El anuncio del primer ministro griego, Yorgos Panandreu, de someter a referéndum los acuerdos para un segundo rescate al país, puso en jaque al conjunto de la UE. La decisión de Atenas causó un auténtico terremoto fuera y dentro del país. Papandreu, dispuesto a convocar un referéndum sobre el plan de ayuda a su país, enfureció a Mérkel y a Sarkozy, líderes del eje franco-alemán, que ya habían aprobado el pago de 8.000 millones de euros de ayuda a los griegos. Los socios de la UE temieron que una quiebra incontrolada helena supusiera un desastre para el resto de países. El anuncio heleno provocó una cascada de críticas y reuniones de urgencia en Europa. Y, tras el concierto inicial, la UE y el FMI (Fondo Monetario Internacional), decidieron retener la “ayuda”, elevando la presión sobre el Gobierno griego. Los líderes de Alemania y Francia afirmaron estar “decididos” a hacer cumplir su plan, “más necesario que nunca”, a la vez que defendieron fijar una hoja de ruta para ponerlo en marcha cuanto antes. Ambos convocaron a Papandreu y a los máximos dirigentes de la UE y del FMI a una reunión en Cannes (Francia) antes de la cumbre del G-20, que se celebraba el jueves y viernes. Le pidieron explicaciones y le amenazaron a que, si no se cumplía lo acordado por unanimidad, no soltarían ni un céntimo más. “Ha habido una decisión unilateral –le dijo Mérkel– que nos ha puesto en otra situación Y no habrá un desembolso de más dinero hasta que haya una decisión positiva en el referéndum que despeje todas las dudas. Necesitamos un euro fuerte, con o sin Grecia”. El mensaje del miedo se extendió por todas las bolsas europeas y José Manuel Duao Barroso, presidente de la Comisión Europea, advirtió que las consecuencias de un rechazo al rescate serían “imprevisibles y dolorosas”.
Papandreu, Papandreu explica a la prensa su postura frente a Merkel y a Sarkozy.
El referéndum sobre el rescate griego desencadenó una guerra política. El primer ministro llegó a un acuerdo a duras penas, pero la rebelión interna de su partido, el socialista PASOK, creció con las horas y algunos dirigentes pidieron su dimisión. Otros, presentaron la suya, peligrando su mayoría en el Parlamento, donde sólo controlaba 150 de los 300 escaños. El plan europeo para Grecia incluía una entrega de 130.000 millones de euros hasta 2014 y una quita del 50% de la deuda contraída con la banca, pero exigía más recortes sociales. El 60% de la población los rechazaba, lo que empujaba a Grecia a la suspensión de pagos y el abandono del euro. De ahí que Alemania y Francia reclamasen que la consulta planteaba la pregunta sobre la permanencia en el euro. Pero la cuestión, según el ministro del Interior, Haris Kastanidis, era si “se acepta o no el acuerdo” del nuevo rescate de 130.000 millones, descartando la pregunta sobre la permanencia en el euro: “El Gobierno no puede poner en entredicho el camino del país en Europa”. Grecia se batía en recortes sociales mientras Bruselas, de momento, congelaba los 8.000 millones y el tiempo corría en contra de la primera, que apenas contaba con fondos para seguir manteniendo la maquinaria del Estado hasta diciembre. “La democracia –proclamaba Papandreu– está por encima del apetito de los mercados”. Para Antonio Samaras, líder de la oposición, Nueva Democracia, la decisión de Papandreu era como un “chantaje descarado” a la ciudadanía y exigía un gobierno de concentración y la convocatoria de elecciones. Su partido aparecía en los sondeos como favorito para ganarlas, en caso de celebrarse en un breve espacio de tiempo.
El ministro griego de Finanzas, Evangelos Venizelos.
