Recuperamos la actividad en el blog tras un «verano transversal» con un nuevo post sobre el número 57 de la revista Papers —os recordamos que ya habíamos publicado anteriormente en el blog tanto sus presentaciones como nuestro artículo «Otro urbanismo es posible. La nueva praxis urbana ante el cambio de época» que podéis consultar en la etiqueta Papers57—, editada por el Instituto de Estudios Regionales y Metropolitanos de Barcelona y publicada a principios de 2014.
Este artículo recoge la introducción del número —titulado «Discursos emergentes para un nuevo urbanismo»— firmada por Xavier Boneta, y supone el punto de partida a una serie de publicaciones en Paisaje Transversal Blog donde recorreremos la totalidad del número a través de las reflexiones de sus autores, entre los que se encuentran José Fariña, Xavier Matilla, José María Echarte, Manuel Fernández, Maties Serracant y Pau Avellaneda, Marc Montlleó o Miquel Morell.
Discursos emergentes para un nuevo urbanismo
Por Xavier Boneta (@xaviboneta)
Este trabajo parte de una cierta desilusión y de un convencimiento. Desilusión al constatar cómo el urbanismo de los últimos 30 años, capaz de transformar en positivo unas ciudades que salían del periodo franquista con graves carencias, ha sido incapaz de contrarrestar las dinámicas más perversas de los mercados, especialmente el inmobiliario, y de resistir el embate de una lógica economicista que ha impregnado todos los ámbitos de las sociedades capitalistas, especialmente desde los años 80 hasta ahora. Reconocer la incapacidad del urbanismo para corregir o combatir con la fuerza necesaria estas dinámicas es, de alguna forma, admitir su fracaso, o cuando menos constatar la necesidad de una revisión a fondo de la disciplina.
Es preciso decir que esto sucede en un momento de importantes cambios económicos, políticos, sociales y culturales ante los cuales tanto el urbanismo como las ciudades no pueden quedar al margen. Ello comporta un plus de incertidumbre que a menudo se traduce en perplejidad ante la dificultad para entender qué está ocurriendo.
Una incertidumbre que no se refiere solo a la capacidad inversora de la Administración y de los particulares o a la salud del contexto macroeconómico, sino también a la forma en que nos relacionamos, producimos y, en definitiva, ocupamos el espacio, vivimos y organizamos la vida en sociedad.
El urbanismo no puede permanecer ajeno a las crisis que caracterizan el periodo actual. Si, tal y como afirma Joan Busquets, el ser humano, como ser social que es, está creando nuevas formas de urbanidad, deberíamos saber interpretarlas y crear procesos y formas urbanas para estas nuevas condiciones. Si nos hallamos ante un nuevo escenario político, económico, social y cultural, parece lógico pensar que también debemos avanzar hacia un nuevo escenario urbanístico.
Pero partimos también de un convencimiento. El convencimiento de que el urbanismo no solo mantiene su validez sino que es hoy en día más necesario que nunca. Por ello, frente a aquellos que anuncian la muerte del urbanismo, se responde desde estas páginas que es necesario más y mejor urbanismo; un urbanismo distinto, seguro, porque, como decíamos, el contexto también es otro. Identificar las principales implicaciones y transformaciones que el cambio de época en que nos encontramos inmersos plantea en el ejercicio del urbanismo en las ciudades de nuestro entorno es la motivación de estos escritos.
Y parece que el concepto de emergencia
puede ser útil para interpretar algunos de los cambios ya en marcha y
la complejidad de los nuevos tiempos. Emergencia entendida como un
acontecimiento extraordinario que reclama una acción inmediata, pero
también, como la acción o el efecto de irrumpir dentro de un nuevo
estado, de salir de un medio después de atravesarlo.
En este sentido entendemos como emergentes
aquellos discursos que no disponían hasta ahora de plataformas o de
canales oficiales y/o mayoritarios para su difusión. Discursos con
voluntad renovadora y afán por innovar en relación con los enfoques, las
herramientas, las metodologías y los conceptos. Hemos considerado
también un rasgo distintivo de estos discursos emergentes su carácter
crítico, cuestionador y con voluntad de revisar la tradición urbanística
vigente.
No rehuimos tampoco la voluntad de visibilizar un cierto relato en clave generacional, cuyo elemento aglutinador, más que la edad, tal vez sea el lugar, más o menos periférico o subalterno (en la Administración, en la universidad y en el mundo de la empresa) desde donde se formulan estos discursos.
