El oído es el primero de los sentidos que se desarrolla. Podemos decir que llegamos “siendo todo oídos”. Esto es de vital importancia para comenzar a aprender y a movernos por un mundo totalmente desconocido para nosotros.
Nacemos en un estado de total dependencia y el oído nos permite cosas tan importantes como distinguir la voz de mamá y papá, esas personitas que nos van proporcionar cuidados básicos, amor y una identidad. Tres cosas sin las cuales no podemos sobrevivir.
Poder escucharse ayuda a los bebés a darse cuenta que son capaces de hacer cosas. El inicio del lenguaje comienza con el placer de hacer gorgoritos y saber que son suyos. Más tarde lo divertido será tratar de imitar los sonidos que escucha de otras personas. Es su manera de hacernos saber que nos escucha y quiere relacionarse con nosotros.
La naturaleza es sabia, por eso, aunque el desarrollo cognitivo de los bebés no les permita comprender el significado de las palabras, son capaces de entender las emociones de las personas que les rodean a través del tono de voz. Esta información les ayuda en ese instante a saber si pueden calmarse o a permanecer en alerta, y en el futuro, irá marcando su desarrollo social y emocional.
Por todo esto, es necesario hablar a los bebes y cuidar cómo lo hacemos desde el principio; además de enseñarles a hablar, les estamos trasmitiendo quién son y cómo relacionarse con los otros.
Otra de las cosas apasionantes en las que entra en juego el oído es nuestro sentido musical, que al mismo tiempo está relacionado con el aprendizaje y la creatividad. La música es puro lenguaje no verbal. Utilizamos canciones de manera intuitiva para tranquilizar a los niños, para que sonrían, para consolarles, para distraerles, para que aprendan de manera lúdica conocimientos o normas.
Hablar y escuchar a tus hijos, cantar y escuchar sus canciones es la mejor manera de estimular su oído y al mismo tiempo su desarrollo.
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