Revista Diario
“Yo creo que el mejor homenaje que uno puede hacer a las historias que lo impactaron y emocionaron es inventar historias nuevas.” Marcelo Birmajer
Aquí les presento seis variaciones de un cuento de Hans Christian Andersen, a ver cuál les gusta más. Me pregunto si Andersen las aprobaría.
I-Entonces la vieja reina hizo que le pusieran un guisante debajo de veinte colchones y veinte edredones de pluma de ganso, sobre los cuales la supuesta princesa tendría que dormir toda una noche –dijo Andersen.-Esa sí es una verdadera historia de horror –dijo el guisante, espantado.
II-Pero bueno, madre –protestó el príncipe–, si tú eres la primera que me carga loco con eso de quieres nietos.-Claro que los quiero y ella es la candidata perfecta –insistió la vieja reina–, como te dije, esta mañana comprobé que se trataba de una verdadera princesa.-Es que estamos en 1835 y que yo sepa, falta mucho todavía para que se inventen los métodos de fecundación asistida.-¿Y eso qué tiene que ver? –respondió la reina–. Tú eres un hombre joven, viril y en perfecta salud, y ella además es muy bien educada y linda. Es la chica ideal.-Mamá, tiene que ver porque sólo hay una forma de tener bebés en esta época. Y si ella no pudo dormir porque le molestaba un guisante que mandaste a colocar debajo de los veinte colchones y veinte edredones de pluma de ganso sobre los que durmió, y tiene la piel tan delicada que amaneció llena de moretones; entonces en nuestra noche de bodas, cuando apenas la toque, va a pegar el grito en el cielo. ¡¿Cómo rayos pretendes tener nietos?!
IIIEl guisante no pudo pegar ojo en toda la noche. Cuando levantaron los veinte colchones y los veinte edredones de pluma de ganso de su alcoba, encontraron a una princesa debajo. Al guisante se lo llevaron preso por secuestro.
IVHabía una vez un guisante con tendencias poco ortodoxas, que de tanto soñar despierto una noche con ser una princesa, amaneció desvelado. Entonces los demás creyeron que era que tenía una piel muy delicada y el guisante, al ver que se había convertido en el centro de las conversaciones, no negó la versión y lucía orgulloso sus ojeras debajo de las pestañas postizas.
VEl guisante de tendencias poco ortodoxas le batió las pestañas al gigante y le dijo:-Hola, mi príncipe.El gigante se puso verde en el acto, pero luego invitó al guisante a que lo siguiera a su casa, con la condición de que trajera consigo a un montón de amigos.Días después salía al mercado una lata de guisantes en conserva, de una famosa marca.
VIHabía una vez un país en donde a todos los ministros les decían “pimentón”, porque estaban metidos en cuanto “guiso” había. Uno de ellos, tan corrupto como los demás, pero con la particularidad de que era quien proponía los chanchullos a sus colegas, se enteró y no le gustó para nada ser identificado con una denominación tan compartida.Es inaceptable que yo –declaró–, que soy el que prepara y trae los “guisos” para los otros, me llame igual que ellos –y ofreció una jugosa comisión a quien le consiguiera un mejor nombre con el cual destacarse.Los reales se los llevó una astuta princesa, que lo bautizó como: “El Guisante”.
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