En cuanto al alcance territorial del número, es preciso aclarar que hablamos de ciudades y de urbanidad con una evidente voluntad generalizadora, pensando en las ciudades de las llamadas sociedades capitalistas occidentales, especialmente en las del ámbito catalán, aunque algunas de las reflexiones pueden hacerse también extensibles al conjunto del Estado, atendiendo a los orígenes geográficos diversos de los autores.
Somos conscientes de que estas ciudades tienen, por su peso demográfico y por lo que representan en el conjunto del planeta hoy en día, una relevancia y una capacidad ejemplificadora muy relativa, y que las transformaciones más importantes, tanto desde un punto de vista cuantitativo como por la transcendencia de lo que suponen, se están produciendo en otras latitudes y responden a fenómenos muy distintos.
En relación con la escala de las reflexiones, a pesar de las limitaciones que reconocemos en la distinción entre la escala urbana y territorial y de que entendemos que las ciudades no se pueden pensar aisladas del territorio que las rodea, en este número hemos optado por enfocar las reflexiones a la escala urbana entendida esta, eso sí, de una forma laxa, intentando poner el acento en la ciudad real, en el hinterland funcional que acostumbra a rodear los límites administrativos de esta.
El número organiza sus contenidos sobre la base de una clasificación temática bastante convencional respecto a la reflexión urbanística que incluye la participación, la movilidad, la financiación o las cuestiones ambientales. No obstante, hemos intentado incorporar enfoques nuevos que acompañan otras lecturas no tan comunes como las realizadas desde la enseñanza o la tecnología, por citar un par. Con todo somos conscientes de que la fotografía resultante es incompleta y que en ningún caso agota la infinidad de enfoques y de temas vinculados a la práctica a urbanística.
Partiendo de la premisa de que una reflexión urbanística sencilla, próxima y clara debe ser posible, hemos intentado que el número, a pesar de la inevitable heterogeneidad de los artículos que lo forman, tuviera un tono de divulgación crítica, rehuyendo los corsés y los formalismos de los textos académicos (el artículo de Paisaje Transversal constituye un buen ejemplo), pero sin perder rigor en la exposición.
Desde un punto de vista formal, hemos optado por darle un tratamiento gráfico de conjunto al número, reemplazando los planos y mapas habituales de la revista por los dibujos de la ilustradora Clara Nuviola, autora del blog Los vacíos urbanos, que acompañan los distintos artículos y que nos aportan una mirada diferente de la ciudad, próxima y delicada, alejada de las formas canónicas de representación.
En cuanto a la metodología de elaboración, también hemos intentado que fuera distinta. Aunque la autoría de cada artículo corresponde exclusivamente a sus autores, el número se ha preparado de forma colaborativa. Partiendo de una propuesta inicial de contenidos, se han generado diversos espacios de debate y de intercambio (documentos de trabajo compartidos en red, videoconferencias a varias bandas) que han ayudado a contrastar y perfilar los contenidos de cada uno de los artículos a lo largo del proceso de construcción de la revista.
Los autores de los artículos son profesionales y académicos con una trayectoria relevante en el mundo de las políticas urbanas y del urbanismo, ejercida desde distintas posiciones en Administraciones, despachos profesionales y universidades de todo el Estado español. Son, me atrevería a decir, una buena muestra del enfoque integral y multidisciplinar que la mayoría de ellos reclama desde estas páginas en la práctica urbanística: arquitectos, evidentemente, pero también geógrafos, ambientólogos, economistas, licenciados en filosofía, politólogos y sociólogos. Es preciso hacer especial noticia de la aportación del profesor José Fariña, que aparentemente rompe (por edad y por su condición de catedrático) con la definición de discurso emergente que hemos dado anteriormente. El motivo de su inclusión en el número responde al papel de puente que pensamos que el profesor Fariña desempeña (por proximidad en muchos de sus planteamientos) entre los discursos emergentes que hemos recogido y los discursos urbanísticos de las últimas décadas y generaciones. Otras aportaciones como las de los colectivos La Trama Urbana o Paisaje Transversal representan también una nueva forma de concebir la autoría de este tipo de reflexiones, en las cuales el despacho profesional o el departamento universitario es sustituido por colectivos multidisciplinares que operan mediante otras lógicas y otros formatos.
Este número de Papers desea plantear diversas cuestiones que nos parece primordial abordar pese a que no siempre disponemos de una respuesta clara. Cuestiones que aporten, tal y como reclama Xavier Matilla en su artículo, algunas ideas que contribuyan a pensar una nueva cultura urbanística. Como trabajo coral que es, hay diferencias y lecturas no siempre coincidentes entre los autores, pero ganan las ideas compartidas que permiten identificar hilos conductores dentro del número y de entre las cuales podemos destacar las siguientes.
