Hannah Arendt (1906-1975)
A la mayoría de los políticos, pero no sólo a ellos, también a jueces, médicos, militares, obispos, misioneros, funcionarios, maestros, banqueros, periodistas y líderes de opinión, por citar algunos especímenes de la diversa fauna humana, se les llena la boca con lo de la "vocación de servicio"; sobre todo cuando hablan de la suya. No deberíamos creerles siempre. El altruismo no es moneda de uso corriente entre las clases altas (ni entre las medias, ni las bajas, dicho sea de paso) aunque excepciones, haberlas haylas. Y lo que ellos llaman "vocación de servicio" la mayoría de las veces no pasa de ser ambición personal, ganas de medrar, búsqueda de gloria, pasión por el poder, ansias de mando, y a veces, hasta búsqueda del martirio como medio para ganarse el cielo. Casi cualquier cosa menos altruismo.
Algunos dicen de la política que es "el arte de lo posible". Quizá pensando en que los deseos de cambiar por la fuerza la naturaleza del mundo y de quienes lo hemos ido habitando en oleadas sucesivas, los intentos de convertir en realidades lo que no son mas que utopías, no han traído para los hombres nada más que sangre, muerte y lágrimas. El ejemplo más clásico el de "La República", de Platón, en el siglo IV a.C. Quizá, otros, llamen a eso "utilitarismo", una doctrina política de impreciso término que pusieron en boga Jeremy Betham y John Stuart Mill a mediados del siglo XIX. Pero pienso que no tiene nada que ver una cosa con otra.
Por ejemplo: ¿la pusilanimidad de los gobiernos europeos ante la crisis Ucrania-Rusia es arte de lo posible, utilitarismo o mera supeditación de todo criterio moral (sí, la política también es moral) a los meros intereses económicos? ¿Y la imposibilidad de encontrar una salida lo menos dolorosa posible a la crisis económico-financiera que asola el sur de Europa es también arte de lo posible, utilitarismo o mera incapacidad de enfrentarse al invisible y todopoderoso poder financiero que acogota nuestras economías y sobre todo nuestras sociedades?
Dos experimentos sociales llevados a cabo en el pasado siglo, dos intentos de transformar por la fuerza la naturaleza propia del ser humano: comunismo y nazismo, acabaron en inmensas tragedias. Ambas eran doctrinas totalitarias; ambas pretendieron cambiar el hombre y el mundo, y sus injusticias, de raíz; ambas provocaron la muerte de millones de seres inocentes; ambas fracasaron. Hannah Arendt las estudió muy bien en uno de sus más originales libros: "Los orígenes del totalitarismo". Pero lo han intentado desde el principio de la historia.No es extraño pues que Hannah Arendt (sí, de nuevo ella) se preguntara en "¿Qué es la política?" que si alguien se interroga sobre eso es que ya no son válidas las respuestas formuladas por la tradición. Decir que la política es un medio para un fin más elevado, añade más adelante, es como no decir nada, pues la determinación de ese fin último ha sido muy diversa a través de los siglos. Si la política es para ella el reino de la libertad, es esta, la libertad, o debería ser el fin último de la política, pero de una política que sirva para asegurar la vida.
No otra parece ser también la opinión de John Rawls en su "Una teoría de la justicia", donde dice: 1) Cada persona debe tener un derecho igual al más amplio sistema de libertades fundamentales iguales, compatible con un sistema análogo de libertades para todos; y 2) Las desigualdades sociales y económicas deben ser reguladas de tal forma que, a) den el máximo beneficio a los menos favorecidos; y b) estén vinculadas a funciones y posiciones abiertas a todos en condiciones de igualdad equitativa de oportunidades. Lo que no es el caso, desde luego, en este momento de la historia. (Eso lo digo yo, claro; no Rawls).
Termino de nuevo con Hannah Arendt. Dice en su libro citado más arriba que si se quiere cambiar una institución, una organización, cualquier corporación pública mundana, lo que hay que hacer es renovar su constitución, sus leyes, sus estatutos, y esperar que todo lo demás se dé por sí mismo.
Bueno, pues démosle un empujoncito nosotros. No se quede en casa el día 25 y acuda a votar. Por quién usted quiera: piense en Europa, piense en usted, y vote. Nos merecemos una Europa mejor que la que tenemos ahora.
Y ahora sean felices, por favor, y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
John Rawls (1921-2002)
Entrada núm. 2066[email protected]
http://harendt.blogspot.comPues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)