Vuelvo a la carga con festividad y alevosía para que mis queridos followers no me tachen de rollista. No sé si saben ustedes que los bancos, tal y como está regulado el sector, no sólo guardan, prestan y piden prestado dinero. Además lo crean. De cero. Como el que tiene una maquinita de imprimir billetes en el salón de su adosado. Sólo que, como los de la máquina casera, éstos tampoco son euros pata negra de los impresos en papel moneda del bueno. Pero casi.
Uno podría llevarse al error de pensar que el dinero sólo lo emiten los bancos centrales, reservas federales y demás organismos que regulan la política monetaria del planeta. Pero no. Esas instituciones son las únicas con potestad para imprimir monedas y billetes pero no dinero. El dinero lo pueden crear también los bancos. Porque así está regulado. Cuando les decía que la banca mundial se sustenta sobre la frágil creencia de que cinco euros en la cuenta son lo mismo que cinco euros en tu bolsillo, lo decía muy en serio.
Les voy a poner un ejemplo práctico. Digamos que mañana me da por montar un banco. Rebuscando en las huchas de las niñas que son las únicas usureras de la familia, consigo reunir 10 euros para fundar La Banca Tigre. Ya me puedo poner a funcionar. Lo grandioso es que la ley no solo me dejaría prestar los 10 Euros que tiene mi banco en caja. Ni de lejos. Hasta hace poco la ley me hubiera dejado emitir préstamos por un valor de 500 euros pero en los últimos tiempos se ha endurecido el criterio y se quiere elevar el requisito de capital hasta el 4%. En otras palabras, ahora “solo” me van a dejar prestar 250 euros. De esta manera tan sencilla, me acabo de sacar 240 Euros de la manga. Una jugada maestra.
Esto es posible porque para prestar 250 euros el banco no necesita pagarlos a tocateja. Le basta con despositarlos en una cuenta corriente y darte una tarjeta, una libreta o una chequera para que tú te creas dueño y señor de ese dinero. Lo que nos lleva a errar es el uso del término depositar. El banco no deposita nada, para empezar porque no lo tiene, lo que hace es escribirte un vale por 250 euros en forma de cuenta corriente. Lo mismo daría si lo que hiciera fuera darte 240 euros en billetes del Monopoly. Lo mismo da, lo importante es que tú creas que esos billetes de Monopoly son tan buenos como los euros.
Cierto es que a veces el banco sí necesita sacar los euros de verdad de la caja. Pero son las menos. Lo que hace el banco es apostar a que como mucho 10 de cada 250 préstamos le van a suponer un desembolso real. Cuando no es así, si tienen una necesidad puntual de euros de los buenos, recurren a algún otro que les preste dinero para salir del apuro y arreglado. O no. Porque multiplicar la oferta monetaria por 25 es mucho multiplicar. Si todo va bien tu prestas billetes del Monopoly y te devuelven euros del BCE. Y te haces rico.
Pero no es el caso. Porque con los billetes del Monopoly nos hemos liado a comprar un suelo que nos han hecho creer que era escaso, casas que nos han dicho que valían un potosí y promociones para acoger a las siguientes cuatro generaciones de jubilados nórdicos. Eso si quieren venir. Hemos gastado el dinero del Monopoly en ladrillos desoyendo el principio fundamental del inversor: diversificar la cartera para minimizar el riesgo. Y aquí estamos, con las arcas a rebosar de billetes del Monopoly y ni un triste Euro por el que cambiarlos.
Hay una diferencia enorme entre la cantidad de dinero que creemos que tenemos y el que realmente tenemos. Esta diferencia es la torta que hay que pegarse. Lo único que nos queda por decidir es cómo y cuándo. Podemos dejar caer a los bancos malos, recapitalizarlos desde dentro o rescatarlos. Es la diferencia entre tirarse a la piscina de cabeza, entrar por la escalera o esperar a que se te deshinche la colchoneta. Lo que está claro es que te vas a mojar.
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