Las proposiciones del Tractatus que hay que leer podrían dividirse temáticamente así:
- Planteamiento general de la cuestión ético-mística (6.4 y 6.41)- Ética (de la 6.42 hasta la 6.43 incluida)- Mística (6.43, muerte e inmortalidad 6.431 y siguientes, Dios y mundo 6.432 y siguientes) - Lo que podíamos llamar teoría del conocimiento sobre lo místico (6.5-6.53)- Las tres últimas proposiciones son revisiones conclusivas sobre la filosofía (6.53), la propia labor realizada en el libro, con la célebre metáfora de la escalera (6.54) y, en general, sobre todo el sistema del saber (7)
En las proposiciones 6.4 y 6.5 Wittgenstein evoca las cuestiones eternas del hombre sobre el sentido último de la vida y del mundo, cuestiones éticas (estéticas) y religiosas que realmente le preocupaban y cuya señalización y demarcación constituiría el auténtico sentido profundo de esta obra. Pero estas cuestiones no admiten tratamiento lógico (lingüístico, científico) alguno, como muestra todo el análisis realizado hasta ahora. Lo importante para Wittgenstein es esto: delimitar por fuera el campo científico de conocimiento y lenguaje y señalar con ello el inicio del ámbito de la intución, del sentimiento y del silencio: el ámbito del forzado respeto ante “lo más alto”. No son los problemas científicos lo que hay que solucionar (6.4312), los que realmente importan. No es el cómo del mundo lo importante, que es un mero constructo lógico-científico, sino el qué del mundo, el simple hecho de que exista, de que sea (6.44). Aunque se resuelvan todas las cuestiones científicas los problemas vitales están irresueltos y, sin embargo, no hay pregunta posible sobre ellos en la medida en que no hay respuesta porque Dios no se manifiesta en el mundo por lo que el sentido y el valor del mundo mismo descansa fuera de este. Aparece así la distinción esencial entre decir y mostrar. El sentido de la existencia, del mundo y de “lo más alto” puede ser mostrado a algunos –lo místico- pero no puede ser expresado por estos mismos afortunados. De lo que se puede hablar se puede hablar claramente, y de lo que no se puede hablar hay que callar dejando plena autonomía a la muda expresividad del silencio.