Al final todo se reduce a dos grandes opciones. O pagan los que más tienen o sufren los más necesitados. El combate democrático consiste en negociar en qué punto de ambos extremos nos situamos. La política sirve para eso, de forma que no son la economía, los mercados, las agencias de rating o los auditores quienes toman las decisiones, sino los representantes elegidos con los votos de los ciudadanos.
Esto es siempre así, pero todavía es más así en tiempos de crisis, cuando hay que hacer dos cosas a la vez tan contradictorias como soplar y sorber. Hay que cortar y adelgazar, pero también hay que sembrar para que de la depresión no salgamos más debilitados y menos preparados. Si cortamos demasiado, además de dañar a los más desprotegidos, también cercenamos el futuro. Si no cortamos suficientemente, arriesgamos incluso el presente y nos hundimos en el pozo de la crisis.
(…) Pero de subir impuestos, nada; al contrario, se bajan para los más ricos.
Barack Obama, recién salido de un duro rifirrafe con la derecha republicana, ha hablado de todo esto el miércoles pasado, en un solemne discurso dedicado específicamente a combatir las posiciones conservadoras sobre el presupuesto. Lo primero que recuerda Obama es que no es un debate contable, sobre cómo cortar y gastar, “sino acerca del futuro que queremos y el tipo de país en el que creemos”. El presidente defiende los recortes, unos recortes realmente serios, pero no quiere dejar desprotegidas a las clases medias ni a los jubilados, y tampoco dejar a su país sin las infraestructuras, la educación y la renovación energética que necesita para competir en el mundo global. Su fórmula va a contracorriente: ya parecía aceptado por todos que la crisis la pagan los menesterosos. Recortes, sí, pero no de impuestos. Al contrario, para rebajar el déficit hay que subirlos.
Los republicanos quieren una poda drástica, generalizada y rápida. Es la técnica del machete, que hace estragos entre los enfermos, los débiles, los ancianos y los más pobres en general. Obama quiere, en cambio, que se utilice el bisturí, para cortar donde sobra y mantener lo que se necesita. Es decir, cortar bien y hacer pagar a los que más tienen.
El bisturí y el machete, de Lluís Bassets