Creo que lo que está pasando es la prueba final (si es que a alguno le quedaba duda) de que la actuación de las agencias calificadoras de riesgo necesita urgentemente una nueva regulación, más sensata y global. No es asunto obvio ni fácil, pero lo que está claro es que es extraordinariamente necesario. Y hay que hacerlo bien.
Primero con Leman Brothers y ahora con las calificaciones de EEUU y otros países, ha caído la gota que ha colmado el vaso.
Y una idea: probablemente la solución a las calificaciones de riesgo de entidades públicas y privadas deba enfocarse de manera diferente.