Revista En Femenino

Paquitzapango. Inundando la vida

Publicado el 25 junio 2010 por Daniela @lasdiosas
Paquitzapango. Inundando la vidaDesde su atalaya esperaba Paquitza, el águila, divisar a un nuevo navegante que cruzara el río, cazarlo y alimentar a la mujer que vivía con ella en su casa, en los infranqueables muros del cañón del Ene. Cansados del exterminio y la voracidad del águila, los asháninkas idearon la forma de liberarse de ella y colocaron en una balsa la imagen de un Apu esculpida con arcilla y shiringa. Paquitza, al ver el hombre en la balsa, se lanzó rauda a la pesca, quedando sus poderosas garras adheridas a la masa astutamente preparada. En sus intentos por liberarse fueron arrancándose sus plumas y cuando una tocaba el agua nacía un nuevo pueblo indígena amazónico y es así como desde el pongo de Pakitzapango fue poblada la selva peruana. La mujer que enviaba a Paquitza a cazar para saciar su hambre se quedó esperándola, mientras su hambre aumentó cada día sin encontrar a nadie más que la proveyera de suficiente alimento, así que finalmente murió de hambre. (1)
En estos días en que Paquitzapango empieza a retumbar en la boca de la población peruana y en los medios, es importante recuperar este mito fundacional, que para el pueblo asháninka no constituye un cuento o una fábula, sino que designa una «historia verdadera», y lo que es más, una historia de inapreciable valor, porque es sagrada, ejemplar y significativa, como señala Mircea Eliade al definir el mito. (2)
Allí, en donde para los asháninkas surgieron todos los pueblos de la amazonía, se construirá una represa, irónicamente llamada Paquitzapango, y digo irónicamente porque mientras el nombre nos remite a origen, a inicio, la obra, que forma parte del acuerdo energético Perú-Brasil y que incluye la construcción de otras cuatro grandes represas, nos remite a fin. La concesión otorgada a la hidroeléctrica Paquitzapango Energía SAC, que se apropia de la palabra intentando llenarla de vacío, se ubica sobre el territorio de 33 asentamientos y 18 comunidades asháninkas de los distritos de Río Tambo, Pangoa y Mazamari. La represa tendrá unos 165 m de altura y el embalse abarcará 73 mil hectáreas. Se calcula que unas 10 mil personas, la mayoría asháninkas, serán desplazadas de su territorio, miles de hombres y mujeres que, como en los tiempos de la guerra interna, se verán obligados a trasladarse a otros territorios, a buscar en otros espacios algún sentido a la vida que les está siendo arrancada.
El pueblo asháninka, como la mayoría de los pueblos indígenas, tiene un fuerte vínculo con la naturaleza, de la que se considera parte. Conocen los espíritus que habitan su bosque y tienen un profundo conocimiento de todas las especies animales y vegetales que viven en ese espacio territorial. Saben, por ejemplo, que no deben romper el equilibrio que significa cazar o pescar más de lo que necesiten, pues como dice Enrique Rojas Zolezzi: “si un cazador atrapa demasiados mamíferos terrestres o aves, poniendo en peligro el equilibrio entre los grupos de animales y el conjunto de las personas corresidentes en una determinada zona dentro del territorio asháninka, éste será atacado en el bosque por un peyari en forma de persona con el que luchará, lo que le producirá una enfermedad en ocasiones mortal.” (3)
No es pues el territorio un pedazo de parcela, sino un lugar que ha sido construido a lo largo del tiempo y en donde confluyen, conviven y se integran los espacios físicos y simbólicos que dan cuenta de la articulación humana con el medio y que es fundamental para su identidad étnica. El desplazamiento forzado de sus territorios, por tanto, no significaría sólo un cambio de lugar a otro, como podría ser para una persona que no pertenece a un pueblo indígena, porque para los pueblos indígenas el territorio está íntimamente ligado a todo lo que se es como pueblo, a sus modos de producción, a sus prácticas culturales, es el lugar donde habitan sus deidades y los diferentes espíritus, buenos y malos, que hacen posible su vida. Inundar el cañón del Ene, la casa del águila, significa para el pueblo asháninka dejarlo sin una garantía cosmológica para su vida, eliminando simbólicamente su origen y desapareciendo lugares míticos, como la comunidad llamada Intaatoki, en la parte alta del territorio, de la que nos habla Rojas Zolezzi, que es donde vive el ckaniri (yuca), el parenti (plátano), el pitoka (tubérculo), el sheri (tabaco), plantas que tienen apariencia de mujeres jóvenes que se bañan en las aguas del río. (4)
Con la represa desaparecería también mucha de la flora y la fauna acuática y terrestre que existe en el territorio actual, como ha sucedido con otras represas en el mundo, que resultan ser la causa principal de que el 33% de las especies de agua dulce hayan desaparecido o estén a punto de hacerlo. Las represas no sólo matan los peces y la vida acuática en general sino que eliminan toda la biodiversidad que se mantiene por las inundaciones naturales. Para construirlas, se eliminan millones de hectáreas de bosque, que se descomponen bajo el agua emitiendo gases de invernadero y aportando un enorme grano de arena al calentamiento global. En Estados Unidos – donde ya no se construye más este tipo de represas – debido a tantas represas, las aguas del río Colorado no llegan ya al mar. En Tailandia, la represa Pak Mun eliminó 51 especies de animales. En el Mar de Aral, en Asia central, 20 de las 24 especies de peces han desaparecido. A más del impacto que tiene la construcción de las represas en la biodiversidad y en el cambio climático, uno que es absolutamente irreparable es el que tiene que ver con los desplazamientos de las poblaciones que habitan las zonas en donde se construyen. Según la Comisión Mundial de Represas (WCD), entre 40 y 80 millones de personas han sido desplazadas por represas (5), más que todas las guerras.
La dimensión que ha alcanzado el desplazamiento impulsado por la construcción de represas ha llevado a algunos autores, como Miguel Bartolomé, a hablar de etnocidio en el caso de los pueblos indígenas: “Quisiera recordar la definición de etnocidio que propusiera Pierre Clastres (1981:56), entendiéndolo como ‘la destrucción sistemática de los modos de vida y pensamiento de gente diferente a quien lleva el proceso’ Como vemos esta conceptualización resulta notablemente pertinente para el caso de los desplazamientos compulsivos de pueblos indígenas.” (6)
Diez mil personas, más de dos mil familias asháninkas, se verían obligadas a desplazarse a otros territorios. ¿Adónde irán? ¿Qué pasará con las mujeres que suelen ser las más afectadas y que generalmente son las que soportan el mayor costo social, económico y cultural de estos proyectos inconsultos? ¿Se les ha ocurrido a los gobernantes que han firmado tan diligentemente el acuerdo qué pasará con los hombres y mujeres asháninkas y con los otros hombres y mujeres que habitan los territorios en donde se construirán las represas?
“Nosotras sufrimos de depresión. La relación que las mujeres tenemos con los de nuestro hogar, los árboles, el río, eso es una cosa muy fuerte para todas nosotras”, testificó Margaret Nunes de la Comisión Regional de Afectados por Represas en la Cuenca del Iguassú, Brasil. (7)
“No ha habido consulta ni información a las comunidades que directamente vamos a ser afectadas por este proyecto,” dice Ruth Buendía Mestoquiari, Presidenta de la Central Ashaninka del Río Ene de Perú.(8) No hubo consulta ni mucha información sobre las implicancias que tiene para el país y sus pueblos la firma del Acuerdo.