Un primer debate es el que se produce en torno a la idea de cambio de
paradigma en relación con la práctica urbanística. Los cambios de
paradigma son una constante en la historia del estudio del hecho urbano.
Con todo, se plantea la duda de hasta qué punto las disfunciones y las
limitaciones detectadas actualmente deben hacernos pensar en la
necesidad de una transición hacia un nuevo modelo, de una transformación
radical de la disciplina o, por el contrario, se trata solo de la
necesaria actualización de muchos años de práctica.
A diferencia del urbanismo surgido de la revolución industrial que tiene en las economías de escala y en la simplificación y repetición de las funciones urbanas (fordismo urbano y zonificación) su principal razón de ser, el nuevo urbanismo se reconoce en la complejidad y el conflicto. Ya no se trata de simplificar o encontrar pautas de organización que permitan reducir la incertidumbre o el caos, sino que admite la naturaleza conflictiva e imprevisible de la condición urbana para encontrar la virtud en la versatilidad, la flexibilidad, la polivalencia, el dinamismo, la adaptación o la evolución permanente. Solo a modo de ejemplo, hemos pasado de un escenario en que el problema era el déficit de infraestructuras, equipamientos, viviendas o la escasez de suelo a otro en que el problema es su abandono o la poca utilización que se hace de él.
El urbanismo se ha pensado históricamente como una herramienta para anticipar el futuro, reduciendo la incertidumbre. En un momento con más incertidumbre y más fragmentación que nunca, debemos pensar en un urbanismo necesariamente diferente. Más flexible, coral y dinámico, con elementos de corrección en tiempo real y evaluable. Un urbanismo de la incertidumbre, del mientras tanto, en beta permanente, de código abierto, entendido como una forma urbana progresiva.
Una forma de hacer ciudad en que el proceso pesa tanto o más que el resultado, la forma como se construyen consensos y se toman decisiones, tanto el propio contenido de estas decisiones, donde la lección deja paso a la conversación y donde el planeamiento queda desatado de la realidad administrativa vigente y de sus corsés temporales, representados por los ciclos electorales y el corto plazo como horizonte de actuación. Una ciudad pensada en términos de hardware, pero sobre todo y ahora más que nunca, de software.
Continuando la revisión del rol de la Administración pública encontramos unos servicios urbanos y unos equipamientos (vivienda, urbanización, transporte…) que tradicionalmente se han dirigido a la masa de forma indiferenciada, ofreciendo una gran solución, cuando todo indica que cada vez vamos hacia servicios y demandas más individualizadas, diferenciadas y singulares. Ante este hecho la Administración pública puede reconocer el fenómeno y asumirlo como propio o por contra puede continuar defendiendo una búsqueda de la racionalidad y la eficiencia por encima del bienestar del ciudadano. La Administración que hasta ahora se limitaba a planificar, arreglar y controlar el cumplimiento de la ordenación a partir de una lógica basada en la eficacia indiferenciada, tendría que evolucionar para poder dar respuestas singulares, para facilitar que quizás otros hagan y limitarse a controlar, evaluar, corregir, compensar y, en su caso, sancionar.
Con respecto a la práctica urbanista, encontramos, por una parte, la reivindicación de la importancia de abrir la reflexión y la praxis a disciplinas que tradicionalmente quedaban excluidas, lo que permite sumar nuevos enfoques y avanzar en la construcción colectiva de conocimiento. Por otra parte, encontramos la reivindicación de la necesidad de no caer en la banalización. A pesar de algunas críticas a la tradición urbanística más inmediata, son diversos los artículos que subrayan el gran error que supondría despreciar el valor de la tradición o relativizar los hitos y los éxitos del pasado. Entender y valorar en su justa medida el pasado es el punto de partida ineluctable para entender el presente. En este sentido la voluntad es la de sumar, de aportar una mirada complementaria, no siempre necesariamente sustitutiva del urbanismo que se ha hecho hasta la fecha. Entre otras razones, porque tal y como señalan algunos autores, las nuevas formas de urbanismo apuntan en direcciones sugerentes pero al mismo tiempo evidencian significativas limitaciones para recuperar, tal y como reclamaba Francesco Indovina, la capacidad de oír el sonido agudo de los problemas de la ciudad que parecemos haber perdido.
