Mi amigo Jorge me había dicho un montón de veces que tenía que ver la serie, que me iba a encantar, y tenía tanta razón que me la he visto de un tirón. Ahora adoro a Paquita y a su humor macabro, a Magui -su contrapunto ideal-, a la “emprendedora” Noemí, a Lidi y su ingenuidad tan naif, a todos los que se mueven en esa broma tan poca divertida que es a veces la realidad. Por eso por encima de todo adoro a Los Javis y su discurso, su reivindicación de”ser humano” como la forma más auténtica de equivocarse y su capacidad de hacer humor con TODO. Con todo. Pero con todo.
Es un historión, el de Paquita. No una historia, sino algo más, porque el guión trasciende a lo que te van contando y tienes que jugar con lo que ya sabes y es ahí donde he visto algo que nunca había visto antes en televisión. Es una serie inteligente y burda a la vez, lo mismo te hace un cameo Julio Medem que Terelu Campos; una temporada te canta la sintonía Sergio Dalma y a la siguiente fichan a Isabel Pantoja. esa es otra, la Banda Sonora, ¡qué gran acierto! Como la vida misma, a ratos te salta el dance o el reggeaton, como te canta Rocio Jurado o Julio Iglesias. Esa, amigos, esa es la vida. Que a veces suena como “Pobre Diabla” pero otras te atrapa con “Fliyng Free” para terminar diciendo “No sé por qué te quiero”.
No sigo porque llenaría el post de spoilers y, de verdad, tenéis que verla. Si ya habéis llegado al final de la tercera temporada podéis divertiros leyendo las 34 curiosidades de Paquita Salas publicadas en Fuera de Series.
Fijaros si me ha tocado la patata la serie, que me ha dado pena que se acabase. Y eso solo pasa con las buenas historias, que cuando te las cuentan bien se convierten en algo distinto, en algo real, tan real como el elenco de mujeres supervivientes que rodea a Paquita a lo largo de todos los capítulos de las tres temporadas. Porque son mujeres como tú y como yo, que se equivocan y lo reconocen sin problemas; las que tienen ganas de llorar pero acaban riendo; y aguantan críticas descabelladas solo por ser buenas en lo que hacen o al menos por creérselo (“vosotros los llamáis haters, yo los llamo hijos de puta”); o creen que no pueden cuando llevan toda la fuerza del mundo dentro; las mismas que llegan a las siete de la mañana a casa después de decir “esta noche no salgo que no tengo ganas”.
Bravo, PS.