera saber si  desapareceríamos en una explosión nuclear . Seguro que no nos lo creeríamos, ¿verdad?

Andreu ayer me preguntaba ¿Papá, cómo acabará esto? Se le veía preocupado y la verdad es que tuve la tentación de contarle una versión Disney de asunto y decirle que todo irá bien, que todo volverá a la normalidad y la humanidad entera se sentará a hablar. Pero me acordé de la pegatina y lo ridícula que me parecía ahora, después de tanto dolor y muerte. Decidí no transformarme en esa pegatina y le dije la verdad, además los niños son niños, no estúpidos y saben muy bien lo que está ocurriendo, puede que más que nosotros mismos. Le dije que no tenía ni idea porque cualquier cosa era posible. También pensaba que Putin no entraría en Ucrania como un elefante en una cacharrería y ya ves. Ahora ya no se ni siquiera si sería capaz de “apretar el botón” y enviar al planeta a freir monas.

Fui un ingenuo que confiaba, como siempre, en la diplomacia y en que las instituciones servirían para algo más que como carísimo decorado de una película en la que acabaremos pagando los de siempre. Porque todavía no hemos aprendido que en las guerras nunca muere el que las declara desde sus palacios. Los que están muriendo ahora en Ucrania son los mismos que los que morirán en cualquier otra parte del mundo, mujeres, niños, hombres, personas que nada tienen que ver con que un ególatra tenga designios de grandeza y acaba enviándonos al matadero.  Son personas que hace una semana tenía sus vidas, sus familias, sus problemas, igual que tú o yo mismo y ahora se esconden, en el mejor de los casos, en los túneles del metro intentando no ser víctimas de las bombas. Da igual quien las tire. Es una vez más el ansia extraña que tiene esta especie por destruirse los unos a los otros de la manera más dolorosa y cruel posible. Unos, los poderosos sin que parezcan muy afectos, los otros intentando salvar la vida de los suyos y, si es posible, la suya propia. Porque de eso se trata, de supervivencia. Las palabras grandilocuentes como patria, héroes y todo eso palidecen ante la realidad. El que más y el que menos intenta salvar a sus familias y a sí mismo en una lucha por la supervivencia que nos lleva desde que bajamos de los árboles hace miles de años.

Hemos vivido tantas veces esta misma situación a lo largo de la historia que resulta increíble e imperdonable que no hayamos aprendido nada en esta vieja Europa que de guerras, dolor y sangre vertida en balde tiene un doloroso Máster. Nosotros que venimos de la mezcla de barro y sangre  de las trincheras de dos guerras mundiales  seguimos sin aprender de nuestros errores y nuestra UE se muestra otra vez más débil y lenta ante los desafíos, ya sean en el mar como en tierra.  Hitler, Napoleón… Todos se envolvieron en sus banderas y enviaron a miles a la muerte, ¿con qué finalidad?  La que quieras, porque cada uno es muy libre de creer en lo que le plazca, pero la perdida de una sola vida humana nunca será justificada por una paranoia.


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