Vetusta Blues. -
“Para (no) todos los públicos”
Más allá de los triunfalismos propios de la política a la hora de los balances de San Mateo, sí puede afirmarse que a los agoreros les ha salido el tiro por la culata. Mareas, oleadas de gente, abrazando los chiringuitos, participando de lo que deben ser siempre unas fiestas: una celebración popular, no para (supuestas) élites selectas.
Otra cosa bien distinta es el modelo elegido a la hora de la programación musical. Un modelo, digámoslo ya, completamente obsoleto y alejado de los tiempos que vivimos. ¿Que cuáles son los tiempos vivimos en lo musical? Unos, en los que tras la debacle de la industria musical, han convertido el mapa sonoro en un crisol de estilos y aficionados. Ya no se llenan grandes superficies y, en cambio, se consume más música que nunca. El público ha tenido la posibilidad de elegir y lo ha hecho en un sinfín de variables y estilos, lo que ha contribuido a una enorme fragmentación y a un reparto muy diversificado. Ya no intervienen los hits, las radiofórmulas; apenas se ven superventas absolutos capaces de llenar estadios en cada ciudad o pueblo. Algo lógico: la gente ha tenido la posibilidad de escoger sus gustos, de encontrar sus propuestas musicales y, con una industria perdiendo todo su poder (sólo algunos necios o interesados siguen contándonos esa milonga), todo queda a expensas de las posibilidades de abrir tus oidos y quedarte con lo que más te gusta. La industria se ha replegado hacia los “productos” y los artistas más seguros, así como a las reediciones, pero no ha funcionado: cada vez hay más sorpresas al margen de sus tentáculos.
Con este panorama, ¿cómo encarar la programación musical de unas fiestas? Una vez más, los vascos nos han enseñado el camino. Dará igual: porque cuando los responsables del asunto en Oviedo en encuentros ya fundamentales como el Bime, llegan tarde, no se enteran de nada y tampoco les preocupa mucho. Que Bilbao ofrece unas posibilidades gastronómicas muy interesantes y a quién puñetas le importa lo que vayamos a proponer para San Mateo. Si, al final, todos tragarán con un “viva las fiestas” de perdón. Vean si no, el penoso homenaje a Tino Casal, quien, sí, sí y hasta cien veces sí, se revolvería en su tumba viendo a quienes le trajeron de invitados a lo que tenía que haber sido su celebración (al menos, Los Secretos tuvieron la vergüenza torera de marcarse un hermoso y original “Embrujada”). Pero, como cantarían los adalides del rock urbano Topo: “Aquí no pasa nada, todo está bien”. Y no debería ser así. Bilbao propone, en varias de sus plazas, conciertos especializados aptos para cada tipo de público: canción de autor, jazz, folk, rock, clásica. Esa sería la gran posibilidad de futuro: convertir cada una de las plazas -en Bilbao son ocho, aquí creo que con cuatro ya estaría muy bien- en un lugar para el placer de los enamorados o de quienes anhelan un estilo musical. Claro que eso requiere al frente a alguien capaz de ser sensible a esas inquietudes. Que sepa, vamos. No a un sujeto que te liquida a un Macaco por treinta y no-sé-cuantos-mil-euros sin despeinarse. Lo que podría costar -quizás un poco más si hubiera voluntad de ser cuidadoso y marcar la diferencia- una semana de actuaciones en cada uno de esos recintos. Y que no se diga que no somos constructivos: ahí tienen la idea gratis...
Lo que ya está obsoleto es ese gratis total en una plaza de la Catedral convertida en zona de tránsito de gente que se para unos segundos a observar como un marciano la actuación de turno. O como reducto para que los botelloneros se escondan, mientras combinan sus cubatas con el hielo que han pillado a los pobres hosteleros o a los chiringuitos... Ya no existe la música para todos los públicos. Desde la eclosíon de internet, ya nada es universal y uniforme: ya nada es para todos los públicos.
MANOLO D. ABADPublicado en el diario "El Comercio" el jueves 29 de septiembre de 2016