Comentar un libro, hacerle una crítica, aunque sea en un blog de aficionado como este es siempre una tarea difícil. Uno intenta siempre ser lo más objetivo posible y transmitir las propias impresiones sin tratar de sentar cátedra acerca de nada. A veces uno se deja llevar por el entusiasmo y otras por la frialdad. Siempre digo que, ante el mismo libro, cada lector lee una novela distinta. Y este mismo lector leerá otra diferente si vuelve a ella años después.
Digo esto porque voy a hablar de un libro de un buen amigo mío, que ni siquiera aún está publicado y sobre el que hemos mantenido amplias conversaciones.Caundo se trata de la obra de un amigo, es infinitamente más difícil ser objetivo. En realidad ni siquiera se trata de un solo libro, sino de tres, pues los mismos hechos se narran desde tres puntos de vista diferentes: el de la hija (que es el que yo he leído hasta ahora), el del padre y el omnisciente del propio creador.
Fina es una joven desorientada, víctima del divorcio prematuro de sus padres que acaba refugiándose en una especie de secta que predica el amor puro para toda la humanidad: los behays. Esta creación literaria se inspira en una experiencia de la juventud del autor, cuando visitó en el sur de Francia una comunidad cuya vida se basa en las doctrinas de Gandhi. Los behays son apóstoles de la no violencia y afirman que nuestro planeta vive en una catástrofe permanente a causa del hambre y la necesidad que atenazan a gran parte de la población. Se trata de una especie de religión sin dioses, basada en una concepción pura de la bondad:
"Los behays podíamos fácilmente conseguir superar la bondad de un San Francisco o de una Madre Teresa: por la ventaja de ser ateos y libertarios, ya que no es fácil aprender a reducir a la nada la agresividad, entronizar la empatía y cultivar la inteligencia, todo a la vez, cuando el culto a unos dioses inexistentes (y arbitrarios) nos exige un esfuerzo abusivo, siendo la energía desperdiciada en este culto o adoración el sobrante que nosotros podíamos aprovechar a fín de tener éxito en el perfeccionamiento de nuestra conducta."
""Nosotros no creemos en Dios". Hay que aprender a decirlo, hay que ensayarlo en pequeños grupos y luego a solas, mirándose al espejo, y al hacerlo sentir dentro de tí la benevolencia y empatía que han de permitirte desplazar esa necesidad mística sin malograr la misma condición religiosa. En realidad, purificándola. Que somos tan humildes y honestos que no podemos arrogarnos de la fuerza de un ser sobrenatural de improbable existencia, al cual no necesitamos para ser bondadosos.
Ahora bien, la hostilidad que recibimos se origina en parte porque los delincuentes tampoco suelen creer en Dios: lo proclaman como ejemplo de su bravura y dureza moral. Los demagogos políticos tampoco suelen creer en Dios: Hitler y Stalin sólo respondían ante la historia y rechazaban la mansedumbre moral propia de la humildad ante Dios. Pero nosotros no somos así. Nuestra bondad ha de ser mejor que la bondad de Dios por ser más próxima, más sincera y más real. Y la necesidad de Dios es la misma necesidad religiosa que a nosotros también nos acucia, sólo que una religion sin Dios es más dulce, necesariamente más humana. Dios es un obstáculo para alcanzar la religión más pura."
Al comenzar la novela encontramos a la protagonista en África, trabajando en la administración de la comunidad behay que se ha establecido en Trican, el territorio de los primitivos kawna, cuya conducta está muy alejada de la que Rosseau estimaba que debía ser la del buen salvaje. Todavía está reciente la matanza provocada por estos, en la que nuestra protagonista salvó la vida por milagro. En la actualidad los behays trabajan con ciertas garantías, construyendo infraestructuras que permitan un futuro mejor para Trican, pero en una atmósfera de permanente amenaza de que la violencia pueda volver a surgir.
La existencia de Fina solo está compuesta de entrega a su trabajo, incluyendo su vida sexual. Aunque prefiere a las mujeres, proporciona sexo a algunos hombres, porque sabe que eso les hace felices. Es parte de su programación en la bondad, una bondad, acaso ingenua, que intenta que impregne todos sus actos. Su duro trabajo no le proporciona réditos materiales, solo satisfaciones íntimas. Como le dijo una vez su amigo y mentor Antonio:
"Nosotros hemos redimido a los tontos. Nosotros hemos cumplido el sueño de la humanidad de que los tontos y los pobres puedan conocer la bondad. Eso es inocencia, eso es el cristianismo: que todos conozcan la bondad, que la perfección humana se diseñe de tal manera que quede incluso al alcance de los tontos, de los niños, de las pobres amas de casa del Tercer Mundo."
La serenidad de Fina se ve alterada por la próxima visita de su padre, un hombre "hecho a sí mismo", cuya secreta intención es sacar a su hija de lo considera una secta peligrosa. Fina espera a su padre con una mezcla de temor y ansiedad. Quizá sea la última oportunidad de establecer una relación más profunda con su progenitor, del que hasta ahora ha vivido demasiado distanciada.
El planteamiento del libro es ciertamente original, pues parte de una reflexión profunda acerca de la naturaleza humana. El concepto de bondad que aquí se maneja es estimulado entre los miembros de los behays a través del método conductista: se les programa para ser buenos, por lo que gozan de una felicidad obligatoria en su duro trabajo diario, que apenas les deja tiempo para disfrutar de privacidad en sus vidas. Como tantas otras doctrinas que pretenden instaurar el paraíso en la Tierra, el descanso y el placer se dejan para más adelante. Para cuando se haya resuelto la catástrofe.
Me consta que Francisco dedica muchas horas al día a la lectura y a la escritura (siempre está haciéndome recomendaciones en ese sentido. A veces también yo logro hablarle de algún autor que no conoce) y todo eso está plasmado en el libro, sacrificando la acción en favor de la erudicción y la reflexión. Su método de escritura es limpio, elegante y eficaz. Se nota que el manuscrito ha sido sometido a repetidas correcciones, pues apenas he encontrado algún error, a pesar de haber estado atento en ese sentido por encargo del autor. ¿Veremos publicado algún día a Francisco Martín? Sin duda merece una oportunidad. Difícilmente sus relatos llegarán al gran público, pero los buscadores de literatura de ideas sabrán apreciarlo. Desde aquí solo cabe (y estoy siendo objetivo) felicitar a Francisco por su trabajo y emplazarle a que siga adelante con sus próximos proyectos.