El enfrentamiento afectó al PASOK, en el que algunos diputados anunciaban que iban a votar en su contra en la moción de confianza prevista para el viernes. Y el propio ministro de Finanzas y hombre fuerte del PASOK, Evangelos Venizelos, se revolvió en un comunicado contra Papandreu. “La presencia de Grecia en el euro –recalcó el ministro– es un logro histórico que no puede cuestionarse”–. Para el ministro de Finanzas, “este derecho establecido de los griegos no puede someterse al escrutinio de una consulta. En estas condiciones, un referéndum es justo lo que no necesita el país. No tendría problemas, si todos los asuntos pendientes, los préstamos y el rescate estuvieran cerrados”. El ministro de Finanzas veía prioritario para Grecia la aplicación del salvamento, que se traducía en la entrada de 130.000 millones de euros. “Si queremos proteger al país, debemos aplicar las decisiones tomadas lo antes posible”, alertó antes de hacer un llamamiento a la oposición, ND, para que arrimase el hombro y apoyase al Gobierno. “La cuestión no son nuestras cuentas políticas internas, ni el futuro de los partidos o las personalidades políticas, sino salvar al país y volverlo a poner en su sitio a través del único proceso posible, que es el del acuerdo alcanzado el 26 de octubre”. La decisión de la consulta popular, que Papandreu hizo pública el pasado lunes, cogió al ministro de Finanzas hospitalizado, a consecuencia de un fuerte dolor abdominal, aunque su estado no suponía ninguna inquietud. Fuentes de su entorno deslizaron la idea de que ni siquiera había sido informado por el primer ministro. Poco después, era dado de alta “tras haber sido sometido a una exhaustiva revisión médica”, dice el comunicado.
La bandera de la Unión Europa ondea, con el Partenón al fondo.
El primer ministro, Yorgos Papandreu, enviaba el asado martes una carta a los líderes europeos para explicarles las razones por las que convocaba el referéndum. Para Papandreu había “dos prioridades nacionales igualmente cruciales” que el Gobierno tenía que “ponderar”: la aplicación “efectiva” de las decisiones de la cumbre de la UE del pasado 26 de octubre sobre el segundo rescate de Grecia y, al mismo nivel, la “necesidad de permitir a la ciudadanía griega que se exprese de modo democrático y pacífico para poner fin a la actual crisis política y social”. De esta forma, resumía las preocupaciones ante el conflicto social que sufría el país como consecuencia de los recortes iniciados para el primer rescate, acordado en mayo de 2010. “Nuestras gentes –decía en la misiva– se darán cuenta de lo que está en juego”. El líder griego rompía una lanza por el pueblo heleno al decir que confesaba en que, en el referéndum, “decidirán de un modo maduro y responsable”. Y, para acallar los temores surgidos en todos los políticos de la eurozona, Papandreu explicaba que no ponía en cuestión el actual plan de rescate y las obligaciones comprometidas por Grecia. La consulta sería “exclusivamente” sobre el nuevo rescate y el ajuste. Además, Papandreu confiaba en que su Ejecutivo ganaría el voto de confianza, lo que le permitiría negociar el nuevo programa de ajustes. “Grecia –remataba– es un socio de fiar, pero el conflicto político y social es crítico”. Y enumeraba las “huelgas generales, la ocupación de edificios públicos” y los “enfrentamientos violentos en Atenas y otras ciudades” que se habían convertido en “el pan nuestro de cada día”. Asimismo, reclamaba “un frente nacional unido”, una condición que creía indispensable para superar su crisis. Los sondeos de opinión mostraban que la mayoría de los griegos se oponían al plan de rescate que obligaba al país a adoptar duras medidas de ajuste económico, si bien estaban a favor de mantenerse dentro de la moneda única.
El diario “The New York Times” se mostraba comprensible con Papandreu en un editorial en el que también se criticaba a Ángela Merkel y a Nicolás Sarkozy. “No somos fans de los referéndum”, aseguraba el diario neoyorquino, “pero entendemos las circunstancias que han llevado a Yorgos Papandreu a convocar de repente un referéndum”. Y veía con preocupación la posible quiebra del país heleno, algo que podría “provocar un daño enorme a la economía mundial”. Además, el rotativo estadounidense pedía a los líderes europeos que dieran algo de “aire” a Grecia para poder “crecer y ahorrar”. “El hombre más impopular de Europa” –decía The Wall Street Journal, en referencia a Papandreu–, era quien había roto la inercia europea de dejar “sin opciones para expresarse a los contribuyentes” pese a ser “quienes finalmente van a cargar con unos rescates cada vez más caros”. Y lanzaba un doloroso dardo al proyecto europeo y a cómo se ha construido al margen de sus ciudadanos, a quienes “no siempre les gusta lo que las élites (políticas) proponen para ellos”. En la “BBC”, tanto Gavin Hewitt, editor para Europa, como el jefe de Economía, Robert Preston, criticaban que el “referéndum” se haya convertido en una “palabra sucia en Bruselas”, a pesar del año y medio de medidas de austeridad que tanto habían cambiado la vida de los griegos y de que “es difícil exagerar con el grado de humillación que han creado los rescates”. El columnista Sven Böll, en el semanario alemán “Der Spiegel”, no sólo decía que Papandreu “acierta”, sino que aseguraba que desde que comenzaron las medidas de austeridad, Grecia había dejado de ser “un estado soberano de facto”.
