Nada, este año se ha dejado ver, pero no fotografiar.
En el momento que lo detectaba desde la ventana, era hacer el gesto -sutil-de coger la cámara y se largaba, volando como le toca. Bien alto y fuera de mi alcance.
Es joven. Empieza a colorear el plumaje, pero solo apunta tonos rojizos en la cola, hay que esperar que se haga mayor. Entonces, ya se habrá acostumbrado a la persona que hay tras la ventana con la cámara preparada para vulnerar su intimidad.
Paparazzi de petirrojos, la llaman.