Todo tiene que cambiar UPyD para volver con fuerza a la escena política nacional. Todo menos el proyecto político y la referencia de su fundadora. El próximo congreso de UPyD ha de encararse como un congreso de refundación en el que realizar un ejercicio mental colectivo de retrotraerse ocho años en el tiempo y mostrarse nuevamente como la fuerza capaz de superar el bipartidismo.
Dos meses después del 20-D, los españoles ya hemos comprobado que nada ha cambiado, que la ‘nueva política’ no es más que pose y cosmética y que el ejercicio político sigue siendo un juego de intereses por ocupar los bancos azules del poder sin que se le otorgue al ‘para qué’ la relevancia que debería tener. PPSOE no parecen haber entendido el hartazgo de los españoles con sus formas de practicar la política y siguen comportándose como agencias de colocación con el objetivo único de impedir el gobierno del contrincante. Los dirigentes de Podemos se comportan como adolescentes eligiendo delegados de facultad, aunque hay que reconocerles el mérito de hacer ‘grandes’ aportaciones a la regeneración democrática: cambiar los maletines por mochilas, colgar chaquetones en los respaldos de los escaños y nombrar ministros sin que lo sepa el presidente del Gobierno. Ciudadanos, por contra, no ha deparado ninguna sorpresa: nació para hacer de bisagra de PPSOE y sostener el régimen y, efectivamente, lo está cumpliendo.
Con este panorama, ¿cómo se atreve alguien a decir que UPyD no tiene cabida en la política española? UPyD tiene una segunda oportunidad, ha vuelto a la casilla de salida para emprender con otros métodos el recorrido que le lleve a ser nuevamente protagonista y para ello tiene las dos herramientas fundamentales: el proyecto que emana del Manifiesto Fundacional y el referente de su artífice, Rosa Díez.
Para que sea positivo, el análisis de la figura de Rosa Díez habría de hacerse con perspectiva histórica. Demostrar que UPyD no es el partido de Rosa Díez ha de realizarse entendiéndola como un ente desprovisto de humanidad, situado más allá de cualidades mortales como el bien o el mal. Su última gran aportación ha sido precisamente la de darse de baja del partido, retirarse y quedar entre nosotros como un compendio de razonamientos, principios y valores que pueden guiar nuestras prácticas políticas, incluso en su vertiente más desagradable. Hasta sus errores, que no han sido pocos, son lecciones de las que mucho podemos aprender, quizá las mejores enseñanzas.
Su marcha ha dañado la imagen de UPyD hasta el punto de que pocos creen que sea posible el resurgimiento. Sin embargo, no es menos cierto que su permanencia habría hecho que muchos dudaran de la existencia de una verdadera refundación. Afrontemos, por tanto, ambos retos: refundación y resurgimiento, con la mentes abiertas y sin más guías que las del proyecto y el referente.