Tiene razón Rafael Navarro Valls cuando hace unos días decía lo que a continuación reproduzco: el papa Francisco, por lo que dice sobre la pobreza, es ahora mismo, en su viaje a Brasil, objeto de cuidadosa atención por parte de los políticos de las naciones poderosas y las que no son son tanto, desde un punto de vista de su peso económico o militar en el mundo.
Papa Francisco será mucho más global y atentamente escuchado en la favela que si estuviera en la tribuna de la Onu:
Cuando el papa Francisco se adentre en la “Franja de Gaza” brasileña –así es llamada la favela que visitará dentro de un par de días–, no solo estarán pendiente de su mensaje social las autoridades brasileñas y los fieles de todo el mundo, sino también la diplomacia y hasta la inteligencia de Usa, China, UE y Cuba, entre otras.
Y es que también en los ambientes “entre sombras” se espera, con curiosidad contenida, la visión que Francisco dará – en el epicentro de la pobreza - de la doctrina social de la Iglesia, tal y como quiere impulsarla en el segundo decenio del siglo XXI.
Es decir, el dilema de cómo articular unas estructuras económicas equidistantes del “turbo-capitalismo”, ajeno a la solidaridad, y de un nuevo marxismo vergonzante, que postula un Estado huérfano de aquellas fuerzas sociales cercanas a la indigencia, material o espiritual.
En una palabra, qué versión dará el papa argentino de la “globalización de la justicia y de la caridad”, esto es, de su “Iglesia de los pobres”. Y sobre todo, si mantendrá la visión de su antecesor, el papa Ratzinger, cuando utilizó la dura frase de San Agustín para calificar “de gran banda de ladrones” a un Estado que no se rija por la justicia.
Al saludar a la prensa rumbo a Río, ya ha comenzado a dibujar los puntos clave de su mensaje. Como primero, elaborar “una cultura de la inclusión", que haga que nadie se quede en la periferia económica, que nadie quede excluido como desecho social. "Ese es el mensaje que quiero traer en este viaje", ha concluido.
Entre otras cosas, porque las semillas de las dictaduras, encuentran tierra fértil en la miseria y la necesidad. Y crecen vertiginosamente cuando el pueblo ha perdido sus esperanzas de una vida mejor.
Hasta ahora el papa Francisco no ha tenido tiempo de exponer un mensaje propiamente suyo, distinto de los retazos que se adivinan en su ejemplo y en sus homilías. Hay que tener en cuenta que su primera encíclica ha sido escrita a “cuatro manos” con Benedicto XVI y sus mensajes –salvo el de Lampedusa de hace unos días – han debido tocar demasiados temas distintos para permitir dibujar el cuadro que tiene en la cabeza.
Brasil es la gran ocasión. Tiene razón el cardenal Claudio Hummes – uno de los amigos más cercanos al papa Francisco – cuando ve en este viaje a Río el momento más oportuno para enunciar su programa, precisamente porque visitará sobre todo “aquellos que viven en la periferia” , de los que ha hecho el papa argentino su gran prioridad.