"Hay días extraños como si uno se despertara después de haber dormido durante años."
(Hugo Betti).
No sé si Christopher Nolan habrá visto "Paprika", aunque imagino que sí, puesto que hay imágenes y conceptos en la primera idénticos a los de la segunda. Lo que sí sé, es que cuatro años antes de que decidiese (por primera vez en su carrera y para desgracia mía) aburrirnos con su pretenciosa, artificiosa y estéril película, el gran genio del ánime posmoderno (junto a Oshii) que era Satoshi Kon demostró al mundo que se puede hacer una gran película sensorial, creíble, compleja, intensa, inesperada y fascinante, sobre los callejones de la mente, los sueños, los recuerdos y el subconsciente.
Adora a tu nuevo Dios.
Si aún no has visto "Paprika", te envidio.No sabes cuánto.
Te envidio porque verla por primera vez (e incluso un segundo visionado) es poco menos que una experiencia iniciática difícilmente irrepetible. Porque adentrarse en este laberinto onírico que juega con el subconsciente y con el lenguaje del cine a su antojo, deshaciéndolo y volviéndolo a recomponer, produce unas sensaciones tan estimulantes, angustiosas y sorprendentes, que son difíciles de sentir con posterioridad.
Basada en el libro homónimo escrito en 1993 por Yasutaka Tsutsui, irreverente y magistral narrador pionero en su país en lo que a metaficción y a posmodernismo literario se refiere, "Paprika" es una historia barroca, alucinada, febril, que está siempre jugando con la dualidad psicótica de ficción-realidad y gira en torno a una megacorporación que ha desarrollado una revolucionaria máquina que se emplea como terapia y gracias a la cual es posible introducirse en las mentes de los pacientes con intención de tratar y erradicar sus miedos y ansiedades. Uno de los modelos de la máquina (llamada "DC Mini") es robada y el que lo ha hecho, está acabando, mientras duermen, con las mentes de quienes la crearon.
Deudor de las teorías de Freud, por descontado, pero también de Jung (que pensaba que la psique constaba de tres partes claramente diferenciadas: la conciencia, la inconscencia personal y la inconsciencia colectiva), Kon nos sumerge en un mundo de confusión onírica en un viaje frenético, como una montaña rusa acelerada, en el que diferentes subtramas van cogiendo cuerpo y entrelazándose para dotar al film de un clarificador sentido trascendental de genialidad palpable.
Y el malogrado Satoshi Kon (se marchó a otra vida mejor demasiado pronto para desgracia del cine) se introduce en ese mundo de sueños, en el umbral de la conciencia, de manera muy personal y propia, sin fijarse en otros cineastas que lo hicieron antes que él, pero fiel a las teorías que hay sobre el mundo onírico, como podemos apreciar en detalles como el curioso orden entre transiciones, la quebrantabilidad de la lógica espacial y temporal, la forma de hablar de las personas en determinados momentos, la animación de objetos inanimdos, la mutación corporea tanto en rostros como en cuerpo, el cambio brusco de escenarios... o simplemente, en ese vertiginoso y subygante comienzo que te atrapa con fuerza y no te suelta hasta los créditos finales.
No te fíes de tus sentidos. Te engañarán siempre.
"Paprika" es un impresionante collage metalingüístico, metaficcional, de bella fractura conceptual y estructural, que escarba en nuestros miedos y en nuestras paranoias colectivas e individuales (conceptos, todos estos, sobre todo el de temor y sugestón colectiva, que ya había explorado Kon, con anterioridad, en la inclasificable y recomendabilísima serie televisiva "Paranoia Agent")."Paprika" es una Obra Maestra sin discusión alguna posible.
"Paprika" es lo que "Origen" quiso ser y ni supo, ni pudo serlo.
Publicado originalmente en Cineuá, AQUÍ. .