En estos días en que el Ejecutivo observó la Ley de consulta a los pueblos indígenas que había sido aprobada por el Congreso, con una serie de consideraciones que le quitarían precisamente sentido a la consulta, parece que andan rondando en estos territorios los kamari, los que matan, los seres malevolentes del cosmos asháninka. Sólo con la fuerza y la unidad de los pueblos y de la ciudadanía que cree que una democracia y un país más rico se construye a partir de que sus ciudadanos y ciudadanas ejerzan plenamente sus derechos, de que se respeten las diferencias y de que la vida de los pueblos, de todos los pueblos, es el fin supremo del desarrollo, se podrá vencer a los kamari, y volver a atrapar a Paquitza, que en estos nuevos tiempos parece renacer e iniciar de nuevo su cacería.

Por Rosa Montalvo Reinoso
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Noticias Ser Perú
La Ciudad de las Diosas
Notas:
(1) Cuento Ashaninka: Pakitsapango. Tomado de Thomas Th. Buttner (1989): La rojez de anoche desde la cabaña, Edit. Colmillo Blanco, pág. 104 – 106. http://cananchor.spaces.live.com/blog/cns!F2DE301DFF25AE1!188.entry
(2) Mircea Eliade (1999): Mito y Realidad, Editorial Kairos, S.A. 1ª edición, Barcelona.
(3) Enrique Rojas Zolezzi (2003): “Las clasificaciones ashaninka de la fauna del piedemonte central: un caso de diferentes niveles de aproximación”, Bulletin de l'Institut français d'études andines, Vol. 32 no. 1.
(4) Enrique Rojas Zolezzi (1997): “Origen y clasificación de las plantas cultivadas en el pensamiento mítico asháninka”, Anthropologica No 15, citado en Maggie Mabell Romani Miranda (s/f): “Sistema de denominación toponomástica de los ashaninka del Perú: ¿cómo colocan los nombres los ashaninkas” http://www.scribd.com/doc/25027167/Sistema-de-denominacion-toponomastica-de-los-ashaninka-del-Peru-%C2%BFcomo-colocan-los-nombres-los-ashaninka
(5) Comisión Mundial de Represas (2000): Represas y desarrollo: Un nuevo marco para la toma de decisiones. Una síntesis, Informe de la Comisión Mundial de Represas http://www.ecosistemas.cl/1776/articles-73173_recurso_1.pdf
(6) Miguel Albert Bartolomé (1992): Presas y relocalizaciones de indígenas en América Latina, Alteridades, México.
(7) Citada en Gustavo Castro Soto (2005): “Impacto y consecuencias de las represas (I/I)”, Chiapas al día, No 456, CIEPAC, México http://www.ciepac.org/boletines/chiapasaldia.php?id=456
(8) “Junín: Más de dos mil familias afectadas causaría proyecto Paquitzapango”, Coordinadora Nacional de Radio, 21 de abril del 2010. http://www.cnr.org.pe/nota.shtml?x=3309

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