Activistas caricaturizados de Ángela Merkel y Nicolás Sarkozy, durante un acto de protesta en Niza contra la cumbre del G-20. –EF
En cambio, en Europa, el anuncio del referéndum no había gustado nada. La misma cumbre del G-20, que se celebró el jueves en la ciudad de Cannes, siguió con más de un ojo puesto en el país heleno. El anfitrión, Nicolás Sarkozy, se congratuló de que el mensaje enviado por Francia y Alemania sobre la consulta facilitara “una toma de conciencia extremadamente importante que debe confirmarse”. El mandatario galo repitió el mensaje enviado a Grecia estos últimos días. “El euro es el corazón de Europa y Europa es el corazón de la política francesa –decía Sarkozy– por lo que no podemos aceptar la explosión del euro, que significará la explosión de Europa. Europa es la garantía de la paz en el continente”. Y reiteraba su idea de que “la UE implica obligaciones y también solidaridad, pero, a cambio de que sean respetadas unas reglas mínimas”. Tampoco la canciller alemana, Ángela Merkel, las tenía todas consigo y exigió al Gobierno griego que demostrase que desconvocaría el referéndum. “Para nosotros –declaró– lo que cuentan son los hechos”. La jefa del Gobierno alemán aseguró que no quería inmiscuirse “en la política interna griega”, pero afirmó que debería haber, desde Atenas, un “sí” lo más pronto posible a los acuerdos alcanzados el pasado 27 de octubre porque sino será difícil “recuperar la confianza perdida”.
Papandreu, tras la reunión en Cannes.
En un comunicado de la oficina del primer ministro, se informaba de lo siguiente: “Incluso si no vamos a un referéndum, que nunca es un fin en sí mismo, saludo la posición de la oposición conservadora que está dispuesta a ratificar en el Parlamento el acuerdo de la cumbre de Bruselas”. Bastaron unas horas de intercambio con Merkel y Sarkozy para que Papandreu anunciara oficialmente que “el Gobierno no avanzará hacia un referéndum”. A su vuelta de Cannes, afirmaba sentirse “satisfecho de que no haya, finalmente, una consulta popular” ya que, “no era su propósito”. En su discurso en el Parlamento, ante sus compañeros del Partido Socialista, comenzó hablando de dos años de batalla de “proporciones titánicas”. Señaló que “nos han dicho cómo llevar a cabo nuestro referéndum, cuáles son las reglas”... Pero advirtió enérgicamente que “podemos estar bajo supervisión económica, pero las instituciones democráticas son nuestras”. Asimismo, dijo que en el referéndum no se preguntaría al pueblo griego sobre la permanencia o no en el euro. Aseguró que lo único que se pretendía con la consulta popular era conocer la opinión de la ciudadanía respecto a cómo se puede salvaguardar el país tras las decisiones tomadas el 26 de octubre en Bruselas. Y apuntó que sólo disponía de tres alternativas: “La primera, catastrófica, es convocar elecciones anticipadas; la otra es el referéndum; y la tercera, alcanzar un consenso más amplio”. El líder de la oposición, Antonis Samaras, condicionó su apoyo al Gobierno de unidad a la dimisión de Papandreu y a la convocatoria de elecciones anticipadas dentro de seis semanas. Mientras tanto, las canciones revolucionarias retumbaban como truenos en la plaza Syntagma de Atenas. Riadas de manifestantes del Partido Comunista, ondeaban banderas rojas y lanzaban gritos contra el Gobierno y la plutocracia, emergiendo de distintos puntos de la ciudad para confluir en el centro, frente al Parlamento griego.
