No conocí en verdad lo sucedido sino hasta llegar a la Educación Media, en donde de manera más consciente en la asignatura de Historia te enseñaban lo sucedido en Chile hasta el año 73, quizás, con suerte avanzabas hasta el 90, pero de ahí pareciera que no hubiese más que contar. A pesar de eso, no es una etapa de la que sepa mucho más que un montón de jóvenes de mi edad, aún así, con la poca y bien escasa información que tengo, no puedo dejar de conmoverme, a ratos ni lo entiendo, no lo justifico y no lo creo.
Revista En Femenino
Por @p0ps_ desde Chile"Demasiado tiempo de abrazar a los que partieron, me ha cansado, demasiado tiempo de ser paso mortal a los que amo, me ha cansado. Demasiado tiempo, demasiado, me ha cansado, y desde mis ojos cansados, y de mi pelo cansado, y desde mi llanto cansado, penetro en tus ojos y tus ojos se agradan y nuestra mirada de ayer es presente y futuro, y mi canto vuelve a cantar en el tuyo".Cada año que llega este día se me aprieta el corazón. Si bien no existía ni en los remotos planes de mis quinceañeros padres, no me siento ajena al 11 de Septiembre de 1973. Nací casi 11 años después, soy hija de la dictadura y como inocente niña, me tocó estar en una posición muy distinta, una muy cuidada, muy resguardada, pero por sobretodo muy callada.
Crecí bajo el alero de las Fuerzas Armadas de mi país y como hija de un funcionario público, me tocó vivir el otro lado de la "Moneda" y a mi favor, debo decir que nosotros tampoco lo pasamos bien. Tengo recuerdos vagos encerrados en mi mente de haber estado escondida, en mi pieza, sintiendo tiroteos en la Villa en la que vivía, mis sueños diarios eran resguardados por funcionarios que se turnaban armados, ha cierta hora ya no podíamos estar jugando fuera de la casa, a cierta hora, todo se callaba. Para el 89, a modo de juego, andábamos todos "tapizados" en el "SI", convencidos que si ganaba la oposición, la "alegría" para nosotros acabaría. Casualmente, yo no tengo recuerdos de haber sido feliz antes del 90. Por el contrario de lo que ustedes quizás puedan pensar, nosotros eramos de los mandos bajos, de esos que están al final de la lista, de los mandados, y más de alguna vez yo también lloré y tuve la sensación de que podía ser la última vez que vería a mi papá. Sí, porque la angustia era para los dos lados, el dolor era compartido. En Chile el odio hacia los funcionarios de las Fuerzas Armadas, persiste, tanto así que muchas veces debemos seguir callando. A veces pareciera que debemos pagar por todo lo que nosotros ni decidimos, ni hicimos. No todos estamos cortados con la misma tijera, ¡gracias a Dios por eso! Nosotros, los que estamos detrás de esos hombres, que luchan por la Patria día a día, en esos tiempos también sufrimos. Sé que nada, en lo absoluto, se compara con el haber perdido a un ser querido, mucho menos con no saber dónde se encuentra. Si le hubiese pasado a mi papá, yo también sentiría mucha rabia, mucho dolor. Sin embargo, nuestro lado del camino también perdió hombres, algunos culpables pero muchos otros inocentes, que por defender al Sr. Pinochet, fueron capaces de arriesgar sus vidas (increíble, pero cierto). El dolor de esas familias, también es muy válido. Insisto, los que no vivimos el 73 solamente podemos hablar y sentir respecto de las historias de nuestros padres, de nuestros abuelos, de nuestro barrio, de lo leído, de lo observado. Miramos a través de sus ojos y desde ahí tomamos una posición. Gracias a Dios yo tuve las dos versiones en mi familia y el respeto de mi padre al pensar distinto. Nunca he sido juzgada por él, sí por muchos amigos y cercanos. Pese a la lejanía con la que viví el dolor del 11 de Septiembre del 73, no me siento ajena al sufrimiento inmenso de Chile. Muchas veces escucho gente de mi edad diciendo que hay que avanzar, no quedarse pegados, otros tantos que defienden lo indefendible, mientras otros son súper fundamentalistas en relación a los derechos humanos. Creo profundamente en el perdón como un acto reparatorio, que no lo sana todo, pero al menos deja vivir; sin embargo, cuando no existe verdad, ni menos justicia, mucho menos existirá el perdón y el olvido. ¡No debe existirlo!Soy profesora y como tal, enseño a mis niñas acerca de sus derechos y también de sus deberes. Trabajo en una escuela pública y en variadas ocasiones debo explicarles las causas de los paros de Educación, de los paros de Profesores, para ellas es pan de cada día. Son muy chicas y lo entienden perfecto. Yo soy de esas profesoras que llegado el 11 de Septiembre y, debido a toda la batahola que se vive principalmente en el sector al que pertenece mi escuela, siento la responsabilidad social de explicar a las niñas las causas de todo lo que escuchan, ven por televisión, etc. Pero más allá de eso, es porque siento que como chilenos no podemos estar ajenos, no podemos hacernos los sordos, ni mucho menos los locos. En este país, mi país, se violaron los Derechos Humanos, no solamente de quienes existían ya en el 73, si no de todos los que hemos nacido y crecido después. Nosotros, tampoco tenemos la certeza de lo sucedido y mucho menos mis alumnas; sin embargo, ellas tienen la fortuna de tener una infancia distinta a la mía (con miles de otras dificultades, pero finalmente distinta), creo que es justo y necesario que sean formadas tanto en sus responsabilidades como futuras ciudadanas como en sus derechos, porque en ellas está el futuro de nuestro país, lo queramos o no, cuando nosotros seamos viejos, ellas serán la mano trabajadora, las que lucharán por nuestros derechos de adultos mayores y la que del mismo modo, deben luchar día a día, para que nunca, absolutamente, nunca más en Chile, esto vuelva a suceder.