Hablamos de un urbanismo, profesionalmente, que hay que ejercer desde la autocrítica, la honestidad y la responsabilidad como valores que deben reivindicarse y que más que reinventarse (que suele ser la forma socialmente aceptada de practicar el posibilismo a la baja) tienen que recuperarse, volviendo a conectar con algunos de los principios de la disciplina formulados años atrás. En este sentido es clave revisar el encaje y denunciar la marginación de los estudios urbanísticos en las escuelas de arquitectura.
Una de las ideas que con más fuerza aparece a lo largo del número es la necesidad de recuperar el carácter político y el sentido original del urbanismo como instrumento de transformación social y de redistribución de riqueza, reivindicando su utilidad y su legitimidad social. Sin negar la complejidad técnica del urbanismo, se reivindica el carácter político dado que ante todo regula y orienta el desarrollo de una ciudad en una determinada dirección, siguiendo un proyecto que necesariamente tiene que ser político. Un urbanismo entendido, por lo tanto, no como una técnica derivada de la arquitectura sino como una dimensión de la política.
De la lectura del número también se desprende la necesidad de revisar algunos de los «dogmas» de la praxis urbanística hasta la fecha: el concepto de crecimiento; el plan como instrumento omnicomprensivo e inalterable; el papel y la visibilidad de la plusvalía; el principio de eficacia indiferenciada; la veneración acrítica de la figura del arquitecto constructor, o las condiciones laborales de un sector fuertemente dualizado.
Cuando nos referimos al papel que deben desempeñar en el urbanismo el sector público y los agentes privados, se pone de relieve cómo la mayoría de cuestiones tratadas en el número se sitúan en la esfera pública, pero probablemente buena parte de los problemas que se relacionan con este tienen origen en la esfera privada (vivienda, comercios) por más que después sea en el ámbito público donde se manifiestan con toda su intensidad. Ello pone de manifiesto la importancia de pensar el espacio público como un espacio de transición entre dos esferas íntimamente relacionadas y de pensar políticas de amplio alcance. ¿Podemos imaginar un urbanismo que deje de estar al servicio del negocio inmobiliario? ¿Una ciudad que no la hagan los privados o cuando menos, una ciudad en que el timón de las transformaciones vaya permanentemente ligado al bien común y el interés general? Habrá que plantear seguramente una evolución de lo que entendemos por interés común o colectivo, hasta ahora limitado a la titularidad de las Administraciones públicas.
Esta publicación está escrita desde el reconocimiento a muchos años de práctica urbanística que han fijado las bases de la disciplina en su etapa moderna en nuestro país, pero también desde la constatación de que la sociedad actual tiene muy poco que ver con la de los últimos 30 años, y que transformaciones tan importantes hacen necesaria una revisión a fondo de muchos los planteamientos y formas de hacer de la disciplina. Estos escritos no pretenden en ningún caso fijar un nuevo canon o definir las bases teóricas de un nuevo paradigma urbanístico. No somos tan denodados. Quizás tampoco aportarán grandes soluciones que transformen radicalmente el ejercicio del urbanismo. El objetivo no es construir un nuevo corpus teórico sino abrir nuevas líneas de fuga en el debate, que puedan orientar e inspirar nuevos ejes de discusión, nuevas formas de hacer, nuevas temáticas y nuevos instrumentos útiles para las nuevas generaciones de urbanistas y para todos aquellos interesados en la reflexión y el hecho urbano, que quieren pensar, diseñar, planificar y gestionar las ciudades en los próximos años.
Nos daríamos por satisfechos si este trabajo de reflexión colectiva sirve para hacer emerger nuevas preguntas que ayuden a revisar y replantear la ortodoxia y los lugares comunes de una disciplina construida sobre la base de premisas que pensamos que valdría la pena cuestionar de una forma constructiva. Necesitamos un urbanismo adecuado al contexto de incertidumbre que plantea la sociedad actual.
Xavier Boneta es licenciado en Ciencias políticas y Máster en Gestión pública, y ha desempeñado varias funciones en la Diputación de Barcelona donde ha coordinado numerosos trabajos de investigación, seminarios y publicaciones relacionadas con las políticas urbanas y territoriales desde la perspectiva de los gobiernos locales. Actualmente trabaja en el Ayuntamiento de Barcelona.
Créditos de las imágenes:
Imagen 01: Portada de Papers 57 (fuente: Paisaje Transversal)
Imagen 02: Kansas City Better Block Project (fuente: Mobile Planning)
Imagen 03: Dibujo de la presentación del número 57 de la revista Papers (fuente: Clara Nubiola/Los Vacíos Urbanos)
Revista Arquitectura
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