Papandreu, en su intervención en el pleno del Parlamento. EFE
Papandreu no presentó su dimisión y salvó, en el último momento, la moción de confianza a la que se sometió para lograr un respaldo a su gestión en las negociaciones con la UE y el FMI. Dijo que dimitir dejaría al Parlamento “fuera de juego por unas semanas y no se podrían aprobar los presupuestos de 2012”. Y logró una victoria pírrica –153 votos frente a los 144 de la oposición–, que le supondría, de conseguirlo, un gobierno provisional de unidad nacional con un horizonte de unos tres meses. De esta forma, evitó las elecciones anticipadas, aunque declaró que no estaba “pegado a la silla” y, en un momento, deslizó que no tendría problemas para dimitir si era bueno para el país. “Pero –añadió enseguida–, haré todos los esfuerzos necesarios para que el país no se vaya a la aventura de las elecciones”. Antonis Samaras, líder de ND, que, con 85 escaños parlamentarios, es la mayor formación de la oposición, rechazó la invitación a colaborar y exigió la renuncia de Papandréu para formar de inmediato un gobierno de transición de expertos que aprobase el plan de ayuda internacional y convocase luego elecciones anticipadas. Durante el debate, gran parte de los diputados socialistas, incluso ministros de primera fila que poco antes de la votación declaran sus objeciones y su descontento hacia el primer ministro heleno, subrayaron que su voto favorable no suponía un respaldo al Ejecutivo, sino un mandato para formar un Gobierno de salvación nacional. ND sostuvo que el nuevo Gobierno tenía que ser de duración limitada, con el objetivo de conseguir el desembolso del sexto tramo de ayuda (de 8.000 millones) y llevar a cabo las negociaciones con los socios internacionales y los bancos privados sobre la quita de la deuda griega y el nuevo plan de rescate. El Pasok, por su parte, propuso una coalición formada por políticos, que, al cabo de un periodo determinado (probablemente de tres meses), llevase el país a unas elecciones.
Grecia, cuna y tumba de la democracia.
“El terremoto causado por el anuncio del presidente griego de convocar un referendo para que el pueblo decida si acepta las condiciones del nuevo rescate –escribe Guillermo Pardo en su web MigraMundo– plantea una cuestión nada baladí para los tiempos que corren: ¿debe la democracia estar al servicio de la economía? Y apurando un poco más la cuestión: ¿es la democracia un peligro para la economía?… ¿Puede haber algo más lógico y democrático que preguntarle a alguien cómo quiere vivir, en qué condiciones quiere trabajar y hasta qué punto está dispuesto a sacrificarse por los demás (en este caso la gran banca)? ¿No es Europa acaso la cuna de la democracia? ¿No provocamos guerras para extenderla allí donde no impera? ¿Por qué, desde el seno de la UE, se promueve un referendo sobre la constitución europea y, sin embargo, se trata de evitar que los griegos celebren uno en el que se juegan gran parte de su futuro? Y lo más inquietante de todo: ¿cómo asimilar que un derecho básico de los ciudadanos produzca una reacción especulativa, en términos negativos, de los mercados sin considerar la posibilidad de que con ello se intente reducir la capacidad democrática de un país? Los ciudadanos no deberíamos pagar los platos rotos de la pésima gestión política de la Unión Europea, ni la política monetaria del Banco Central Europeo para favorecer a los bancos alemanes y franceses, ni la ineficiencia del G20 y de la eurozona, ni los riesgos especulativos de los especuladores financieros. Porque la sustentamos, los ciudadanos nos merecemos y debemos exigir más democracia para obligar a que se practique otra forma de hacer economía y, sobre todo y por encima de todo, de hacer política.
Pancarta frente a monumento griego: "Pueblos de Europa, alzaos".
