Revista Educación

Papeles amarillos

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Papeles amarillos

Mi vida está escrita en papeles amarillos. Viejos recortes de periódico, servilletas de los bares y tickets del supermercado en cuyo reverso apunto ideas sueltas que luego en casa recompongo como si se tratara de un puzzle de miles de piezas para construir historias que ya a (casi) nadie interesan. En definitiva, recuerdos y testimonios en tinta y celulosa de una época gloriosa (o al menos feliz) en la que fui periodista y, a ratos, poeta.

Así, por la casa tengo regadas tongas de páginas de periódico con artículos (determinados e indeterminados) firmados por mí, hojas arrancadas de los blocks de argollas del Guerrero con poemas infantiles y olor a humedad a partes iguales y antiguas cartas que contienen más ácaros y polvo que palabras certeras.

Algunos de ellos están a simple vista, apilados en inmensas torres sobre la mesa del ordenador, desafiando constantemente la ley de la gravedad, otros se amontonan en mi mesilla de noche, esperando por una eventual corrección o a que la musa se digne a visitarme a última hora del día y así poder acabar uno de los miles de trabajos y proyectos pendientes, pero la mayoría de ellos los tengo guardados en los altillos de los armarios, en archivadores bajo llave o en lugares más inesperados como cajas de zapatos debajo de la cama, en bolsas de regalo de Mango o Pull & Bear mezclados con la ropa que ya no me pongo o en carpetas escondidas en cajas de Lego o Playmobil y, a su vez, metidas en el fondo del baúl del cuarto trastero que tengo cerrado con varios candados por si algún día me da la tentación de liberar viejos demonios, lo tedioso del proceso me haga desistir.

Sin embargo, lo mismo que, como propósitos de año nuevo, otros se plantean adelgazar, dejar de fumar o desengancharse de las redes sociales, yo, además de intentar decir menos veces la verdad, para este 2022, me he marcado como objetivo irrenunciable (y esta vez sí que sí) que mi Diógenes y mi clara tendencia a la nostalgia no agraven más mi persistente alergia y mi inmerecida tos de fumador...

Si no me creen, en los próximos días estén atentos al contenedor azul de mi calle. No les digo más.


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