“El Gobierno griego recibió una amenaza en toda regla –escribe Marco Schwartz en “Público”–: si mantiene su osada pretensión de consultar a los ciudadanos, se congelará el envío de una “ayuda” de 8.000 millones de euros. Lo que parecen no advertir los dirigentes europeos es que ese es, precisamente, el meollo del asunto: si esos 8.000 millones constituyen realmente una ayuda o si, por el contrario, son un rescate a los grandes bancos e inversores a costa del sufrimiento de los ciudadanos. La carta que anteayer envió el primer ministro Papandreu a sus colegas de la eurozona es dramáticamente elocuente: su decisión de convocar el referéndum no obedece sólo a su enfrentamiento con la oposición, sino a que ‘las huelgas generales, la ocupación de edificios públicos, la interrupción del proceso educativo, las manifestaciones y los enfrentamientos violentos se han convertido en pan de cada día’. Robert Reich, exsecretario de Trabajo de EEUU, sostenía ayer que si los griegos aceptan los términos draconianos del rescate, su nivel de vida empeorará irremediablemente; en cambio, si los rechazan, cabe la posibilidad de que se reactive la actividad económica y mejoren sus condiciones, por lo que comparte que ellos tomen la decisión final. En toda esta historia de delirio financiero son tan responsables las autoridades griegas que permitieron el endeudamiento astronómico del país como los bancos que le prestaron con avidez especulativa y las agencias que lo alentaron. Es, pues, de justicia preguntar a los ciudadanos si están dispuestos a pagar esta cuenta”.
“Hace tiempo –escribe Ignacio Escolar desde su web–, escuché a un representante de una institución del Estado decir que ‘un referéndum es el fracaso de la política’ porque ‘traslada un problema a los ciudadanos, en vez de resolverlo entre los partidos’. Es un argumento que se repite estos días en muchas de las críticas a ese referéndum griego que tan mal ha sentado a la UE y los mercados. Los griegos, al parecer, son unos niños pequeños y sin criterio que no pueden decidir por ellos mismos; unas probables víctimas de la demagogia y el populismo; unos irresponsables caprichosos, incapaces de diferenciar entre el cielo del ‘rescate’ y el infierno de la salida del euro. Tengo dudas sobre qué votaría si fuese griego. También soy consciente del delicado momento que vive Europa, y del riesgo de que esa votación se convierta en una enmienda a la totalidad: en un ‘no’ cabreado contra ese encarnizamiento terapéutico que han aplicado los cirujanos de la UE y el FMI al operar a Grecia sin anestesia (y sin resultado aparente). Pero al menos el referéndum ha conseguido cambiar el foco del problema, al poner sobre la mesa cuál será el futuro de esos griegos a los que supuestamente rescatamos y que no parecen agradecer el salvavidas; será por algo. Tal vez los griegos se equivoquen en su voto. Pero que las élites decidan solas es una idea aún peor: no suelen ser sus intereses los mismos que los de la mayoría de los ciudadanos. La prueba está en la propia ruina de Grecia: un país donde los dos grandes partidos parecen empresas familiares y la democracia es casi hereditaria. Vivimos tiempos extraños: regresa el despotismo ilustrado y quien plantea alguna crítica se convierte en un demócrata trasnochado”.
De la tragedia política griega pasamos ya al humor heleno que nos muestra Erlich, Cupido, Schneider, Arend Van Dam y otros dibujantes.
Repasamos la actualidad de las viñetas de Manel Fontdevila: Referéndum griego, Pasa en Europa, Los mercados se tambalean, El gurú y En campaña.
Territorio Vergara nos presenta las suyas: De los creadores de cumbres bochornosas, Referéndum, Mario Draghy, Mayoría absolutista y el programa de Rajoy.
Y, desde Mallorca, el humor de Pep Roig: Exito laboral, ¿Hay algo ahí?, Voto al miedo, Crisis de crisis y Carnudos y apaleados.
Un último detalle: Todas las teles se prodigan en anunciar el debate entre Rubalcaba y Rajoy que será retransmitido mañana, lunes, por televisión. Pero, también hay mensajes que recomiendan a los ciudadanos que, ante la farsa presentada como debate, apaguen la tele y disfruten esa noche en cosas más importantes y entretenidas.
Además de una farsa, otros lo califican como un 'diálogo de besugos'
Terminamos con dos vídeos que pueden devolver las ganas de vivir pese al montaje de propaganda política que nos arrastra tanto en Grecia, como en España como en la UE
En el segundo, les dejamos con la tele apagada y el cerebro encendido. Y les invitamos a delirar con Eduardo Galeano, este escritor y humanista universal que nos invita a andar en busca de una utopía que nunca se alcanza, pero que sirve para eso, para caminar. En estos días en que todo se llena, según indica Qaesar en El Ventano, de palabras huecas, de soflamas vacías y de lemas desnudos, un paseo por los senderos cargados de sueños limpia esta atmósfera tan rancia y casposa. Soñemos, pues, durante estos ocho minutos